El debate sobre el aborto...La sensatez, la compasión y la evidencia en el debate sobre el aborto‏

No existe evidencia que demuestre que una niña que aborta un embarazo producto de una violación tenga mejor recuperación sicológica que una que no lo hace.

por Sebastián Illanes Diario La Tercera - 13/07/2013

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A PROPOSITO del conmovedor caso de Belén, una niña embarazada producto de la violación reiterativa de su padrastro, se ha iniciado un debate respecto de la posibilidad de legislar sobre el aborto. Asumiendo el drama que vive esta niña y el dolor e indignación que su situación produce, es necesario que nos preguntemos qué solucionaría realmente esta ley.

Algunos han solicitado que se permita abortar cuando existe peligro de muerte para la madre. Sin embargo, los protocolos de manejo médico vigentes en nuestro país contemplan la posibilidad de interrupción del embarazo cuando peligra la vida de la madre. Esta conducta ha permitido que tengamos tasas de muerte relacionada con el embarazo comparables con cualquier país desarrollado. En el caso de Belén, existe un mayor riesgo para su salud, pero la solución no es que aborte por un riesgo potencial, sino cuidarla para, eventualmente, interrumpir el embarazo si fuera necesario.

Otros piden que se permita abortar para evitar el daño sicológico de las madres que continúan con su embarazo a sabiendas de que su hijo es portador de una patología grave. Pero la evidencia científica actual cuestiona fuertemente el potencial efecto protector del aborto para la salud mental de la madre. La evidencia demuestra lo contrario: el aborto afecta profundamente a los padres y una parte considerable de ellos sufre de síntomas siquiátricos que pueden, incluso, prolongarse años después de ocurrido el aborto. Estos hechos cuestionan la necesidad de legislar sobre el aborto ante la presencia de malformaciones fetales, ya que la evidencia disponible señala que el daño mental al que expondríamos a nuestras pacientes es mayor al perjuicio que se busca evitar.

En el caso de la existencia de un embarazo producto de una violación, el dolor y dramatismo hacen que se tengan que considerar otras variables. En primer lugar, las tasas de embarazo producto de una violación aislada son extremadamente bajas, y suben dramáticamente cuando estas violaciones son reiterativas, situación que se produce habitualmente en menores de edad, y a manos de personas cercanas o que viven bajo el mismo techo. Esto agrava sobremanera la situación y debería ser el real blanco de cualquier legislación en esta materia. Por otro lado, las consecuencias sicológicas que produce el aborto se verán agravadas en el contexto de una persona que ha sido violentada sexualmente. Más aún si esta violencia ha sido ejercida por personas que tenían el deber de cuidarla. Hasta hoy, no existe evidencia que demuestre que una niña que aborta un embarazo producto de una violación tenga mejor recuperación sicológica que una que no lo hace. De hecho, la evidencia pareciera apuntar en sentido contrario. El sumar al trauma que provoca la violación el que produce el aborto sólo puede empeorar las cosas.

El giro que ha tomado la discusión respecto del caso de Belén no soluciona problema real alguno. Ojalá podamos volver este debate a su verdadero cauce, que es cómo evitamos que estas violaciones se produzcan y, si se producen, cómo ayudamos y acogemos a las mujeres o niñas para que las consecuencias sean lo menos traumáticas posible.

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