Pérez: 90 minutos de agresiones, recriminaciones y la añoranza del orden burgués...‏



Pérez
por Ascanio Cavallo
Diario El Mercurio, Sábado 27 de Octubre de 2012

Para convertir el teatro en cine no basta con sacar la cámara al patio...

Ascanio Cavallo.jpg
Pérez (Luis Gnecco), un cuarentón con sobrepeso y bon vivant, llega a su casa de veraneo con su pareja, Marion (Natalia Grez), una mujer vivaz y más joven que él. Pero este fin de semana Pérez ha invitado también a su hija Roma (Antonia Santa María), una veinteañera a la que no crió ni acompañó en su crecimiento, y a la que sólo ve de vez en cuando. El primer problema de Roma es enfrentar la presencia de Marion, evidencia clara de que su padre hace su vida con perfecta normalidad y no está dispuesto a darle la exclusividad ni siquiera este fin de semana.
De ahí en más, Roma emprende una escalada de agresiones contra Marion y recriminaciones contra Pérez. El fin de semana deviene en un infierno para todos. La más dañada es Marion, cuya capacidad de defensa resulta mínima en un conflicto que no le pertenece. Pérez sufre por derivación: por el dolor de Marion, por la ira de Roma y por algún vago sentimiento de culpa no resuelto. Roma... bueno, Roma llega sufriendo.
La historia sostiene la tensión durante una hora y media sobre la expectativa de cuán mayor será la siguiente agresión y cómo reaccionarán los ofendidos. El origen de Pérez es una obra de teatro -escrita con talento y agudeza por Elisa Zulueta- y la película no altera ni supera ese origen. Los personajes permanecen atrapados en sus determinaciones. No parecen tener la más mínima libertad; responden a un plan inmodificable, en el que no es posible ninguna reacción diferente de la prevista. La cámara es fiel con este plan. Por eso no captura muchas inflexiones; en general, se pierden más matices de los que recoge. Para convertir el teatro en cine no basta con sacar la cámara al patio.
En lo de fondo, Pérez plantea una encrucijada ya antigua en el cine chileno: el conflicto con el padre. Sólo que aquí hay una inconsistencia de base. Roma le reprocha a Pérez haber sido un padre ausente, un progenitor que no se preocupó nunca por ella. Pero Pérez no quiso ser padre, no quiso tener esa hija, no quiso hacerse cargo de ella. ¿Qué sentido tiene entonces el reproche?
En realidad, sólo adquiere sentido porque Pérez no es capaz de defender sus decisiones y se comporta como un papanatas. Como vividor y liberal, deja mucho que desear. No hay forma de empatizar con él, a pesar de que nadie es simpático en esta cinta.
Y a la vista de estas renuncias esenciales de Pérez, una vez más es preciso volver a las preguntas básicas: ¿cuál es la moral de esta película? ¿Qué representa Roma, qué quiere? ¿Solamente humillar a un hombre al que desprecia, como parece despreciar a todos los hombres? No, esto no es suficiente. Ella añora también -y esa es su medida ética, la perspectiva desde la cual juzga- un padre responsable, una familia biparental, un matrimonio institucional, una vida protegida. Lo que en el lenguaje de la incorrección política se solía designar con dos palabras filosas: el orden burgués.
Pérez
Dirección: Álvaro Viguera. Con: Luis Gnecco, Antonia Santa María, Natalia Grez. 90 minutos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS