Polvo de huesos‏



Lo bello trágico

 por Pedro Gandolfo
Diario El Mercurio, Revista de Libros
Domingo 28 de Octubre de 2012

Desde el título, Polvo de Huesos , antología elaborada cuidadosamente por Kurt Folch, y que reúne la obra poética de Rosabetty Muñoz -tanto de textos publicados como de poemarios inéditos-, ya se intuye una sensibilidad trágica. Lo que queda de lo que queda está presente cual velo de maya desplegado, develado. En efecto, su temática desenmascara, o más bien acusa la presencia sempiterna de la muerte como objeto de representación: la confronta, la interpela, la resigna, la pone ahí por delante, sacudiendo al lector de manera implacable y brutal: está a la vuelta de la esquina, "anuncia el zarpazo", "anticipa el miedo". El correr del tiempo, el instante, son fragilidades irreductibles, abismales y amenazantes: ".../ Por el costado, el tiempo/avanza con su lenta carcoma./ Noche y día, el murmullo/de las faltas cotidianas/se mece, cadencioso, entre las sombras" (s/t, de Sitios fugaces , 2003); o, "... El terrible Cronos/ nos empuja vida abajo/ donde la única verdad que permanece/ está clavada como las cruces en la tierra..." (s/t, de En lugar de morir , 1986).
La naturaleza conspira también; nunca sale el sol, y la tormenta, el rayo, la lluvia, la tempestad son imágenes recurrentes que sólo vienen a confirmar la miseria de nuestra existencia, la precariedad radical. La pobreza y el hambre nos azotan una y otra vez: "Hace tiempo mis hijos sufrían de hambre./ Secos mis ojos/ mechones arranqué de sus cabezas./ Después el amor/ ya no borró cicatrices/ ni sus rostros pequeños/ volvieron a sonreírme". ("Hace..." deHistoria de su Santa Elevación , 1998). La propia identidad queda en suspenso y se refugia de la amenaza exterior mediando la introspección de la palabra; la oveja del rebaño se vuelve reflexiva y lúcida, se niega y se deshace de la vana ilusión mundana: "Ya no me miro al espejo/ ¿para qué?/ Con el nuevo día no llega la posibilidad/ de cambiarme el rostro y el cuerpo..."; o, "Es verdad lo del cascarón./ Estoy mirando el mundo desde la trizadura del huevo/ y me repugna..." ("Reintegración al Rebaño" y "Oveja que Defiende su Posición en el Rebaño", de Canto de una Oveja del Rebaño , 1981). En Ratada lleva al punto cúlmine su antropología negativa advirtiendo en la condición humana pestilencia, crueldad, degeneración y putrefacción, decadencia y carga, en suma, de un atavismo del que no se puede escapar: "No esperen una postal amable/ deste pueblo de mierda/ Aparte del mar encabritado/ además de las ratas/ devorándose entre ellas/ aún después de los cadáveres;/ el asunto huele a esencias engañosas./ Para estar aquí/ hace falta estar vencido" ("Huele...", de Huele a Esencias , 2005).
El desgarro de la poesía de Rosabetty Muñoz canta desde la voz de la mujer, de su soledad y abandono, de su tribulaciones, mas no en clave reivindicatoria o discursiva; simplemente el hombre está ausente: "Se suceden en procesión/ hacia el altar de la sangre/ estas jovencitas/ con sus crías en bolsas negras./ -hay otras debajo de las tablas del piso/ y enterradas con las flores del jardín/ En pecado mortal/ están las hijas de la patria./ Actúan ellas en nombre de ninguna" ("En... ", de En nombre de Ninguna , 2005); "Reunió a sus hijos/ con enorme dulzura./ Entre todos amarraron la cuerda/ alrededor de la viga/ y acomodaron el cuello paterno./ Después amasaron huesos y lágrimas/ sirvieron la mesa en silencio/ a medias despojados del miedo" ("Reunió...", de La Santa Historia de su Elevación , 1998). Su poesía no discrimina por género, pues el lector varón encaja, empatiza y participa del inevitable sufrimiento a que las cadenas de la existencia nos ata. En este sentido, Muñoz, es especialmente rigurosa al evitar caer en la tentadora y delgada línea que eventualmente separa ambas sensibilidades.
La obra temprana de Rosabetty Muñoz ya ofrece indicios de rigor en la composición y una clara determinación en su visión de mundo, la cual prevalece hasta sus últimos escritos, quizás con la excepción del inédito Espesor del Instante (2009-2012), pues entra en una dimensión más íntima, esbozando el autorretrato como temática y una cualidad algo más optimista. En aquellas primeras obras se advierte algún uso de metáforas y de imágenes a ratos desgastadas como en: "Cada célula fortalecida para la misión/ de caminar sobre despojos./ En el hábito de mirarte/ se nos va la vida" ("Aucar", de Hijos , 1991), y quizás, debido a la aparente sencillez de su decir, pueda resentir una falta de carácter y vigor. No obstante, a partir de Ratada , su poetizar se vuelve denso, contundente, agudo y refinado. Su verso frontal y lacerante armoniza en contenido y forma, ya maduro, cuidando el ritmo interno y el tono e integrándolos orgánicamente. Llegados a este punto se aprecia realmente la impronta de un oficio cabal y sostenido, vindicándose -retrospectivamente- su obra temprana. Con un lenguaje sólo aparentemente sencillo elabora un universo personal, original y particularmente complejo, el cual se observa con nitidez, sobre todo al apreciar la obra en la perspectiva de su conjunto: lo trágico poetizado con oficio en la palabra y profundidad de vida y pensamiento.

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