Especial Father Provenzano‏

Especial Father Provenzano

Contiene:

1. Semblanza escrita hace casi dos décadas por el Father Cánepa

2. Una preciosa anécdota con Provenka, de José Miguel Gálvez,

    ocurrida en 1970 en el Saint George.

3. El discurso de homenaje que Hermógenes Pérez de Arce

    pronunció en los años ochenta.

4.  El discurso de agradecimiento en aquella ocasión del Father Provenzano

5.  Un enlace con el Edificio Sustentable de Ciencias y Tecnología Francis Provenzano, C.S.C., de los arquitectos

Juan Andrés Elton (de imborrable memoria) y su maravillosa esposa y partner Isabel Devés.

http://www.emb.cl/construccion/articulo.mvc?xid=279&tip=4&xit=edificio-sustentable-de-ciencias-y-tecnologia-francis-provenzano-csc-innovacion-y-cuidado-del-medioambiente


Perfil del Padre

Francis Anthony Provenzano, C.S.C.

de la Congregación de Santa Cruz

escrito  hace casi veinte años

[Santiago, 25 de Marzo de 1994]

por el Father Jorge Cánepa Ossa, C.S.C.

con motivo del medio siglo

desde la ordenación sacerdotal

del Father Provenzano (Q.E.P.D) *


Nació en Boston, Massachusetts

el 27 de Enero de 1911.

Se graduó de la Universidad Northeastern

de Boston en 1934, obteniendo un título

en Ingeniería Industrial.


Dos años más tarde ingresó al Seminario

de Nuestra Señora de Santa Cruz

que la Congregación tenía cerca de Boston.


De ahí pasó a la Universidad de Notre Dame

donde continuó sus estudios

en Filosofía, Matemáticas y Física.


Al graduarse de la Universidad de Notre Dame,

inició sus estudios de Teología en la

Pontificia Universidad Católica de Washington

y al terminarlos en 1944, se ordenó sacerdote.


Durante 4 años se había preparado

para misionar en la India, pero Dios

y sus superiores dispusieron otra cosa:

en Abril de 1945 fue asignado a Chile,

a enseñar en el Colegio Saint George

que la Congregación recién había adquirido

del Arzobispado de Santiago.


Había dedicado (hasta la fecha de este perfil)

48 años de su vida en Chile

a su trabajo como profesor y formador.


Ha sido profesor de Fïsica y Matemáticas

en el Colegio Saint George, Liceo Andacollo

y en la Facultad de Ingeniería

de la Pontificia Universidad Católica de Chile.


Fue Rector del Colegio Saint George desde 1955 a 1961.


Al terminar su período, el gobierno de Don Jorge Alessandri

lo distinguió el 23 de Mayo de 1961

con la Condecoración de la Orden al Mérito

"Bernardo O'Higgins en el Grado de Gran Oficial",

instituida como lo dice el decreto respectivo

"para abrir en la nación un camino glorioso

a las acciones brillantes, a los grandes talentos

y a las grandes virtudes".


Las palabras del padre Provenzano en esa ocasión

para agradecer la distinción recibida, reflejan

su cariño y respeto por el país

donde ha pasado la mayor parte de su vida:


"Debo decir gracias a las garantías

que nos da la Constitución Chilena

-constitución de un pueblo libre

decidido a mantenerse libre.

Hemos podido basar nuestro sistema educacional

en esa dignidad del hombre que nace

desde su creación a imagen y semejanza de Dios".


Durante 49 años (hasta ese momento)

y siendo fiel al espíritu

de estas palabras, el Padre Provenzano

ha sido un gran escultor de carácter

al ir formando a generaciones de jóvenes chilenos

de muchísimas corrientes, ganándose el respeto

y el cariño de todos por el testimonio que entrega

a su trabajo, que con gran constancia y dedicación

ha generosamente dado siempre.


