Diario El Mercurio, Domingo 28 de Octubre de 2012
Siempre se ha dicho que los debates en Estados Unidos no cambian significativamente el voto, pero los últimos fueron cruciales para el empate en que están Obama y Romney. En el primero, el republicano estuvo brillante, agudo y asertivo. Obama, deslucido, aletargado y sin energía. En el segundo, despertó, agredió y fue agredido. Yo diría que pudo ser empate técnico, si la presentadora no hubiese intervenido para dar la razón a Obama en un punto dudoso, que descolocó a Romney. En el tercero, sobre política exterior, Obama ganó lejos. Esa discusión, para un Presidente que ha sido comandante en jefe por cuatro años, frente a un contendor con cero experiencia internacional es una pelea ganada de antemano.
Obama ya no es el novato de 2008, que enfrentó en desventaja a John McCain, veterano de guerra y del Congreso. Esta vez, el Presidente pudo pasearse cómodo por los problemas internacionales más complejos; mostrar sus éxitos (no muchos), como el retiro de las tropas de Irak o el operativo que terminó en la muerte de Osama bin Laden; explicar sus fracasos, como la política hacia Irán y Norcorea, o defender sus ambigüedades en el conflicto israelí-palestino. No fue convincente en varios otros, pero mostró que tiene plena confianza en sus decisiones, porque, como dice James Mann, él es su propio estratega en asuntos mundiales.
Mann es el autor de un excelente libro, "The Obamians" (cuyo subtítulo es "La lucha dentro de la Casa Blanca para redefinir el poder estadounidense"), que escudriña el enfoque global de Obama antes y después de asumir. Entra en la formulación de su política exterior y en cómo toma las decisiones. En el libro queda en claro una pugna entre actores (Departamento de Estado, Pentágono, académicos) para imponer su visión del estatus de potencia y el rol de EE.UU., pero también que es Obama quien en definitiva decide, y dentro de un círculo pequeño de jóvenes asesores que lo acompañan desde su época del Congreso.
Estos "obamianos", al igual que el Presidente, no tienen el "trauma" de Vietnam, que marcó a varias generaciones. Si algo los determinó fueron el 11-S y la crisis financiera de 2008. Para Mann, ahí está la clave de por qué Obama puede ser una mezcla de idealista (que trata de promocionar la democracia) y realista (determinado a usar la fuerza, como en Libia, si es necesario), que no se avergüenza de haber dado cierta continuidad a la política exterior de George W. Bush, en especial la lucha antiterrorista. El L eitmotiv del grupo podría resumirse en la frase de uno de ellos, Ben Rhodes: "No queremos liderar la decadencia de EE.UU. Queremos darle 50 años más de liderazgo".
Con todo, no será la política exterior sino la economía lo que tendrán en mente los estadounidenses al votar. Y con Romney aventajando por ese lado, la incertidumbre se cierne sobre el resultado.
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