Greguerìas revisitadas




El cerebro
es un paquete de ideas arrugadas
que llevamos en la cabeza.

Abrir un paraguas
es como disparar contra la lluvia.

Los pingüinos son unos niños
que se han escapado de la mesa
con el babero puesto.

Los globos de los niños
van por la calle muertos de miedo.

El hielo se termina
ahogando en un vaso de agua.

Roncar es tomar sopa de sueños ruidosamente.

Monólogo: el mono que habla.

El búho es un gato emplumado.

Venecia es el sitio en que navegan los violones.

El ventilador afeita el calor.

El calzador es la cuchara de los zapatos.

Trueno: caída de un baúl
por las escaleras del cielo.

El caballo de circo es un sofá hípico.

El niño que toca la armónica
chupa un caramelo de acordeón.

El lápiz sólo escribe
sombras de palabras.
Cuando el cocinero
hace mucha espuma al batir
le crece el gorro.

Lo más difícil de digerir
en un banquete
es la pata de la mesa
que nos ha tocado en suerte.

Cuando el violinista se presenta
con el violín colgado de la mano
es como el ginecólogo
con el niño que acaba de nacer.

El ciego mueve su blanco bastón
como tomándole la temperatura
a la indiferencia humana.
Al sentarnos
al borde de la cama,
somos presidiarios
reflexionando en su condena.

La larga cola del vestido de la novia
es el camino que orienta al novio extraviado.


Cuando por los altavoces anuncian
que se ha perdido un niño,
siempre pienso que ese niño soy yo.

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