Mi vida como estudiante Blanca Lewin

Diario El Mercurio, Revista Ya,
martes 25 de septiembre de 2012


La actriz debutará en la serie "El reemplazante" (TVN), donde interpreta a una tímida profesora de artes visuales, y, en esta entrevista, se remonta a su propia historia colegial. Su paso por dos escuelas en Estados Unidos, los profesores que la marcaron y su llegada a la universidad. Sobre la crisis educacional chilena, dice: "Aquellos líderes estudiantiles y gente que se moviliza, también tienen la particularidad de haber tenido una formación crítica. Si tuvieran tan mala educación, lo más probable es que serían personas abúlicas, sin reacciones. Pero es gente despierta, inquieta".  
 

Por Natalia Núñez. fotos Pedro Quintana. asistente de fotografía: Kata Ulloa. Producción Catalina Domínguez y Paula Salilnas. maquillaje Rosario Valenzuela. Agradecimientos: Galería Patricia Ready. 

Le dijeron que tenía que repetir prekínder. Que era muy inmadura en términos emocionales. Que no estaba preparada todavía para dar el paso de ingresar a kínder. Que era demasiado parlanchina y desordenada. Eso fue en el Colegio María del Pilar. Monjas por doquier decían que Blanca Lewin no era apta para el siguiente nivel educativo.
-La verdad sea dicha: yo a esas alturas ya sabía leer y escribir y me aburría como ostra en las clases. Me mandaban a hacer unas tareas...
Empezó a hacer por segunda vez el prekínder, cuando su abuela, con quien vivía en ese entonces, la agarró de un brazo y la cambió a un colegio donde sí aceptaran que su nieta hiciera el kínder como correspondía. Blanca entró al Colegio Monjas Argentinas en la calle Pedro de Valdivia, casi al llegar a Avenida 11 de Septiembre. Ahí tuvo como compañera de curso a Mirela, la hermana menor de Tonka Tomicic, y fue feliz mientras la morena tía Javiera guiaba sus primeros pasos educativos.
-Yo amaba a esa profesora. La tía Javiera.
Fue feliz hasta que tía Javiera quedó embarazada, desapareció del mapa y llegó una reemplazante. Blanca cursaba segundo básico. La reemplazante era rubia, se llamaba Luz María y todo el curso la quería. Le dedicaban canciones cuando hacían paseos de curso al zoológico. Blanca, a sus siete años, encontraba curioso tanto afecto hacia la sustituta.
-Yo era bien desordenada en realidad. Era bien buena para hablar, igual que ahora. Hablo harto. Y esta tía me ponía scotch en la boca para que me quedara callada en clases. Muy gracioso porque justo en esa época mi situación familiar era súper compleja -sus padres se estaban separando-, estaba como en juicio y toda la cuestión. Precisamente en ese tiempo me empecé a hacer pipí. Fuerte. Obviamente todo el mundo lo atribuía a lo que me estaba pasando familiarmente que, por lo demás, yo no me estaba enterando mucho. Mi familia, mis abuelos con los que yo vivía estaban súper preocupados. Pero claramente me estaba haciendo pipí porque estaba aterrada con esta profesora nueva. A esa edad no lo cuentas. Nunca nadie supo que esta señora me ponía cinta adhesiva a mí y a una compañera.
