Movimiento estudiantil: Hablándole a la pared



por Fernando Villegas

Diario La Tercera, 23 de agosto, 2012.

Seamos realistas: por mucho que le dieran vueltas, los estudiantes no podían hallar nuevas y misteriosas “formas de lucha”. No las hay. 

Vuelven las tomas, vuelven las marchas y vuelve lo que siempre acompaña todo eso: vandalismo, robo y destrucción dentro de los colegios, bombas Molotov, acusaciones de “represión excesiva”, vociferaciones surtidas y hordas de niños y jóvenes con el rostro transfigurado por la ilusión de que están haciendo historia.

¿Qué hacer? se preguntan, una vez más las autoridades. Entre los políticos  hay algunos, como Carolina Tohá, que han respondido a eso optando por el elocuente decir del silencio; a otros, como su contendor Pablo Zalaquett, no le queda otra que abrir la boca y mantener  con los estudiantes diálogos telefónicos que recuerdan las rutinas cómicas del comediante español Gila, el del “¿aló, con el enemigo?”. En fin, hay quienes, empapados en una aureola de beatifica ingenuidad, llaman a “otras formas de expresión”. Es obvio que los incumbentes del mundo oficial, incluyendo a los opositores, que aspiran a ser “oficiales” una vez más, se enfrentan a dilemas que los llevan a posturas esquizoides: mantener el orden, pero permitiendo el desorden, sancionar a los vándalos, pero sin castigarlos, aparecer como garantes de la ley, pero sin aplicarla y mostrarse comprensivos con las demandas, mientras simultáneamente no creen ni por un instante en la razonabilidad de ellas.

La misma pregunta, pero no para apagar sino mantener el incendio, se la hicieron las dirigencias del movimiento durante todo el verano. Al menos la hicieron los universitarios, quienes buscaron una alternativa a las algaradas callejeras. Los colegiales no: tienen aun menos experiencia y quieren resarcirse del papel de actores de reparto que jugaron el año pasado; están ávidos de que esta vez les toque a ellos sus 10 minutos o 10 meses de celebridad. A todo esto algunos observadores, sin duda bajo el influjo de una ya declarada chochez cerebral y política, lo creen una muestra de la precocidad de esta nueva “generación violeta”.

Seamos realistas: por mucho que le dieran vueltas, los estudiantes no podían hallar nuevas y misteriosas “formas de lucha”. No las hay.  O salen a la calle y se toman colegios y facultades o desaparecen del mapa. No es eso, entonces, lo esencial del asunto. Lo de hacer algo “más creativo” era una fantasía y las autoridades no podían sino esperarlo. Lo de los “medios“ es cosa banal; lo central eran y siguen siendo los objetivos, hoy ya del todo reemplazados por los slogans. “No al lucro” es el más famoso y sonoro, pero no por eso es la clave del problema y por tanto de la solución. Sin embargo, discutir eso razonablemente con el movimiento es como hablarle a la pared. Ya adquirida la dinámica imparable de las emociones, las rabias, los  rencores y las simplificaciones. Es parte de una revuelta generacional de gran calado. Es un muro sordo al que el gobierno sólo puede oponer otra pared: la aplicación de la ley y el orden.

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