El futuro de Carlos Larraín

Gonzalo Rojas
Miércoles 19 de Diciembre de 2012


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Carlos Larraín es la personalidad más atractiva de la política nacional. Concurren en su forma de ser tres atributos que pueden estar presentes por separado en otros dirigentes o parlamentarios, pero que en él se articulan notablemente.
Es inteligente; muy inteligente. La mejor demostración de su chispa de corto, mediano y largo plazo está en el uso matizado de la ironía, como instrumento de análisis y de argumentación. Sus dichos castizos y sus certeras ocurrencias de circunstancia nos han librado de la unanimidad gris de los tontos graves.
Tiene convicciones, fuertes convicciones. Si se trata de la vida, de la familia, de la moral natural, de la libertad de enseñanza, del matrimonio y de la probidad, a Larraín no se le mueve un pelo para afirmar dónde está el bien y qué características presenta el mal. Eso, además, contrastado con la marea de hombres-jalea que actúan en la vida pública chilena, resulta especialmente valioso.
Es generoso, reconocidamente generoso. Su tiempo, sus recursos, su profesión, han ido quedando subordinados hace ya varios años a la participación en una actividad a la que llegó bien crecidito y de la que, ciertamente, no vive. No sé si podría comprarse el Chelsea o el Málaga, pero la propiedad de casi todos los clubes chilenos le resultaría fácil. Y, en vez de quedarse en mundos más cómodos, entró en la política para servir a Chile con patriotismo.
Si a otro militante de su partido se lo califica siempre como "animal político", de Carlos Larraín corresponde afirmar que es "un gran hombre en política".
Pero, ¿ha acertado o se ha equivocado al renunciar a la Presidencia de Renovación Nacional? Ni idea. Pero sin duda ha disparado al centro del problema y, por lo tanto, ha acertado en dirigir la mirada pública hacia un punto decisivo: el modo en que se trata a las personas, el modo en que se toman decisiones en los medios de comunicación, en los órganos de gobierno y en los propios partidos, respecto de seres humanos de carne y hueso, como el ex ministro Ribera.
Y así como Larraín ha sido inteligente, sólido y generoso para conducir a su partido, ahora lo ha sido para mostrar con el dedo lo mal que nos tratamos unos a otros.
¿Queda la candidatura de Allamand lesionada por esta situación? Dependerá de la militancia de RN, tensada entre quienes prefieran la unidad del partido, alineado a toda costa detrás de su candidato, frente a quienes consideren esta nueva crisis como una señal clara de tensiones internas nunca resueltas y que consideren imprescindible abordar y aclarar antes del 30 de junio.
¿Se beneficia la candidatura de Golborne con este remezón en RN? Si la política se tratara del transvasije de cantidades inanimadas, quizás sí, pero como justamente consiste en la aportación de seres libres, no.
¿Por qué no? Porque simultáneamente se anuncia la incorporación de la diputada Karla Rubilar, de RN, al comando del candidato de la UDI, coordinando materias de salud. Lo que pudo ser ganancia total para Golborne en medio de la crisis de Renovación, resulta un clamoroso autogol, considerando las convicciones en materias sanitarias de la señora diputada. Otro duro golpe a los conservadores de la UDI, a los que quedan.
Revuelto de este modo el naipe, quizás sea el propio Carlos Larraín quien deba considerar cuáles son las nuevas responsabilidades que se asoman en su futuro político. ¿Sólo su candidatura al Senado?
Porque él no solamente ha enfrentado una delicada situación presente; también ha remecido de tal manera el ambiente, que sin duda deberá enfrentar peticiones y desafíos para el futuro inmediato. Seguramente se le acercarán independientes y militantes de ambos partidos.

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