Como educador, ha luchado sin descanso

por establecer en el alumnado

una dedicación al estudio

ordenada dentro de un marco de disciplina

que consolide los hábitos que desarrollan

la vida intelectual, en una dirección

de superación y excelencia académica


Para sus alumnos ha sido un ejemplo

del académico que sabe estudiar

por integra de forma sistemática

estos hábitos de estudio

con un raciocinio disciplinado.


En un hombre que tiene una conciencia

muy actual de cómo el avance tecnológico

transformará en un breve tiempo

el actual modo de aprendizaje

en lo científico y en lo cultural.


A los 82 años, es un hombre

que lee y reflexiona con entusiasmo.


Este ejemplo motiva

a sus colegas docentes

un apreciación por la importancia

de una renovación continua

en la actividad profesional.


Es un hombre de virtudes reconocibles

por personas de todos los ámbitos sociales

de este país: de ciudad o campo,

dirigentes o empleados, adultos o jóvenes.


Ha sido un hombre que sabe entregar comprensión

porque aunque es muy riguroso

en ser fiel a sus principios,

posee al mismo tiempo

una fina gentileza y una actitud

de apertura hacia la persona que tiene al frente.


Enamorado de Chile y de su gente,

su gran gozo ha sido recorrer

sus diferentes regiones,

siempre prefiriendo todo

lo que lo ponga en contacto

más directo con autóctono de esta tierra:

su naturaleza, su cultura

y especialmente, sus habitantes.


El 28 de Febrero de 1994,

el Presidente de Chile en aquel entonces,

don Patricio Aylwin, entregó al Padre Provenzano

una ciudadanía por gracia

en reconocimiento a su trabajo

en el campo de la educación.


Esta distinción fue previamente

aprobada por el Senado

y la Cámara de Diputados.


Durante todos sus años en el Saint George,

su servicio a la comunidad escolar

ha destacado su interés y compromiso

por el personal auxiliar.


Siempre ha mantenido con todos ellos

una profunda amistad, en un contexto

de lealtad y cariño.


Quizás el rasgo más sobresaliente

del Padre Provenzano como religioso

de la Congregación de Santa Cruz

ha sido no sólo su fidelidad demostrada

en su vocación como sacerdote

y como hombre dedicado a la formación

de generaciones de jóvenes

sino también porque ha sabido imprimir

todas esas funciones con un estilo personal

de cumplir siempre en la mejor forma,

con todo aquello que el Señor le ha pedido

durante estos cincuenta años.


En un sencillo y profundo agradecimiento al Señor,

damos gracias por habernos mandado

al Padre Francisco a servirlo en Chile.


Damos gracias por su testimonio espléndido

de celo apostólico y por la práctica constante

de lo que nuestro fundador llamó "las pequeñas virtudes"

que ha caracterizado a este religioso de Santa Cruz

en el cumplimiento de su deber y en el trato diario

que tiene con la gente.


______________________________


*:  El Negrito (José Miguel Gálvez)

tiene una maravillosa anécdota con Provenka,

en Cuarto Medio, cuando recién nos habíamos

instalado hace pocos meses en el nuevo colegio

junto a La Pirámide.


Se había sacado un 1 en una prueba de Física

muy importante, dentro de las evaluaciones

del curso que hacía Provenka.


El padrecito llamó al Negro un par de días después

y le preguntó la causa que había obtenido una nota tan baja,

ya que no le cuadraba con su rendimiento normal.


El Negro, entonces, le contó la firme;  le dijo,

«Father, me he quedado las noches previas a la prueba

trabajando hasta las tres de la mañana intentando

adaptarle a la famosa «burra» del año 1929

de color rojo de su propiedad,

un carburador "updraft"

versus el "downdraft" de aspiración por gravedad

que llevan normalmente los Ford A.


Provenka lo miró y asintió con la cabeza.

Le contó que él también había tenido

un Ford A en su juvenud, y luego lo interrogó

acerca de cómo habia hecho el trabajo

y que esperaba de esta modificación.


