Para los que hicimos la transición
de la infancia a la adolescencia en los '60,
llegar a cumplir 60 no sólo resulta natural,
sino que dicho venerable cambio de folio
corresponde al inicio de la madurez profunda,
como la entendía Nietzsche, quien afirmaba
que dicho estado se alcanza cuando se recupera
la seriedad con que jugábamos de niños.
Para el caso del conjunto de entrañables
con los que jugamos de niños,
a juzgar por lo que han vivido
y realizado a lo largo de sus vidas
-y sobre todo al conversar con ellos-
pareciera que nunca perdieron
dicho estado de gracia y el espíritu lúdico,
junto con la intensidad y seriedad
con que participábamos desde las pichangas
o a lo que fuera, se conservan intactas
ahora desplegadas en las grandes ligas
o en los cuarteles de invierno
(algo que tampoco será tan terrible,
para una generación que pasó
por el servicio militar estudiantil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS