Tú, Señor, nos hace ver la luz


El Domingo Día del Señor
Año XXXVII, Nº 1.976
28 de Octubre de 2012
30º Domingo durante el año

Comentario preliminar aludiendo
a las lecturas de la Santa Misa de hoy,
particularmente la del Evangelio
de San Marcos, capítulo 10
que narra el encuentro de Bartimeo,
un mendigo que padecía de ceguera,
con Nuestro Señor Jesucristo...
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El verdadero problema comienza
cuando el que no quiere ver soy yo,
y estoy tan ciego que ni sospecho
de estarlo; simplemente a cada paso
me autoafirmo en mis puntos de vista
y me confirmo en mis juicios y prejuicios.

Tan ciego que no veo mis límites personales,
tan ciego que no reconozco mis errores,
tan ciego que creo tener siempre la razón,
tan ciego que no se me ocurre imaginar
que voy por el camino equivocado,
tan ciego que no veo mi pecado
ni me reconozco pecador...

Bartimeo, 
el ciego que mendigaba
a la orilla del camino
era un ciego que sí veía.

Veía su ceguera,
estaba consciente de sus límites
y de su necesidad de ser ayudado.

Veía, además, 
de dónde podía venir
la ayuda que necesitaba
y reconoció al Señor.

Al enterarse que era 
Jesús de Nazareth
quien pasaba, se puso a gritar:
«¡Hijo de David, ten compasión de mí!»

El siguió clamando a la compasión de Jesús,
a pesar de quienes lo retaban para que callase:
esos no veían lo que Bartimeo había visto.

Al llamado de Jesús, arrojó su manto
(su protección, sus seguridades)
se paró de un salto y fue presuroso
hasta donde el Señor.

Jesús le preguntó:
«¿Qué quieres que haga por ti?»

Bartimeo respondió:
«Maestro, ¡que vea!»

Esa era la luz que Bartimeo había visto:
todo cuanto de nuevo podía acontecer
en su vida pasaba por la persona del Señor.

Es la maravillosa acción de la gracia
la que prepara el encuentro con Jesucristo
desde el reconocimiento de la propia ceguera,
del propio pecado, de la necesidad de salvación:
'Tu luz, Señor, nos hace ver la luz' (Salmo 36, 10).

El evangelio de hoy 
concluye en la proclamación
de Bartimeo como discípulo:
"recobró la vista 
y le seguía por el camino".

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