Dos mil trece por Juan Andrés Fontaine


Diario El Mercurio, Domingo 30 de Diciembre de 2012

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Es tiempo de buenos deseos y propósitos. En lo que sigue hago presentes los míos.
Mucho de lo que nos pasa en Chile depende del resto del mundo. Por ejemplo, más allá de nuestros méritos, el que el 2012 haya terminado siendo tanto mejor que lo esperado obedece en buena medida a que -pese a las tribulaciones europeas- la economía mundial no recayó en la crisis. Cabe esperar que en 2013 ocurra otro tanto.
Europa, agobiada por la bancarrota de su modelo de Estado protector, no logrará levantar cabeza todavía, pero si su Banco Central sigue actuando con pericia, el euro se salvará y la banca europea sobrevivirá. Estados Unidos debe sortear el llamado "abismo fiscal" -el cese de los estímulos introducidos en 2009- antes de proseguir su reactivación. Si no hay humo blanco esta noche -aunque sea una prórroga para fraguar el acuerdo parlamentario requerido-, la decepción puede ser grande. Cabe desear que impere la sensatez y que la economía norteamericana reanude la marcha a buen paso. Para nosotros, lo más determinante puede ser el curso que siga la economía china, puntal del auge del cobre. Por ahora las noticias son auspiciosas, porque ha contenido la inflación y está pisando el acelerador. Enhorabuena.
La economía nacional concluye el 2012 creciendo a buen ritmo, con casi pleno empleo e inflación de sólo 2%. No será fácil repetir tan brillante desempeño en el año venidero. Se multiplican las manifestaciones de agotamiento de la capacidad productiva ociosa y de estrechez en la disponibilidad de mano de obra. Se corre el riesgo de que resurjan presiones inflacionarias o de exacerbar la apreciación del peso, con el consiguiente daño para la agricultura y la industria. El Gobierno debe tomar cartas en el asunto: contener la expansión del gasto fiscal para fortalecer el ahorro y lograr los acuerdos políticos para aplicar con sentido de urgencia la agenda pendiente de medidas pro inversión y pro competitividad. Ojalá tanto el Ejecutivo como los partidos oficialistas y de oposición asuman con responsabilidad el desafío.
El año entrante estará marcado por el calendario electoral. Las elecciones son una buena oportunidad para auscultar el verdadero sentir de la ciudadanía, tal vez diferente del que se expresa en las bulliciosas protestas o en las temperamentales encuestas de opinión. Enfrentados a la opción de seguir rumbo al desarrollo o de insistir en el camino de la redistribución tantas veces intentado sin éxito acá y en el vecindario, cabe esperar que el voto mayoritario se incline por el camino que llevamos. Exige sacrificios, pero brinda ya frutos palpables. ¿Será mucho pedir para el año nuevo?

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