Una nueva Constitución


Cartas

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Señor Director:

No se entiende que la Concertación casi en pleno -con la excepción de sectores democratacristianos y líderes partidarios sueltos- reclame un nueva Constitución.

La idea original es ajena. Surgió desde el Partido Comunista y se escuchó vociferada en la calle. Solo hace meses el conglomerado en cuestión hizo suya la demanda, demostrando que sus integrantes, al parecer, han perdido la memoria.

Las primeras 54 reformas al texto constitucional de 1980 se plebiscitaron en julio de 1989, luego de un acuerdo entre la Concertación, Renovación Nacional y la Unión Demócrata Independiente. Dos años después, se añadieron las llamadas "leyes Cumplido" -iniciativa atribuida al ministro de Justicia Francisco Cumplido- y el año 2005, tras cinco años de discusión parlamentaria, el Congreso Pleno hizo lo propio con 58 nuevas reformas (150 votos favorables, 3 en contra y 1 abstención). Varios sostuvieron, entonces, que con esa medida se "cerraba" definitivamente la transición a la democracia.

El entonces Presidente Ricardo Lagos lucía orgulloso ese 17 de septiembre de 2005, cuando firmó el decreto promulgatorio del nuevo texto refundido de la Constitución Política. En la ceremonia estaban representados todos los poderes del Estado, y el Primer Mandatario señaló en su discurso frases que debieran ser memorables para quienes lo apoyaron: "Este es un día muy grande para Chile... tenemos por fin una Constitución democrática... es nuestro mejor homenaje a la independencia... nos abre paso al siglo XXI".

¿Todo se olvidó por completo, repentinamente? ¿Se pueden borrar con el codo decisiones políticamente trascendentes, analizadas por años, y aprobadas con la mano del mismo brazo? Conste que desde el discurso citado han transcurrido solo ocho años y apenas veintitrés desde la vuelta a la democracia. No es irrelevante recordar que la Constitución de 1925 estuvo vigente por cuarenta y ocho años.

¿Por qué, luego de un proceso de reformas, supuestamente meditado, se exige una nueva Carta Fundamental? Y para algunos debe ser a todo trance: "Por las buenas o por la malas". No parece razonable para un país serio. Lo que no significa enmendar aspectos de ella que mayoritariamente se consideran inadecuados y que el mismo Poder Legislativo puede resolver.

Muchos preferimos creer que se trata únicamente de un eslogan electoral. ¿O al hacer suyo el reclamo, la Concertación devino irreductiblemente en bloque de izquierda?

Álvaro Góngora E.
Director Escuela de Historia-Cidoc

Universidad Finis Terrae

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