El Negro se explayó acerca de todo

lo que había hecho y de donde

había sacado la idea esta

de darle más potencia a la noble "Burra"

que todos conocimos y gozamos,

lo cual lo había tenido absorbido

por varios días sin poder estudiar

ya que quería hacer andar

lo antes posible su maravilla del año 29.


Conversaron de mecánica aplicada por largo rato.

Provenka le dio algunas ideas,

así como el Negro compartió las de él con él

y se despidió, conservando todavía

 con la lapidaria unidad calmante (su 1)

cargándolo penosamente a cuestas....


Al día siguiente al momento de comunicar

las notas de esta prueba muy importante para fin de año,

aparece el Negro con un 5 , ante lo cual

nuestro compañero esperó

que todos se retiraran de la sala

y partió a hablar con el Father Provenzano ....


Me mira , me toma del hombro y me dice

"what you did tells me that you apply physics a lot

in your real life and with a lot of passion,

so you don't deserve a 1 since my appreciation

of your knowledge deserves a five,

and that's what you've got".


Una verdadera lección de vida para el Negrito

de cómo debe ser un verdadero maestro,

y si bien sólo le ocurrió una sola vez,

se transformó en un recuerdo imborrable

que el Negro conserva de este gran curita

quien tiene todo el cariño y respeto,

no sólo de él sino de buena parte

de los que fueron sus alumnos

y no han olvidado su ejemplo y su integridad.


--


Después de la misa celebrada

en el colegio con motivo

de los 50 Años como Sacerdote

del Father Provenzano,

estuvimos con Felipe Del Río,

y Aníbal Huneeus conversando

con el legendario Provenka.


Nos mostró el reloj pulsera

que llevaba, regalo de su madre

cuando se ordenó sacerdote,

funcionando perfectamente

al más puro estilo Provenka.


--


Dos discursos pronunciados en los años ochenta,en homenaje al Father Francis Provenzano, C.S.C.


en el Museo Benjamín Vicuña Mackenna

(Participaron aparte del homenajeado,

el profesor y escritor don Roque Esteban Scarpa,

el escritor Carlos Ruiz-Tagle, director del museo,

el cardiólogo Dr. Pablo Casanegra,

y el abogado, periodista

y columnista del diario El Mercurio,

Hermógenes Pérez de Arce, entre otros.

Aquí se incluyen los discursos que se pudo conseguir:

el de Hermógenes Pérez de Arce y el del Father Provenzano.)



El domingo, cuando preparaba estas líneas en su homenaje,

yo pensaba, que, ciertamente, no eran mis primeras líneas para Ud.



En realidad sacando cuentas,

pienso que durante mi estadía en el Colegio

puedo perfectamente haber escrito

unas cinco mil o más líneas para Ud., Father,

a petición suya, si así pudiera decirse,

en los cuales yo debía reiterar, una y otra vez,

promesas de mejor conducta,

más estudio, más puntualidad.



"I must...", y "I must not..."; "I shall..." y "I shall not...".



Pero estas líneas de ahora, Father,

las he escrito con mucho cariño;

las otras, para qué le voy a decir, con no tanto.



Han pasado más de treinta años de esas cosas, Father,

y durante todo ese tiempo ha pesado en mi conciencia

algo que me habría gustado confesarle antes,

pero cuando estaba en el Colegio

y me solía confesar con Ud., no me atreví;

y después no tuve la oportunidad,

y de lo cual espero que Ud. me absuelva

y todos los aquí presentes guarden la debida discreción:

muchas de esas líneas no las escribí yo, Father.



Bastantes las escribió mi santa e indulgente madre,

que siempre hizo lo posible por aliviar las pesadas cargas

que la Congregación de la Holy Cross

insistía en depositar sobre mis débiles hombros.



