Voto ausente



No irán a votar, pero estarán en la atención de todos. Al menos el 35% de los chilenos mayores de 18 años, cerca de cinco millones de personas, se abstendrá de participar en esta elección. ¿Quiénes son, qué piensan y cómo ven su rol en la presidencial del próximo año? Esta es una radiografía al grupo más desconocido del nuevo padrón electoral.

Revista Qué Pasa, 19 de octubre de 2012

Se lo escuchó decir por primera vez a un profesor de historia, una tarde de segundo medio en el Liceo Francés de Santiago Centro. Y la idea le quedó grabada. “Si los jóvenes no votan”, recuerda Gabriela Palma (31) que le dijo esa vez el docente, “los políticos tarde o temprano tendrán que hacer una reflexión profunda”. Quince años después, Gabriela -que hoy es diseñadora de vestuario y tiene su propia tienda en el centro de la capital- dice que este domingo, una vez más, no votará: de esa forma, dice, tal vez logre hacer daño a una clase política con la que no está de acuerdo. Agrega que su otro motivo es que en El Bosque, donde está inscrita, nunca hay nada en juego. “Desde que recuerdo, está el mismo alcalde”, asegura. “Votar sería una pérdida de tiempo”.
A pesar de su oposición a votar en las municipales, dice estar más abierta a considerarlo para las elecciones presidenciales. Estima que ahí sí se juegan cosas importantes. Lo mismo afirma José Pizarro (19), quien vive en la Villa Cardenal Silva Henríquez, en Cerrillos, y trabaja durante las tardes como cocinero de un restaurante tailandés en el Costanera Center. Esta es su primera oportunidad de votar, pero hace tiempo decidió que no lo hará, al menos en esta vuelta. “En las municipales mi voto no puede cambiar nada. Además, el elegido se quedará en puras promesas”, dice con fastidio. “Siempre arreglan las calles o las canchas sólo el año de las elecciones, y los candidatos sólo aparecen una vez cada cuatro años. A mí me provoca un gran rechazo”.
Ambos jóvenes son parte de los cerca de cinco millones de chilenos que, según los expertos, no piensan asistir a las urnas este domingo, y que luego de la instauración del sistema de inscripción automática y voto voluntario, han pasado a ser el gran misterio -y el mayor botín a conquistar- del nuevo modelo electoral chileno. Sus motivos son diversos: la indignación con un sistema político que consideran poco representativo, el castigo a la lejanía de los actores municipales y, en otros casos, una apatía ante una elección en la que, según afirman, no se dirimen cosas relevantes.
El lunes, un día después de la elección, los no votantes voluntarios serán por primera vez un número concreto, y habrá un primer indicio de su futuro peso en el padrón. Dos estudios sobre la base de encuestas del Instituto Chileno de Estudios Municipales (ICHEM) y la Universidad Diego Portales, hechas en el mes de agosto, han buscado anticiparse a las elecciones haciendo una radiografía del nuevo no votante, identificando su tamaño potencial, cuál es su edad y de qué grupos socioeconómicos provienen. Ambos trabajos coinciden en que al menos el 35% del padrón no asistirá este domingo. De ellos, un tercio serán personas antes inscritas que dejarán de participar, los llamados “fugados”, mientras el grupo mayoritario serán jóvenes inscritos por primera vez, de manera automática.
“No habrá un aumento en el número de votantes, pero sí una repartición más proporcionada de los mismos”, dice Daniel Flores, sociólogo de la Universidad de Chile y director del ICHEM. “Si bien se fugan personas de más edad, se incorporan votantes más jóvenes. Creo que representará de manera más fiel la composición demográfica y socioeconómica del país”.
La mayor incógnita es si este cambio inclinará la balanza hacia la izquierda o hacia la derecha en el espectro político chileno y cómo esto influirá el próximo año. Entre el 15% y el 20% de los no votantes municipales ya han expresado, según ambas encuestas, su intención de participar en la elección presidencial de 2013. Una fuerza en torno a las ochocientas mil personas que podría cambiar los resultados finales, y sobre los que se sabe muy poco. Algo que aumenta el interés de los partidos por llegar a este grupo y conseguir que en la siguiente elección vayan a votar.
Esto lo tienen presente muchos de quienes hoy se declaran no votantes y que esperan un cambio radical en la política chilena antes de ser parte de la masa electoral. Uno de ellos es Mauricio Oportus (20), estudiante de Ciencia Política de la Universidad Católica, quien dice que no dará su voto a ningún candidato, mientras no vea en ellos una actitud representativa de los ciudadanos. A pesar de haberse inscrito para las elecciones pasadas, finalmente decidió no votar. Y dice que si bien los temas puestos en la discusión pública por los movimientos sociales del año pasado lo acercaron al proceso electoral, seguirá al margen mientras no vea diferencias programáticas reales, que superen la mera discusión valórica o de roles durante el régimen militar.
“Antes todo el mundo sabía cuáles eran sus votos duros y cuánto tenían que arriesgar en la elección”, asegura. “Ahora que todo cambia, va a ser interesante ver qué hacen los políticos para agarrar a los nuevos votantes y mantener los que tenían”.