Eran otros tiempos, reflexiona Blanca. No se sabía de los derechos del niño, no se hablaba de bullying, los alumnos acostumbraban guardar silencio respecto a lo que pasaba al interior de la sala. La reemplanzante, cree la actriz, se había ganado la admiración del resto del curso porque representaba ese ideal de clase alta al que aspiraban las señoritas que se educaban ahí: rubia, blanca, joven, flaca, practicante. Luz María tenía un halo de perfección que cautivaba a las masas. Pero Blanca no se tragaba ese cuento. Ella seguía hablando e instalando su discurso.
Esa reemplazante marcó su infancia y su forma de ser de por vida. Pese a la huincha que pusieron en sus labios a los siete años, Blanca nunca se ha callado ninguna cosa. Es abierta con sus preferencias políticas, activa en las movilizaciones ciudadanas y entusiasta con sus opiniones a través de sus blogs y columnas en diarios. Ha disparado contra su propio gremio y no tirita cuando tiene que apuntar a los responsables de algo que le parezca mal. No pierde el tiempo. Disfruta conversando y no cae en la comodidad de tomar palco frente a temas de actualidad, como la crisis de la educación en Chile. Tema que será abordado en la próxima serie de TVN, "El reemplazante", que debuta en octubre. Allí, Blanca Lewin interpreta a una profesora de artes visuales de un colegio marginal, con gran vocación y compromiso social. En el hilo central, la serie cuenta la historia de un ejecutivo que realiza un desfalco, cae preso y una vez en libertad debe trabajar como profesor en esa misma escuela.
-Ella es bien tímida pero tiene confianza con los alumnos, se involucra con ellos, es de las profesoras buena onda que tienen, a la que respetan.
En su propia vida escolar, los profesores que más recuerda y quiso Blanca Lewin los tuvo en su tercer colegio: el Compañía de María de calle Seminario, cerca de Plaza Italia, donde se educaron su madre, su abuela, y una tía monja que pertenecía a esa congregación. Blanca llegó ahí en tercero básico, cuando tenía ocho años y ya tenía cierta "experiencia" con los cambios de establecimiento y la costumbre de conocer nuevos compañeros. ¿Uno que la marcó especialmente? Jaime Espinoza Araya, profesor de Estado en Castellano y actual rector de la Umce.
-Yo creo que era un profesor que nos trataba de una manera especial, se notaba que preparaba sus clases en la casa, que no venía a hacer sólo la pega ni a enseñar el currículum obligatorio, sino que si tenía un ítem que enseñar, preparaba la clase igual como si estuviéramos en la universidad: traía material, revistas, nos leía cosas asociadas al tema para que nosotros no sólo aprendiéramos a la pata de la letra lo que decía el ministerio que había que saber, sino que, de alguna manera, lográramos entender el universo o el contexto donde eso estaba inserto.
La entonces asignatura de Castellano (hoy Lenguaje) era una de sus favoritas. En la que mejor le iba.