Y otras muchas las escribió la infaltable mano experta

de algún abnegado compañero de curso dispuesto

a hacerse cargo de esa tarea y de una parte de mi mesada.



Pero lo importante, Father,

es que invariablemente entonces

tuve, como tengo hoy,

completa claridad acerca del hecho

de que su actitud exigente y disciplinaria

no sólo nos hacía un bien, sino que representaba

una abnegada entrega de su parte a la tarea,

que seguramente a veces debe haberle

parecido imposible e interminable,

de convertirnos en hombres útiles,

rectos y buenos cristianos.



He tenido la oportunidad de conversar

con muchos que fueron

alumnos del Saint George's

de mi generación, y todos coinciden

en que el sentido de severa

pero razonable autoridad

que Ud. proyectaba e imponía

era la espina dorsal del Colegio,

la infraestructura sobre la cual se apoyaba

la meritoria tarea de los demás sacerdotes

de la Holy Cross y del cuerpo de profesores,

para prestigiar al Saint George's y convertirlo

en un establecimiento de enseñanza de primer nivel,

que nos formó en la fe, en la responsabilidad,

en la autoexigencia y en la capacidad de servir a los demás.



Tenemos todos muchos recuerdos suyos, Father Provenzano.



Al menos en mi caso, con los años ha ido sucediendo

que me acuerdo con particular claridad

de los hechos de mi infancia y adolescencia.



Supongo que son los primeros indicios

de lo que esa rama de la Medicina

conocida como Gerontología, llama "memoria senil",

caracterizada porque uno recuerda con gran detalle

los hechos más lejanos, en la misma medida

que olvida los más próximos y cotidianos.



Por ejemplo, recuerdo con agradecimiento

que Ud., Father, introdujo un importante

avance tecnológico en el Colegio,

la proyectora de películas en el gimnasio

que quedaba detrás de la capilla.



Ahí empezó a funcionar el biógrafo del Colegio,

donde íbamos domingo a domingo

los chiquillos de diez a doce años

a ver películas de Hopalong Cassidy,

mejor conocido como «Hopy»,

un cowboy extraordinariamente honrado y justiciero,

enteramente vestido de negro

y que montaba un caballo enteramente blanco.



Hoppy era clarísimamente "bueno"

y todos sus adversarios

definitivamente "malos".



En esos tiempos los "buenos" y los "malos"

eran completamente distintos entre sí,

no como ahora, que son cada vez más parecidos.



Ud., Father Provenzano operaba la máquina

y hubo un par de veces en que se le quedó en panne,

lo que provocó unos zapateos memorables

que levantaron todo el polvo de las tablas del suelo,

haciendo la atmósfera irrespirable.



Un domingo me presenté a su función cinematográfica, Father,

con un traje azul marino nuevo, esperando que alguien lo notara,

pero nadie, salvo Ud. lo hizo.



Con profundo sentido de la caridad cristiana,

me dijo textualmente: "You are very petuco Hermógenes",

frase memorable que nunca olvidaré y que me ha impulsado

a preferir los trajes azules para las ocasiones solemnes.



Cuando Ud. llegó,

el servicio de información interno de los alumnos

reveló que Ud. era ingeniero y que había sido boxeador.



Una vez yo le pregunté,

pero Ud. no me respondió directamente;

eso sí, me dijo que en su juventud

Ud. podía romper las mangas

de la camisa hinchando los bíceps,

historia que la repetí

incansablemente a mis compañeros,

dejándolos con la boca abierta,

y que no dudo contribuyó

a acrecentar la atmósfera

de autoridad que rodeaba a su persona.



MI curso sólo tuvo fugazmente

clases de Matemáticas con Ud.



Fue un comienzo de año,

creo que a la altura

de Tercero de Humanidades, o algo así.



Se dijo en ese tiempo

que el Ministerio de Educación

había hecho cuestión

que un extranjero

no titulado en el país

hiciera clases en Humanidades,

cosa que nosotros,

recuerdo perfectamente,

encontrábamos absurda,

y comentábamos que seguramente Ud.

sabía mucho más que los profesores chilenos.



Eran gajes de la economía cerrada

que desaparecieron, supongo,

por culpa de los Chicago Boys.



Creo que nunca como en esas breves semanas

estuvimos tan cerca de aprender Matemáticas.



Ud. daba tareas todos los días

y hacía pruebas todas las semanas.



Pero el Gobierno acudió a nuestro rescate,

justo cuando estábamos tan gravemente

amenazados de estudiar diariamente.



Debo reconocer

que en ese tiempo Ud., Father,

me tenía muy buena barra,

al extremo que una vez

me pidió ayudarlo

a poner notas en la libreta,

a raíz de lo cual me regaló

una pequeña cruz dorada.



Después mis bonos con Ud. bajaron rápidamente

y mi lunes negro sobrevino cuando mi padre

recibió una carta donde se le notificaba

de que por mi mala conducta quedaba

en el carácter de condicional por el resto del año.



Esa crisis la precipitó

un hecho muy desafortunado

que me hizo comprender

que el principio según el cual

todos los hombres nacen libres e iguales

a veces tiene excepciones.



Iba mi curso subiendo

las escaleras de madera

del antiguo edificio principal del Colegio;

dichas escaleras tenían un recodo,

y los aprovecharon

dos compañeros nuestros

para lanzar desde arriba,

sobre quiene íbamos subiendo,

un pesado felpudo lleno de polvo,

que nos cayó sobre la cabeza.



Los afectados subimos

y, ante la imposibilidad de

establecer responsabilidades,

resolvimos ejercer la vindicta privada

y lanzar el felpudo sobre otros

que subían más atrás,

con tan mala suerte que venía

entre ellos, nada menos

que don Roque Esteban Scarpa,

y, lo que es más grave,

con uno de los primeros abrigos

de pelo de camello llegados a la plaza.



Ello me valió ser enviado a su oficina, Father,

donde Ud. me hizo comprender,

que un felpudo sobre mi cabeza y ropa

no representaba lo mismo

que sobre las de don Roque.



Créame que,

con mis bonos en baja y todo, Father,

siempre seguí apreciando

el sentido de su autoridad en el Colegio.



Recuerdo particularmente varias ocasiones

en que mi curso se revolucionó por completo

y en que resultaban vanos los esfuerzos

de profesores y sacerdotes por poner orden,

de modo que debían abandonar la sala

en busca de refuerzos.



En cambio, bastaba

que se abriera la puerta

y apareciera Ud.,

sin decir una palabra,

y se hacían el orden y el silencio,

como por ensalmo.



En otra oportunidad

un trío de alumnos de mi curso,

quebró un vidrio

de la puerta de una sala,

pero no había nadie cerca

y borraron las huellas del delito

lo mejor que pudieron,

botando al canasto las astillas

disimuladas entre unos papeles.



Visiblemente aliviados,

salieron de la sala

e iban por el corredor,

cuando apareció Ud., Father,

por el otro extremo,

ignorante completamente,

por supuesto del episodio.



Pero era tal la imagen

de autoridad que Ud. proyectaba,

que cuando los tres alumnos

ya iban a cruzarse inocentemente

y sin problemas con Ud.,

uno de ellos no pudo resistir

el peso de su mirada y le dijo:

"Yo no fui Father",

frase desafortunada

que desencadenó

la correspondiente investigación.



El carácter nacional

resiente la autoridad

y, por lo mismo,

no creo que todos esos años

en el Saint George's

hayan sido fáciles para Ud.,

Father Provenzano.



Recuerdo que

en más de una oportunidad

se formaron corrillos de alumnos

en torno a algún profesor

a criticar la aparente aspereza de su actitud.



En una de esas ocasiones

salió en defensa suya

nuestra recordada profesora de Dibujo

y les manifestó a los circunstantes

que, en su opinión, Ud., era

un hombre bondadoso pero tímido,

al cual le costaba exteriorizar sus emociones

y que, además, tenía por función

velar por la disciplina en el Colegio

y debía mantener un exterior

acorde con esa función.



Todos los ex alumnos que conozco

tienen excelentes recuerdos del Saint George's

y de los sacerdotes de la Holy Cross.



En mi generación conocimos,

según su orden de llegada a Chile,

a los padres Havey, Doherty,  Send,

D'Autremont, Huard, De Prizzio,

Haley, Butomer, Delaney, Payne,

Müller, Gross, Curran, Teal,

y posiblemente alguno que haya olvidado.



De todos conservamos gratos recuerdos

y cuando tenemos ocasión de reunirnos

los revivimos con nostalgia.



Pero si hay alguien cuyo nombre

es algo así como la impronta

del Saint George's College

de fines de los años 40

y comienzos de los 50,

cuando los de mi generación

estuvimos allá, es Ud.,

Father Provenzano.



El porte severo

y la actitud siempre medida y austera

que le imponían tanto su misión educadora

como su carácter, nunca pudieron

ocultar el mensaje de abnegación,

de entrega generosa que,

quiero decirle hoy,

sus alumnos de esos años

supimos captar y apreciar.



Porque todos nosotros

sabemos que Ud.,

durante cuarenta años,

no ha hecho sino dar, dar, dar,

sin pedir nada a cambio,

y, atendida la naturaleza de su misión,

recibiendo a veces ingratitud e incomprensión.



Sin embargo de pocas maneras

se podría cumplir mejor que de la suya

el ejemplo de amor al prójimo

que nos legara Cristo en el Evangelio.



En la parte que nos cabe a nosotros

le damos, pues, las gracias

con cariño sincero, por todo

lo que Ud. nos entregó entonces,

por todo lo que ha entregado

después a nuestro país,

y por todo lo que, confiamos,

por muchos años más,

seguirá Ud. dando

a las sucesivas

generaciones de Georgians.



Hermógenes Pérez de Arce



.................................................



DISCURSO DE AGRADECIMIENTO

DEL FATHER FRANCIS PROVENZANO, C.S.C.



Esta tiene que ser la única vez

que me encuentro delante

de un grupo de Georgians

sin poder expresar

en forma adecuada lo que pienso,

lo que quiero decir.



Porque agradecer a Uds. en forma adecuada,

explicar la profundidad de mi gratitud

por lo que han hecho aquí hoy día es imposible.



Para mí, para la Congregación,

para todo el Colegio, hay algo aquí

en este acto de cariño suyo

que tiene un significado que quizás

ni Uds. mismos han sospechado.



Déjenme explicarme.



Uds., para acompañarnos

en un acto de gratitud a Dios

por su bondad y paciencia conmigo

durante unos cuarenta años,

han dejado a un lado

sus múltiples compromisos,

preocupaciones y responsabilidades

que reclaman su atención.



Los charlistas dejaron de lado

su propio trabajo

para preparar unos preciosos discursos

-de hecho son tan lindos

que me parece que estaban hablando

de otro Provenka que yo no conozco.



Y si preguntamos cuál es la fuerza motora,

el motivo -no la ocasión- de su generosidad,

de su cariño, la única respuesta

que me viene a la mente es ésta:

que el Georgian Spirit vive todavía en Uds.

y eso me llena de una gran alegría, de gozo,

y de una enorme gratitud a Dios,

porque esto significa que la cooperación suya

como jóvenes colegiales, y que tanto

los sacrificios de sus padres

como los esfuerzos del personal

-todo el personal- no fueron en vano...



Significa que recibieron una formación

como Dios manda, la formación

que todos llamamos The Georgian Spirit.



La periodista Raquel Correa,

me preguntó una vez

en qué consistía ese Spirit

de que se hablaba tanto.