Fugados y autoexcluidos

El ritual de Piedad Rodríguez (51), bachiller en filosofía y actual secretaria en una corredora de seguros, para las elecciones siempre fue invariable: ir a su local electoral en Ñuñoa, anular su voto y ayudar como enfermera voluntaria de la Cruz Roja en el recinto. Dice que haciendo eso sí sentía que estaba aportando, mucho más que votando por candidatos que nunca la representaron. El domingo será la primera vez que se quede en casa desde 1988, la última vez que no anuló, cuando marcó “No” en el Plebiscito. Dice que la lejanía de las autoridades terminó cansándola. “Les he mandado mails a los concejales y nunca he recibido respuesta”, asegura. “Al no votar quiero expresar la apatía que siento, que es la misma que muestran los candidatos”.
Piedad dice que le gustaría que las cosas cambiaran y poder votar conociendo a los candidatos, pero que no lo hará hasta que así sea. Residente de su misma comuna, la asistente social Marcia Jara (53) tampoco irá a votar, aunque ella está inscrita en La Florida. Dice que a pesar de haber votado siempre hasta la elección de Michelle Bachelet, hoy ni siquiera sabe quiénes son los candidatos. “El tema no es el voto: es la clase política la que tiene que hacer un viraje fuerte. Al no votar, no estoy cediendo poder, sino expresando que estoy indignada”.
Piedad y Marcia son “fugadas”. Pertenecen al grupo de personas que se inscribieron en los registros electorales antes de 2010 y que no irán a estas elecciones. Una masa que, según el trabajo de ICHEM, equivale a cerca del 8% de todo el padrón; es decir, poco más de un millón de personas. Daniel Flores explica que, según sus datos, ese grupo “se caracteriza por ser adultos y adultos mayores y pertenecer a los grupos socioeconómicos medios y bajos”.
Otro 10% no sabe o no contesta si irá a votar. Sin embargo, el bloque mayoritario de los no votantes es el que Flores denomina como “autoexcluidos”: principalmente jóvenes entre 18 y 29 años, de estratos socioeconómicos C3 y D, que no estaban inscritos antes del cambio del sistema y que tampoco irán a votar en estos comicios. Las cifras muestran que el 17% de los potenciales votantes -más de 2.100.000 personas- entran en esta categoría.
El estudiante de Historia de la Usach Isaac Calvo (26) estuvo a punto de abandonar ese grupo estas elecciones. Cuenta que a mediados de año dedicó varias tardes en su casa en la comuna de Santiago a pensar si participaría por primera vez en una elección. Finalmente descartó hacerlo. “Decidí que no iba a participar cuando me di cuenta de que el voto pragmático no es el camino”, dice. “El hecho de votar o no, no me parece la parte principal de la democracia. No va a cambiar el sistema por elegir un alcalde u otro”.
Según Juan Pablo Luna, académico del Instituto de Ciencia Política de la U. Católica, la pérdida de votantes es algo inevitable al pasar a un sistema voluntario: “Todos los mecanismos de voto voluntario generan una baja relativa de participación. La evidencia indica que, salvo excepciones, vota menos gente y la más interesada en la política, que está estratificada socialmente”.
Claro que el voto voluntario, señalan los analistas, también permite que los convencidos a última hora puedan sumarse y votar sin ningún inconveniente. Por eso, los no votantes municipales son el grupo a conquistar por los partidos políticos. Y ya plantean sus exigencias.

