El precio del cobre ha soslayado las deficiencias de nuestra economía. En un escenario de rentas menores, ¿seremos capaces de unirnos para retomar el camino al desarrollo?
por Rolf Lüders - Diario La Tercera 24/05/2013
http://www.latercera.com/noticia/opinion/ideas-y-debates/2013/05/895-524826-9-se-termino-el-viento-de-cola.shtml
LA TASA de crecimiento económico del primer trimestre de este año fue de un 4,1%, significativamente inferior a la tasa promedio de los últimos tres años, que bordea el 5,7%. La economía chilena se está desacelerando, afectada por la situación externa -con algún rezago, como suele ocurrir-, pero también por nuestras propias debilidades. El crecimiento económico mundial es hoy casi un 20% inferior al existente antes de la Gran Recesión, originado por la situación europea y, en parte, por aquella de los EE.UU.
Europa ha vuelto a caer en plena recesión. Este es un hecho indesmentible que está afectando al resto del mundo, incluyendo, por cierto, a China, que ha sufrido una desaceleración de más de un 2% en su tasa de crecimiento. La economía chilena, que -casi patológicamente- es la más dependiente del crecimiento chino, se está viendo afectada por la caída del precio del cobre. Además, Brasil y Argentina están sufriendo severas desaceleraciones en sus economías.
La excepción chilena se explicaba por el fuerte crecimiento de la demanda interna. En parte por la reconstrucción, pero también por el boom minero, el país experimentó un significativo aumento de la tasa de inversión. Además, este boom hizo posible un aumento del gasto público, mejorando de paso la situación fiscal. El notorio aumento del empleo, inducido por estas situaciones, en buena parte de calidad, activó el consumo.
Este círculo virtuoso se está revirtiendo, para acercar nuestra tasa de crecimiento económico a su actual potencial, que probablemente esté entre un 4,5% y un 5% anual. A pesar de que todavía supera un vigoroso 9%, la tasa de crecimiento de las inversiones ya ha caído a casi la mitad. Además, el aumento del valor de las exportaciones se está desacelerando, la tasa de creación de empleos también. E incluso, ya lo está haciendo la tasa de aumento del consumo.
Hace tiempo que nuestro esfuerzo ha estado concentrado en redistribuir, más que en aumentar nuestra competitividad. Eso fue así explícitamente bajo el anterior gobierno, pero también ha resultado ser así en el actual. Como muestra, frente a un crecimiento del gasto público de, aproximadamente, un 23%, el gobierno habrá aumentado el gasto en educación, salud y vivienda en alrededor de un 30%; en cambio, el de infraestructura física, por ejemplo, en apenas un cuarto del porcentaje de los anteriores.
La falta de prioridad para encarar las medidas necesarias para aumentar la competitividad a mediano plazo -la educación lo hace, pero a largo plazo- ha repercutido en bajas tasas de aumento de la productividad en este siglo. Así se arrastran sin solución los problemas energéticos, del agua, de la competitividad en varios sectores oligopolizados, de la falta de flexibilidad laboral y de muchos otros. El alto precio del cobre -que produjo el llamado viento de cola- nos ha permitido soslayar las deficiencias de nuestra economía y embarcarnos ahora último en una lucha estéril por captar las rentas correspondientes. En un escenario de rentas menores, ¿seremos capaces de unirnos para reemprender juntos el camino al desarrollo?
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