Yo le expliqué que para mí

es un estilo de vida,

la manera de vivir de un Georgian.



Es poner en práctica

los dos mandamientos de Jesús:

Amar a Dios sobre todas las cosas

y Amar al prójimo.



Otra manera de decir lo mismo podría ser

respetar la dignidad de la persona

-de su propia persona y la del prójimo.



Pienso así porque acepto

lo que enseña San Pablo:

el amor es servicial,

es comprensivo,

no se irrita, no es mal educado,

y goza con la verdad.



¿Entienden ahora por qué

el Colegio insistía tanto

en ciertas normas

de conducta, de acción?



Seguramente pocos de ustedes

son capaces de resolver

hoy día un problema

con la regla de tres inversa,

y menos todavía tienen idea

de qué trata la Ley de Coulomb,

pero gracias a Dios,

viven aferrados todavía

a los valores de Cristo,

esos valores que aprendieron

a apreciar en el Colegio

- a pesar que de vez en cuando

necesitaban del estímulo

de uno u otro castigo.



Es interesante que

después de tantos años,

algunos todavía me puedan recitar

"The Charge of the Light Brigade".



Además, gracias a la Divina Providencia,

Uds. tuvieron el privilegio de tener

dos factores a su favor:

sus propios padres que cooperaron

tan bien con nosotros

y un equipo de maestros extraordinarios.



Los padres William Havey,

el primer rector de la Congregación

en el Colegio- Alfred Send,

James D'Autremont, Theodore Huard,

John Haley, Elmer Gross...

todos ellos ya están descansando en paz;

y de los vivos sólo voy a mencionar

sólo a los que viven en el extranjero

-los padres Peter Müller, John Payne,

Gerald Buttomer y Clifford Atwood.



No hablo de los que están con nosotros

en Chile por motivos obvios,

Uds.conocían muchos si no a todos

los padrecitos que he nombrado

-eran todos de distinto carácter y personalidad-

muy distintos, pero créanme

tenían un solo ideal en la mente,

el modelo, que tenían fijado para Uds.



Pero no vayan a pensar

por un solo momento

que la Congregación ha hecho

todo esto sola y sin ayuda.



Dios se ha preocupado

mucho de nosotros

y nos mandó un equipo de chilenos

profesores, administrativos y auxiliares- de primera.



Sin ellos el Colegio nunca

habría podido cumplir su misión

de educar y formar el alumnado.



Estoy pensando en eminencias

como Roque Scarpa, Eliodoro Cereceda,

Eduardo Mujica, Ángel Custodio González,

Mario Góngora, la Miss Lindsey,

la Miss Lumpdsen, la Clementina Hernández,

Arturo Valenzuela, Monsieur Lamborot,

Fernando Cortez, para nombrar algunos nomás.



También estaban los administrativos

y auxiliares: el padre Arturo Roasio,

el sacerdote chileno que no llevaba

puesta una camiseta del Colegio -No!

Llevaba puesta cinco o seis por lo menos,

el padre Carlos Rodríguez, la Mary Toovey,

la Nelly Biggs, la Señora Chaparro,

la Miss Souper, la Ester Paton,

la Nena Reid, la Nena Farías

-la Dama de Blanco que les daba pan

cuando Uds. se lo pedían

con esa cara de hambre

que sabían fingir muy bien,

la María, la Laura, Manuel,

los dos Raúles -Núñez y Fonolito,

y los choferes Juanito e Ismael-

y no sé cuántos más que

literalmente trabajaban día y noche

con el verdadero Georgian Spirit

para que nos les faltara nada a Uds.

a quienes querían a pesar de sus diabluras,

o quizás, por sus mismas diabluras.



Seguramente se acuerdan de la Aurorita

-la sacristana de este porte-

una señora de mucha edad-

ni ella sabía cuántos años tenía.



