La paradoja chilena por Carlos Peña



Diario El Mercurio, Domingo 26 de Agosto de 2012
http://blogs.elmercurio.com/reportajes/2012/08/26/la-paradoja-chilena.asp
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Los chilenos son felices; pero a la vez están molestos. Tienen motivos para celebrar la vida que les tocó; pero también parecen tenerlos para reñir con ella. Miran su vida y se sienten satisfechos ; pero dan un vistazo al entorno y se sienten incómodos. Confían en sí mismos y en su esfuerzo personal; pero al mismo tiempo desconfían de las instituciones.
Así lo indican un par de estudios que se divulgaron esta semana.
De acuerdo al Informe de Desarrollo Humano del PNUD, la mayoría de los chilenos se declara feliz; y según la encuesta CEP la mayoría confía en su esfuerzo personal y es optimista. Pero de acuerdo con esos mismos estudios, y a lo que se ve en la calle, también hay fuentes de malestar. La educación es una de las principales y la desigualdad es otra.
La mayoría entonces está molesta y es al mismo tiempo feliz.
Es la paradoja de Chile: simultáneamente felices y molestos; integrados y a la vez apocalípticos; adaptados y al mismo tiempo disconformes ¿Cómo se explica esto?
Se explica por los cambios que Chile experimentó en las últimas décadas. El más importante de todos fue lo que Marx llamó el cambio en las condiciones materiales de la existencia. En apenas lo que dura media vida humana -treinta y cinco o cuarenta años- la vida cotidiana de la mayoría de los chilenos, antes proletarios o marginales, cambió de la tierra al cielo. Gracias al mercado y a la modernización, se amplió el consumo y el acceso a bienes durables de una forma que, en los anteriores ciclos históricos, tomaba dos o tres generaciones.
Este cambio en las condiciones materiales de vida produjo una transformación cultural: las mayorías creen ahora más en sí mismas que en las élites (ya nadie comulga con ruedas de carreta) y el principio meritocrático (según el cual cada uno debe recibir tantos recursos como esfuerzos haga) se generalizó. La encuesta CEP lo muestra con claridad: la gente anhela tener las capacidades para tomar la vida en sus manos.
Así, entonces, cuando la gente protesta y reclama no lo hace contra el proceso de modernización que Chile ha experimentado. Lo hace en nombre de ese mismo proceso de modernización: reclama, en otras palabras, que el mercado, que le cambió la vida a millones de personas, que secularizó las creencias y borró entre los jóvenes los símbolos externos de estatus, se ponga, ahora, a la altura de los ideales que esgrime para justificarse.
El ejemplo más obvio es el de la educación.
Las quejas, casi todas justificadas, respecto de la educación, derivan del hecho que se ha descubierto que la escuela traiciona, en vez de servir, los ideales meritocráticos: en lugar de distribuir el aprendizaje en proporción al esfuerzo de los estudiantes, lo hace en atención a su origen socioeconómico; en vez de borrar la cuna, favorece la herencia. En otras palabras, la queja contra la escuela es una reafirmación del principio meritocrático que el proceso de modernización y el mercado esparcieron en la cultura chilena.
El otro ejemplo es el de la desigualdad.
A la gente no le molesta la desigualdad en sí misma. Le molesta la desigualdad que no es fruto del esfuerzo personal. Le repugna aquella que es producto de la herencia, de factores adscriptivos y no de acciones voluntarias ¿Debería premiarse el esfuerzo individual aunque se produzcan importantes diferencias de ingresos?, pregunta la encuesta del CEP. La mayoría de la gente responde que sí, que las diferencias son legítimas si se fundan en el esfuerzo. A la gente no parece molestarle la desigualdad en sí misma, sino la desigualdad inmerecida.
Así, entonces, la paradoja chilena más que una paradoja, es un reclamo: el de poner la modernización de Chile a la altura de su potencial normativo, a la medida de los ideales que ella misma logró despertar. No se trata entonces de rechazar el mercado o declararlo muerto. Se trata de exigirle que se eleve a la misma altura de los ideales que esgrime para justificarse.
Comprender eso -la paradoja chilena- es el secreto de la próxima competencia presidencial.

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