Lo que sigue es lo que habría escrito el sábado pasado: "Se han realizado las elecciones municipales y ha hablado "la voz del pueblo". Antes se decía que era también "la voz de Dios", pero, por respeto al Creador, no corresponde ahora inmiscuirlo en esta clase de confrontaciones. Lo que sí debe hacerse es analizar con objetividad y realismo los resultados producidos, sin concluir en malabarismos de cifras y palabras para sostener que todas y cada una de las fuerzas en cotejo han resultado triunfadoras".
"Hay que aprovechar de sacar a luz las aspiraciones, sentimientos y esperanzas que expliquen las votaciones, incluso las abstenciones. Los perfiles personales de los candidatos favorecidos y la posición partidaria con que se identificaron son señales que permiten, si se escudriñan con seriedad, vislumbrar los caminos por los que el pueblo -y, a lo mejor, hasta Dios- quieren caminar".
"Los resultados electorales constituyen la grande e indiscutible encuesta, no hay sondeo de opinión más fidedigno y completo. Si con racionalidad se aprovecha esta evidencia, se podrá intentar reencauzar el sentido de la política, que se aprecia tan perdido como barco que navega sin brújula ni capitanes".
"En medio de una apatía generalizada, alterada por descalificaciones, sin definición de problemas y soluciones, sin energía renovadora, es inadmisible seguir cantando irresponsablemente aquello de "total para qué te vas a preocupar, las cosas como vienen se tienen que tomar".
Hoy, estoy lleno de nuevos e inquietos interrogantes...
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