Aprender de los errores del pasado...‏



Por casualidad me encontré 
con este editorial del diario El Mercurio
del hace poco más de 17 años atrás
y que analiza lo ocurrido 
en el caso de Laguna del Desierto,
y del cual es de esperarse que desde entonces
nuestra cancillería, bajo los posteriores gobiernos,
hayan aprendido de aquella amarga lección
y parece pertinenente traerlo a colación
para brindar una necesaria perspectiva
al contencioso con Perú que se está viendo en La Haya.

Fracaso Diplomático
Editorial Diario El Mercurio
Viernes 20 de Octubre de 1995

El rechazo de los recursos de revisión 
e interpretación de la sentencia arbitral 
que desprendió de la soberanía chilena
la zona de Laguna del Desierto
es el fracaso jurídico más importante
en la historia diplomática:
no había precedentes
de un desconocimiento total
de los derechos nacionales
en un procedimiento arbitral.

Una sucesión de equivocadas decisiones
ha ejecutoriado un fallo aberrante.

El infausto desenlace tendrá consecuencias
que van más allá de las que corresponden
a los conductores de la política exterior,
pues dañan al país, a la ciudadanía
y a las futuras generaciones.

La precipitación en convenir el arbitraje
sin ejercer previamente otros medios de solución,
tales como la conciliación o la mediación,
posibles conforme al Tratado de Paz y Amistad de 1984;
las normas restrictivas para la selección de los jueces
y la desaprensión en su elección;
la imprevisión al omitir recursos bien definidos
para la revisión de lo resuelto por un tribunal
cuya idoneidad no podía asegurarse;
la asignación de la defensa a funcionarios públicos
sin dedicación exclusiva ni participación relevante
en controversias precedentes, a diferencia 
de lo obrado por los gobiernos anteriores
y por la contraparte que mantuvieron equipos especializados;
la contradicción en los argumentos;
la inconsulta aceptación del fallo
sin antes haber evaluado su contenido;
la equívoca vinculación entre Laguna del Desierto
y el Tratado sobre Campo de Hielo Sur
y, en lo sustancial, la ausencia de una política de Estado,
son algunas de las causas que han culminado
con la pérdida completa de nuestros derechos
sobre todas las superficies sometidas al arbitraje.

Sin embargo, en la base de los desaciertos jurídicos
se encuentran diversos errores políticos que prueban
una falta de preparación para organizar la defensa,
exigir el retiro de la presencia argentina 
en los territorios disputados,
medir los riesgos de eventuales fallos
para esta y futuras controversias,
y, finalmente, evaluar otras posibilidades de solución
para una eficaz presentación de las tesis nacionales.

Todo lo anterior vigoriza las críticas que mereció 
la política exterior del gobierno del presidente Aylwin
cuando se le reprochó la ausencia de una estrategia efectiva
en la promoción del interés nacional en los asuntos exteriores,
en general, y limítrofes, en particular.

Entonces se criticó la acción diplomática
por su carencia de metas precisas
y por la politización de sus actuaciones.

Este proceder queda demostrado
en el programa internacional de la Concertación
que no menciona entre sus objetivos prioritarios
la defensa de la soberanía territorial
en los procedimientos vecinales.

Después se menospreció 
la pérdida de Laguna del Desierto
por tratarse, según se dijo,
de una extensión relativamente reducida
que debería contrastarse con el logro
de despejar todos los problemas
fronterizos con Argentina
(lo que no se ajusta a la verdad,
pues queda pendiente lo concerniente 
a la delimitación fronteriza
en Campo de Hielo Sur).

El veredicto sobre Laguna del Desierto
obliga a analizar abiertamente
las causas directas y el contexto diplomático
que permitieron este fracaso,
y exige medidas para evitar su repetición.

Las pérdidas territoriales afectan
a un atributo fundamental de la soberanía,
son motivo de profunda frustración ciudadana
y habilitan para ejercer el derecho
a discrepar de la conducción internacional.

Descalificar los reparos a la gestión diplomática
atribuyéndolos a móviles políticos
es eludir explícitas responsabilidades
y legitimar desaciertos y fallas
que causan un enorme perjuicio a toda la nación.

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