Estados Unidos, la integración y el bullying
Un día Blanca despertó con la idea de querer un cambio radical en su vida y le dijo a su papá que se iba a la casa de su mamá, que vivía en Estados Unidos. A los 12 años, se despidió de todos y juró no volver a Chile. Tenía expectativas. Muchísimas. Era el año 1987 y su padre le dio autorización con una condición:
-Se te arrepientes y vuelves, no podrás regresar hasta que termines tu enseñanza media.
Blanca se fue convencida de que todos sus sueños se harían realidad en Estados Unidos, una tierra de oportunidades, distinta, de avanzada, moderna. Otro cambio de colegio más. Otra experiencia de vida. Otros conflictos.
-Mi educación en Estados Unidos sólo se remite a un año en dos colegios distintos. Pero yo no sé tampoco si era tan buena la educación pública allá.
Llegó a hacer séptimo básico a un colegio muy cosmopolita llamado Sligo Middle School, en un suburbio de Silver Spring, un pueblo cercano a Washington DC.
-Me llamaron la atención varias cosas. Primero, que allá la educación es mucho más democrática: tú vas al colegio que te queda cerca de la casa y se supone que recibes una formación igual a la de cualquier otro niño que vive en la ciudad. Pienso que así debería ser, no puede ser que para ir a un buen colegio uno tenga que recorrer una hora y media de taco en la mañana. Claro, allá también existen los colegios privados y la gente que quiere y es millonaria o muy rica, paga. Pero todo el mundo va a la escuela pública. Segundo, tenían ya en esa época una cantidad de programas de integración de todo orden: niños con síndrome de Down, discapacitados, inmigrantes. Aún así, no tengo claro qué tan buena era la educación allá: por ejemplo, conocí a un compañero que no tenía idea dónde quedaba Chile. Le decía que "Al sur de América" y pensaba que era cerca de Florida.
Si bien ese niño ignoraba la ubicación geográfica de nuestro país, sabía perfecto dónde estaba Afganistán. Mientras acá en la clase de Ciencias Sociales le enseñaban las Cruzadas y las Guerras Púnicas, cuenta Blanca, allá en Estados Unidos, en la misma asignatura, lo que ella veía en el pizarrón eran lecciones sobre el devenir del Medio Oriente, de China, y aspectos de la historia universal que jamás vio en Chile. En ese sentido, recalca, había un enfoque diferente, centrado en los intereses propios de la cultura norteamericana.
-En esa época yo no sé si un niño chileno hubiera sabido dónde estaba Kazajastán. ¿Me entiendes? Entonces, no sé. A mí me da la sensación de que la educación no era muy buena, porque no era muy personalizada. Era súper impersonal, los colegios eran muy grandes, pero a mí me gustaba.
-En Estados Unidos, ¿cuántos alumnos eran por curso?
-Es que allá es súper raro porque no es que tengas un curso donde todos son tus mismos compañeros siempre. Tú estás en un nivel y alguna gente que está en ese grado te la topas en varias clases, pero no en todas.
-¿Podías elegir tus clases?
-No. Te las asignan. No sé cuál es el criterio. Tampoco estás en una misma sala de clases todo el día. Tú te vas moviendo de sala igual que en la universidad: vas a la sala de la profesora de ciencias, a la sala del profesor de historia y a la sala del profesor de cocina. Entonces, sí tienes muchos compañeros de generación con los que te cruzas en varias clases, pero no necesariamente en todas. Por ejemplo, a la hora en que yo estaba en el programa "Isol" para aprender inglés, porque no manejaba el idioma, mis compañeros estaban en otra cosa.
-No usabas uniforme.
-No. Igual yo no tengo problemas con el tema del uniforme. Siento que es práctico. Tal vez habría que cambiarlo un poco para que fuera más confortable y terminar con el jumper que es lo más incómodo del mundo: que el frío, que las medias, que el calcetín. En eso estoy de acuerdo, en que hay que reformular el diseño del uniforme, la faldita tableada y esa cosa horrible. Pero no por el uniforme en sí o esa cosa militar, sino por un tema práctico. Allá en Estados Unidos van con ropa de calle y eso se presta mucho para comparaciones. Es igual que en las películas gringas: se nota al tiro cuáles son las chicas populares porque son las que tienen más plata, las más rubias, las que pueden tener acceso a cierta ropa.
Durante su paso por Estados Unidos, Blanca tuvo que hacer frente a dos situaciones de bullying. La primera, a manos de dos alumnas de color que le pegaron un combo en el ojo izquierdo en plena clase de cocina. No la botaron, pero le quedó doliendo varios días.
-Yo me quedé en shock. La clase siguió, estaba llena de alumnos. Nadie se dio cuenta.
La segunda fue en el otro colegio estadounidense en que estuvo: Boonsboro Middle School, en el estado de Maryland, cerca de la frontera con Virginia. Blanca era la única extranjera de esa escuela. Todos los alumnos eran de raza blanca.
-Yo debo haber sido la tipa más freak que habían visto en su vida.
Una compañera de curso gritó en la mitad del patio del colegio durante un recreo y delante de todos los alumnos, que a Blanca le gustaba un compañero de curso. Lanzó su nombre y apellido.
-Fue terrible. El niño tenía un apellido con "L" igual que yo. Me lo topaba como en tres clases y en una de ellas nos ubicaban en orden alfabético. Me tocaba sentarme con él y él no me habló nunca.

