Reedición de «Viajes exploración por los archipiélagos australes»‏


Viajes exploración por los archipiélagos australes. Autor Enrique Simpson, Ofquis Editores E.I.R.L. 16 x 22,5 cm, 230 p. Ilustraciones y mapas, Temuco. 2011.
Ofqui Editores se ha propuesto reeditar aquellas obras escritas del pasado que por su significación la merecen, en el convencimiento que las mismas integran el patrimonio cultural de la nación chilena y que, por tanto, deben ser puestas a disposición del público culto interesado en ellas.
Y para iniciar tan loable tarea ha elegido bien al seleccionar el libro EXPLORACIONES HECHAS POR LA CORBETA CHACABUCO AL MANDO DEL CAPITAN DE FRAGATA DON ENRIQUE M. SIMPSON EN LOS ARCHIPIELAGOS DE GUAI-TECAS, CHONOS I TAITAO, que fuera publicada por única vez en 1874. Decimos que se escogió acertadamente por dos razones; una, por cuanto es la primera obra geográfica descriptiva de envergadura referida a una parte del territorio nacional escrita por un chileno, toda vez que para la época, las únicas conocidas por su importancia y calidad eran las que habían dado cuenta de los resultados de los trabajos y exploraciones realizadas por europeos tales como Claudio Gay, Amado Pissis, Ignacio Domeyko y Rodulfo A Philippi, entre otros. Y otra, por cuanto la obra de Simpson que informa sobre los resultados de sus cuatro expediciones emprendidas en la Patagonia occidental entre los grados 44 y 46 de latitud sur por encargo del Supremo Gobierno, entre enero de 1870 y septiembre de 1873, merece ser considerada como la contribución fundamental en el género de que se trata para el conocimiento del vasto sector centro–occidental de la Patagonia chilena, al punto de que a partir de la misma puede datarse el principio de la historia moderna y del conocimiento geográfico de la región de Aysén.
Para valorarla especialmente cabe recordar que antes de los viajes y trabajos emprendidos por el comandante Enrique M. Simpson, en Chile se disponía únicamente de aquellas relaciones antiguas del tiempo del dominio hispano correspondiente a los relatos de los viajes misionales y de reconocimiento realizados a las regiones situadas al sur de la isla de Chiloé por orden de las autoridades de Chile y del Virreinato del Perú, entre ellos el calificado estudio emprendido por el ilustre marino español José de Moraleda y Montero; y, en época más reciente, de la relación de la parte correspondiente del célebre periplo hidrográfico del bergantín HMS Beaglebajo el mando del comandante Robert FitzRoy, entre 1832 y 1834. Unos y otros trabajos con lo valiosos que habían sido, conformaban para 1870 un corpus informativo con mucho de elemental, insuficiente e incompleto para el debido conocimiento de la geografía marítima del amplio sector comprendido entre las islas Guaitecas y el golfo de Penas, y de su correspondiente territorio continental aledaño y, aun así, dominio de algunos pocos hombres ilustrados del país, mayormente académicos, pues buena parte de ese acervo se contenía en los repositorios coloniales nacionales y españoles que recién eran materia de investigación.
Esta circunstancia de carencia informativa se daba, además, en un contexto muy particular como era el de la controversia que las Repúblicas de Chile y de Argentina mantenían por entonces acerca del dominio de la Patagonia y Tierra del Fuego, y que por lo tanto, exigía disponer de la mayor información para la mejor defensa de los correspondientes derechos. En el caso de Chile ello se refería a las absolutamente desconocidas zonas ultracordilleranas de la Patagonia central que se suponía eran territorio de interés por sus posibles riquezas naturales y para la ocupación colonizadora. Las mismas habían sido dadas a conocer al mundo científico con la publicación hecha en 1870 por el antiguo comandante de la Marina Británica George Ch. Musters, y que daba cuenta de su recorrido por la Patagonia interior desde la colonia chilena de Punta Arenas, en el estrecho de Magallanes, hasta el establecimiento argentino de Carmen de Patagones, cerca de la desembocadura del río Negro en el océano Atlántico, circunstancia que pudo avivar el interés de las autoridades nacionales por su mejor conocimiento.
De ese modo, el comandante Enrique M. Simpson inició y llevó a cumplido término un trabajo ciertamente valioso de reconocimientos hidrográficos y geográficos a lo largo de cuatro años, faena fecunda en resultados que superó con creces los objetivos del encargo ministerial original y cuyo desarrollo califica tanto a conductor, cuanto al buen y responsable desempeño de sus colaboradores, oficiales, tripulantes y supernumerarios, y, va de suyo, al de la Armada de Chile personificada en el director de sus servicios hidrográficos, capitán de fragata Francisco Vidal Gormaz. Esa tarea de relevamiento sitúa a la entonces joven institución nacional en un rango de mérito comparable al de otras oficinas técnicas navales de las más prestigiadas armadas del mundo en la época.
No cabe abundar acerca del variado e interesante contenido del libro, materia sobre la que cada lector se formará su apropiado juicio, pero sí destacar del mismo aquellas conclusiones de Simpson elevara a la consideración del Supremo Gobierno respecto de las acciones que correspondían realizar para la afirmación de los derechos de Chile en la Patagonia, en la cabal comprensión de la importancia de sus regiones ultraandinas orientales: la ocupación de la ribera sur del río Santa Cruz, de la zona de nacimiento del río Aysén y de la margen oriental del lago Nahuelhuapi, que conjuntamente con la sugerencia de dividir las jurisdicciones chilena y argentina según la línea del meridiano 70° oeste de Greenwich entre el primero y el tercero de los puntos mencionados, habría cambiado –de haber sido oportunamente valorada y recogida– la estrategia de la defensa y posibilitado quizá, con un mejor resultado para las pretensiones del país que el que se lograría en algunos años después mediante el Tratado de 1881 y su consecuencia el laudo arbitral de 1902. Ello sitúa el pensamiento del comandante Enrique M. Simpson en el nivel de aquellos propios de los hombres de Estado visionarios –con una singular percepción geopolítica– y hace de su figura una de las excepciones notables en la historia de la definición del dominio geográfico chileno. Esta y otras razones califican sus méritos, valoran la obra y justifican su lectura con sentimiento de patriótico reconocimiento hacia su talentoso autor.
Mateo Martinić Beros

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