Diario La Segunda, Lunes 26 de Noviembre de 2012
http://blogs.lasegunda.com/redaccion/2012/11/26/el-sentimiento-tecnocratico.asp
Desde hace años sabemos que el lenguaje económico y sus agentes (economistas e ingenieros) se han transformado en el idioma y elpolicy making dominantes, lo cual ha sido bien documentado en Chile por los trabajos de Verónica Montecinos y Patricio Silva. Si uno se detiene un momento en la textura lingüística del espacio gubernamental y político, es imposible no sentirse abrumado por la presencia de categorías “técnicas” que mucho han contribuido a la desafección popular con la política. Es este control sobre lo público lo que les ha permitido, especialmente a los economistas, sentirse autorizados a actuar virtualmente en cualquier espacio, desde la redacción de novelas hasta el anuncio de candidaturas presidenciales; ese sentimiento de autoridad lo he llamado la condición social de los economistas.
Pero es también importante referirse a la ideología del método de los economistas, o si se quiere a un sentimiento tecnocrático que se expresa en diagnósticos y propuestas sobre el futuro en la más completa indiferencia por lo que poco tiempo antes estos mismos agentes habían negado y renegado. Detengámonos en un ejemplo. Hasta hace poco más de 700 días, buena parte del elenco de economistas vinculado a la Concertación rechazaban tajantemente siquiera la idea de una reforma tributaria, como tampoco se interesaban en un alza relevante del presupuesto público a favor de la educación (y para qué decir si existía preocupación por el monto de intereses del CAE). Pues bien, hoy por hoy no sólo estos mismos economistas se muestran a favor de una “verdadera” reforma tributaria, sino que además uno de ellos aspira a la primera magistratura proponiendo una reforma impositiva… sin ¿darse la pena? de explicar las razones de tan magna voltereta. Qué duda cabe: de no ser por el movimiento estudiantil de 2011, pocos economistas de la centroizquierda estarían planteando un alza de los tributos, lo que significa que el giro económico no se explica por razones endógenas (las de la ciencia económica), sino que por motivos de ambiente político y social. Ante este predominio de los economistas y sus volteretas, los partidos de la Concertación sucumbieron y avalaron este sentimiento tecnocrático, sin exigir justificaciones de lo que ya es una nueva oferta programática.
Es esta justificación la que, de explicitarse, no debiese sólo estar hecha de razones “técnicas” y “comparadas” originadas en este sentimiento tecnocrático que tanto confía en las métricas y en el método, puesto que estas mismas razones ya se encontraban disponibles hace 700 días. ¿Cómo justificar una nueva oferta política? Argumentando normativa y políticamente, basándose en alguna teoría de la justicia y de lo que se entiende por régimen de lo público.
Tomemos el ejemplo de la educación preescolar, un área de política pública que ya había interesado a la Presidenta Bachelet durante su mandato, pero que a partir de 2011 adquiere otra tonalidad. La aproximación tecnocrática sostiene, hoy, que es conveniente elevar el gasto en este tramo etario dado que es lo que hicieron muchos países de ingreso medio y que terminaron siendo naciones desarrolladas. La justificación estaría entonces en el dato comparado. Sin embargo, la naturaleza de la justificación sería muy distinta si, reconociendo el dato comparado, se enfatiza la justicia distributiva involucrada a escala intra e intergeneracional, puesto que es a través de la educación temprana que es posible aspirar a romper el ciclo reproductivo de la desigualdad, y por tanto a diseñar un tipo de sociedad justa desde el punto de vista de las oportunidades iniciales o de resultados (lo que no es lo mismo), lo que a su vez implica definiciones sobre lo público y lo privado. ¿Cómo no ver, además, que en la discusión sobre igualdad de oportunidades y de resultados se está haciendo referencia a las tensiones de la socialdemocracia moderna (desde el liberalismo de la tercera vía al universalismo de las políticas), precisamente porque hay en ella una discusión en primer lugar normativa sobre la buena vida, y sólo en seguida un sentimiento tecnocrático que no escabulle la controversia política?
Es de todos estos aspectos que ha carecido la discusión de la centroizquierda chilena, precisamente porque sucumbió durante demasiado tiempo a la seducción de esta lingua franca que es la de los economistas, y que parece ser que está quedando atrás ante una razón política que nunca debiese haber abandonado su imperio sobre lo público.
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