El regreso a Chile
Blanca no sabe muy bien por qué volvió a Chile. Tenía expectativas que no se cumplieron.
-Quizás no logré adaptarme al entorno familiar que era muy, muy distinto al que yo tenía acá. Más que nada tuvo que ver con eso porque yo igual lograba adaptarme súper bien en el colegio. Pese a esta situación de bullying o de ser la única extranjera en el otro colegio, igual siento que me acoplé bien al sistema.
De regreso en Santiago, pudo reintegrarse al mismo curso que había dejado en el Compañía de María. Blanca volvió hablando inglés casi de manera nativa. Fue el gran plus del viaje.
-No sé si la educación en mi colegio era tan buena académicamente, tiendo a creer que sí. Lo que pasa es que yo no me interesaba mucho en esa parte. Sí había una muy buena formación en todo lo extra académico. Era un colegio que fomentaba el espíritu crítico, era súper bueno en ese sentido. Y tuve la suerte de cruzarme con un muy buen par de profesores que, efectivamente, dejaron huella en mí. Pero eran casos aislados, como excepcionales dentro de toda la gama.
Ya en la enseñanza media, Blanca Lewin tomó un seminario sobre Derechos Humanos, Conflictividad y Violencia Social. El ramo sintonizó con sus inquietudes e intereses. Corría 1991 y el trabajo final lo hizo sobre la violencia contra la mujer. Construyó un diaporama con diapositivas intervenidas con fotos y dibujos hechos en papel diamante, puso de fondo la canción "Corazones" del grupo "Los Prisioneros" y se lanzó a disertar frente al curso.
-En ese sentido mi colegio era súper progresista. Yo nunca tuve problemas con el sistema de educación católico porque a mí me funcionó muy bien. Por lo demás, en mi colegio las monjas andaban con bototos, jeans, metidas más en las poblaciones. Entonces, era un buen ambiente, con una buena formación. El colegio era muy político en ese entonces. De hecho, me relacioné muy bien con la Iglesia Católica, al punto de que yo era muy católica, muy participativa, muy comprometida y todo. Pero no lo elegiría para mi hija, porque pese a que eran monjas choras igual te dan una visión sesgada.
 Blanca Lewin era encargada de pastoral, representante de su colegio ante la Vicaría para la Educación, pertenecía al movimiento CVX (Comunidades de vida cristiana), y su mejor amiga era la presidenta del Centro de Alumnos. Pero ella tenía dos ramos con promedio rojo: matemáticas y biología. Con esas calificaciones quedaba con matrícula condicional. Dice que no atendía esas materias porque le caían mal los profesores que las impartían y que en un acto de rebeldía, propio de esa edad, había decidido no rendir en esas asignaturas.
-A mí nunca me echaron porque aparentemente yo era un líder muy positivo en el colegio en todo lo extra académico. Y mis viejos también eran líderes dentro de los apoderados. Eso me ayudó.
El problema vino cuando salió de cuarto medio. Blanca Lewin dio la Prueba de Aptitud Académica sin haber hecho un preuniversitario y sacó puntajes alrededor de los 680 puntos.
-La primera vez que di la prueba no pude postular a nada: teníamos una deuda con el colegio y por eso no nos querían pasar las notas.
Decidió irse a Estados Unidos a trabajar un tiempo, juntó plata y volvió al año siguiente. Hizo un preuniversitario intensivo que duró un mes y dio la prueba de nuevo. Le fue muy bien. En verbal y matemáticas obtuvo puntuaciones cercanas a 750. Postuló a teatro en la Universidad Católica. Junto con ello, hizo todo el papeleo para que le dieran el crédito universitario. Debió llenar muchos formularios, acreditar necesidades económicas y se lo ganó. Lo usó durante los primeros dos años de carrera.
-Fue duro, porque de repente me llegó una carta donde se me informaba que estaba morosa en no sé cuántas cuotas, aunque nunca me había llegado un talonario de nada. Me dio tanta rabia. Me acuerdo que en ese tiempo yo estaba haciendo la teleserie "Romané". Fui y pagué todo mi crédito con todos los ahorros que tenía.
-¿Valió la pena? ¿Dirías que tuviste una buena educación?
-No sé. Yo diría que tuve una muy buena formación crítica que me permitió saber por dónde cojeaba mi educación, para poder inquietarme por aquello que no sabía. Por ejemplo, la universidad. Ahí la educación que teníamos no era excelente, pero sabíamos perfectamente dónde fallaba, ¿me entiendes? Entonces, fuimos a buscar mejorías al respecto. Y en algunos casos las obtuvimos. En el colegio, en cambio, no entiendes muy bien de qué se trata tener un espíritu crítico. También es súper importante ser inquieto y curioso. Pero, claro, no todo el mundo es así y la educación debería ser mejor. Yo no sé si tuve una educación tan buena. Pero sí tuve una muy buena formación crítica tanto en el colegio como en la casa.
-Y esa formación, finalmente, te ayudó.
-Yo creo que también. Hoy, creo que aquellos líderes estudiantiles y gente que se moviliza, también tienen un poco esa particularidad. Si tuvieran tan mala educación, lo más probable es que serían personas abúlicas, sin reacciones. Pero es gente que reacciona, despierta, inquieta. Y eso es interesante.

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