Aurorita tenía una dedicación única para el Colegio

y como no tenía ningún familiar, estábamos

más que contentos que siguiera viviendo en el Colegio.



La ecónoma, la señorita Elena,

le dio como tarea comprarme

la Revista Zig-Zag

una revista familiar

que salía cada semana.



Aurorita estaba feliz

porque aprovechaba ella

de leer la revista

antes de entregármela a mí.



Un día, al leer un artículo,

noté algo raro en un dibujo

-como todas las revistas de esa época,

el Zig-Zag usaba pequeños dibujos

en cualquier parte para llenar huecos

cuando faltaba texto para completar la página.



Lo que me distrajo fue un dibujo

ovalado de la cabeza y hombros de una mujer.

Su vestido era un poco escotado

-en ningún caso y muy lejos de ser escandaloso.



Pero Aurorita no pensó así, parece,

y con mucho cuidado con lápiz en mano

subió el vestido de la señora hasta el cuello

-casi hasta el mentón.



Créanme, nunca me voy a olvidar de la Aurorita

y no por lo divertido de lo que hizo y era divertido,

pero por lo que me decía de ella

-de su amor, de su respeto,

de su preocupación por mí, por mi sacerdocio-

en efecto me dijo mucho de su Georgian Spirit.



Estoy seguro que ella con San Pedro a su lado

está riéndose con nosotros ahora mismo.



Para terminar -con respecto a mis

cuarenta años en el Colegio-

hay dos cosas: primero han sido años felices

con uno que otro momento de amargura o desilusión

causado por mis fallas y faltas.



Años durante los cuales

he sido más aprendiz que maestro,

porque Uds. mis alumnos y mis colegas,

me enseñaron muchísimo.



Doy gracias a Dios por haberme permitido

vivir como sacerdote y religioso en Chile,

y por haberme mostrado tanta paciencia,

tanto amor, tanta compasión, y tanta bondad.



Y doy gracias a Uds., mis alumnos

y sus padres también por la fe y confianza

que han tenido con la Congregación

-entregarse a sí mismo o a un hijo a otros enteramente

para ser sometido a este complejo y delicado

proceso que se llama educación y formación

exige una fe casi sin límites.



Personalmente, agradezco muy de corazón

el hecho de que Uds. me hayan permitido

ser una parte tan íntima de sus vidas.



Y finalmente, doy gracias a mis colegas

-profesores, administrativos y auxiliares-

que a través de los años

siempre me han sido muy fieles,

muy leales, y muy cordiales colaboradores

en nuestra linda tarea de educar y formar,

que es nada menos que cooperar

con Dios en su creación del Hombre.


Publicado el lunes, diciembre 13, 2010


Centenario del Natalicio del Father Francis Provenzano, C.S.C.


Ayer, 27 de enero de 2011

se cumplió el centenario

del natalicio del Father Provenzano

nacido en Boston, Massachusetts

el 27 de enero de 1911 y fallecido

en Notre Dame el 12 de Junio de 1997,

y que desarrolló una fecunda labor educativa

por más de cincuenta años, principalmente

en el Saint George's College,

aunque también tuvo estadías

en Notre Dame y fue profesor

de la Escuela de Ingeniería

de la Universidad Católica de Chile.



La fecha de su natalicio se consigna

en el sitio web del Notre Dame Cemetery

http://www.rootsweb.ancestry.com/~instjose/cemeteries/holycrosscommunity/holycross.htm

y del cual, hace algún tiempo

Felipe Del Río Goudie

nos envió una imagen

de él junto a la tumba

del inolvidable y admirado

(también temido por algunos)

one & only Provenka.



En dicho cementerio se encuentran

los restos de otros inolvidables padrecitos,

como los Fathers D'Autremont, Müller, Wilcox,

Doherty & Peyton, este último, si no recuerdo mal,

recordado por su cruzada en favor

del rezo del Santo Rosario en familia

("la familia que reza unida, permanece unida").

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