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Una medallita por el amor de Dios


por Antonio Martínez
Diario El Mercurio, domingo 5 de agosto de 2012

El bueno de Tomás González
es nuestra última esperanza blanca.

Hoy no, aunque estuvo a punto,
porque salió cuarto, pero tal vez mañana.

En la final de Salto
y que así sea, porque ya
no nos quedan cartuchos
ni flechas ni discos como para
aspirar a eso que nos cuesta demasiado.

Una medalla donde el oro, plata o bronce,
nos traen sin cuidado, porque el asunto
es el honor y la satisfacción, que ya tuvieron 
uzbekos, moldavos y azerbaiyanos.
Gentilicios que parecen de extraterrestres,
porque el mundo es enorme
y los Juegos Olímpicos están para demostrarlo:
cuánto país, cuánta gente y cuánto de todo.

Y cuánto nos cuesta. Escrito está.

¿Alguna medalla en Berlín 1936, 
Atenas 1896 o Roma 1960?
Nada de nada.

Cambiemos la interrogante:
¿Atlanta 1996, México 1968
o Amberes 1920?  Cero.

Alteremos los factores:
¿París 1924, Londres 1948, 
Barcelona 1992?   No.

¿Me creería Munich 1972,
Estocolmo 1912 o Tokio 1964?
No, de nuevo.

¿Los Ángeles 1984?  Tampoco.

¿Y cuál es el deseo en Londres 2012?
Una medalla, sólo eso y nada más.

Reconocemos tropas de papachos,
petizos y pechugones, además de
patizambos, estrujados de piernas
y contrahechos.  Vuelan los amargados.
Digamos que el mal del tordo llegó
para quedarse y es patrimonial.

Y es verdad que hay mucho
guatón y guatona rebelde.

Sin embargo, 
tenemos derecho a pedirlo:
una medalla para demostrar
que además de gallardos y belicosos,
somos buenos atletas.

Es la petición de un país 
humilde y mesurado,
en estas circunstancias,
que con pena, angustia y suspiro,
revisa a diario el medallero
y no ve nada de nada.

A ver si alguna vez
sale el sol y canta la diuca,
para que se encienda la ampolleta
y aparezca el rayo verde.

Esperando a González
aguardando por el salto armónico
y rogando por el brinco justo,
para que el sol brille 
para este lado, 
hacia Chile y los chilenos.

Una vez no más, ya lo dijimos,
y que sea dorada, plateada, o bronceada,
eso lo dejamos al azar y al mero achunte,
pero que sea dura y fiel, para tomarla,
para morderla con los dientes
y probar el sabor olímpico.

Nosotros, los conocidos de siempre,
aún no figuramos pese a ser
gente esforzada, trabajadora,
legalista, seria e incluso algo fría.

Y con más ingresos per cápita
que Uzbekistán, República de Moldavia
y Azerbaiyán, que ya están listos con la presea.

Tailandia, Egipto, Taiwán y Georgia, también.

Lituania, Bielorrusia, Singapur y Qatar, lo mismo.

Y por eso el ruego y la plegaria
por el labrador Tomás González.

Levántate, mírate las manos
y saltemos juntos, hermano.

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