El factor presidencial

Cuando Branko Karlezi (31) llegó a mediados de 2009 a inscribirse para la elección presidencial en Lo Barnechea, lo pensó como un deber. “Era como un matrimonio: si uno dice que sí, tienes que cumplir lo que te comprometiste. Y yo asumí que tenía que ir a todas las votaciones siguientes”, cuenta. Pero a Karlezi, gerente comercial de una cadena de hoteles, el panorama le varió con el cambio de sistema. “El alcalde ya tiene ganada la elección, y además yo vivo en Vitacura”, comenta. Pero hace una diferencia: “Para la presidencial voy a ir a votar sí o sí, esté donde esté. Aunque tenga que volver de mis vacaciones”.
De acuerdo al estudio de ICHEM, Karlezi es un caso característico. Cerca del 5% del padrón total -unos 650 mil votantes- señalan que no irán este domingo a votar, pero sí lo harán el próximo año. El 44% de este grupo se concentra entre los 30 y los 45 años. La encuesta de la UDP, por su parte, muestra que este grupo alcanza el 8% -en torno a 800 mil personas-, mayoritariamente hombres (54,9%), y más concentrados en regiones (67,4%). Ambos trabajos coinciden con la tendencia internacional en voto voluntario, en que las elecciones a nivel nacional son más votadas que las locales. “Somos un país presidencial. La gente tiene la idea de que uno sale a votar por el presidente y que eso es lo importante. La política municipal los afecta más directamente, pero por otro lado es menos romántica”, afirma el cientista político Robert Funk, subdirector del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile.
Sin embargo, la identidad política de este grupo aún es una interrogante. Según la encuesta de la UDP, el 76% no se identifica con ningún partido, y en cuanto a bloques, la derecha es más poderosa que la izquierda (14,3% contra 9,9%), algo que coincide con que los “presidencialistas” son más de clase alta y media. Pero, por el contrario, el sondeo de ICHEM afirma que el grupo es mayoritariamente de clase baja y que apoyan a Michelle Bachelet, en una mayor proporción al resto de la muestra (63% contra 55%).
Las dudas parecen explicarse en que aún el escenario no está del todo definido dentro de los propios no votantes. Segundo Ancatén (23), de origen mapuche, no sabe si el próximo año votará en la presidencial. En 2010 votó nulo. “No hay candidatos que me representen”, dice mientras cumple su labor de fiscalizador en un paradero del Transantiago.  Vive en Quinta Normal, pero está inscrito en Temuco. Su hermano René, que trabaja con  él, viajará a votar en las municipales por la promesa de que le darán un trabajo en la alcaldía. Segundo dice que para él no vale la pena, ya que no tiene nada que ganar, pero que en la presidencial lo pensará.
“Hay mucha gente que dice que el voto no hace la diferencia. Pero yo creo que sí. Si hay varias personas que piensen lo mismo que uno, se pueden hacer cambios importantes”, asegura. Luego hace una pausa y agrega: “Pero las propuestas tienen que ser reales, no como las de siempre”.

VOTO AUSENTE

El “no voto oculto”

En marzo pasado, el Instituto de Ciencia Política (ICP) de la Universidad Católica realizó una encuesta sobre las elecciones municipales con un detalle: preguntó a las personas si estaban inscritas para ir a votar, sin decirles que estaba vigente el nuevo sistema. El 22,2% contestó que no, apenas 10 puntos menos que el año previo.
“Hay un porcentaje de gente que no sabe que está inscrita. Y de la misma manera, hay gente del viejo padrón que aún piensa que el voto es obligatorio”, dice Juan Pablo Luna, académico del ICP, quien usa el ejemplo para explicar por qué los resultados de participación de estos comicios deben ser examinados con cuidado. “Antes de ni siquiera medir los efectos, hay que ver que hay gente que no está enterada del cambio, en uno u otro sentido”, plantea.
En general, las elecciones en países que tienen voto voluntario enfrentan un escenario de “no voto oculto”; es decir, los sondeos suelen sobreestimar el número de personas que finalmente van a ir a votar. Esa será una de las grandes incógnitas a despejar el domingo. “Como se supone que votar es bueno, la gente trata de esconder que no va a votar. Es un sesgo de deseabilidad social”, plantea Luna.
A eso se suman hechos que pueden ocurrir el mismo día de la elección o en las jornadas previas, que aumenten o disminuyan la afluencia de votantes. “Con voto voluntario, los factores coyunturales son decisivos. Una lluvia puede generar mayores costos por votar y así deprimir la participación”, dice Mauricio Morales, académico de la UDP.
La cifra a comparar será la votación de las anteriores municipales. En 2008 votaron 6.959.075 personas, el 58% de la población en edad de votar, aunque 600 mil de esos votos fueron nulos; es decir, un 8,5%. Pero algunos expertos plantean que la elección municipal será de transición y que para evaluar de forma completa el sistema se debe esperar a la presidencial. Lucas Sierra, coordinador académico del Centro de Estudios Públicos, afirma lo siguiente: “Las municipales son un buen test, pero no el mejor. Faltan las presidenciales y las parlamentarias, donde se siente que está más en juego. El verdadero test va a ser el próximo”.

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