Quo vadis‏



Siempre me olvido del presente,
el pasado lo estoy inventando
y el futuro me recuerda no sé qué.

El presente definitivamente no está,
el pasado todavía hay que predecirlo
y del futuro ya ni me acuerdo.

El presente es lo único 
con lo que no contamos.
Es el instante que pasó
cuando nos hacemos 
conscientes de ello.

Lo que hacemos
lo imaginamos antes
como futuro,
en base a proyecciones
de experiencias pasadas.

El presente es lo único
que no controlamos:
es la contingencia 
que se produce
en la colisión entre 
el pasado y el futuro.

Si hay que remar
el futuro está
a nuestras espaldas.

Lo que está frente
a nosotros es el pasado
y el presente 
no es más que el remo 
hundido en el agua.

Cuando nos 
echamos atrás,
no apoyamos la espalda
en un futuro intangible,
sino que estamos sostenidos
por el remo que avanza
hacia el pasado
oponiéndose a las aguas del tiempo.

Así contemplamos cómo se desprende,
gota gota esa transparencia líquida 
que se integra nuevamente al océano
que deja ser temporal y pasa a ser calma.

El aburrimiento es tiempo detenido.
El atolondramiento es tiempo fugitivo.
El conocimiento es tiempo comprimido.
El ensimismamiento es tiempo reprimido.
El encantamiento es tiempo sostenido.

La contemplación es tiempo creativo
de quien se larga a navegar entre tormentas
y calmas, con la sabiduría del marino
que sabe esperar la corriente
que se revelará beneficiosa
así como el saber capear tormentas 
hasta volver a las playas de la vida
cotidiana que siempre nos está recordando
que el tiempos e escapa de entre los dedos.

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