Falta un candidato


por Gonzalo Rojas 
Diario El Mercurio, Miércoles 29 de Agosto de 2012 

¿Tiene sentido volver a votar por alguien que al ejercer el poder va a contradecir buena parte de tus más fundamentales convicciones?
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Los candidatos presidenciales van dando entrevistas, y aunque ellos quizás no lo reconocen, hay mucha gente que, después de leerlos, dice: No, esto no es.
No son las encuestas los instrumentos que permiten descubrir a un enorme grupo de compatriotas que no van a apoyar a ninguno de los actuales postulantes. Y no se trata de anarquistas o de asistémicos, sino, por el contrario, de personas dotadas de un simple y elemental realismo. Lo que les pasa es algo sencillo, pero de gran trascendencia: si ponen todos sus anhelos y proyectos, todos sus deseos y afanes en una bolsita y buscan en algún candidato presidencial el reconocimiento a ese patrimonio, se dan cuenta de que ninguno apoya el contenido de su clamor.
Se sienten huérfanos. Son miles y miles de chilenos que no militan en partidos, que no presionan a través de las ONG, que no protestan, pero que sí tienen un proyecto de vida, tan legítimo como sencillo.
Hay quienes los llaman conservadores, pero ¿no sería mucho más realista reconocerlos como una inmensa masa de ciudadanos portadores del ADN del sentido común?
Ignorados por muchos -por casi todos-, no tienen candidato.
No tienen un candidato que proclame un trabajo digno y superador de las luchas propuestas por el marxismo, un trabajo que sea liberador de las trabas de la mediocridad, que no se someta al capital, sino que se integre armónicamente con él.
No tienen un candidato que afirme el valor de la familia formada desde la unión estable de un hombre y una mujer, un candidato que rechace el cáncer del divorcio y que niegue espacios a la banalidad de las uniones de hecho.
No tienen un candidato que defienda el orden público y la necesaria severidad de la ley penal para todos quienes alteren la convivencia, ya sean delincuentes comunes o delincuentes bajo modalidad estudiantil o étnica.
No tienen un candidato que sostenga que la historia de Chile es un continuo desde las primeras fundaciones del siglo XVI hasta el presente, y que niegue, por lo tanto, los supuestos derechos de algunos grupos raciales para rechazar el mestizaje que nos caracteriza como chilenos.
No tienen un candidato que afirme el valor de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, que defienda las creencias en lo trascendente, que valore cualquier fe que eleve el corazón humano hacia los bienes del más allá.
No tienen un candidato que anime a los chilenos a emprender, a arriesgarse en nuevos proyectos, a superar la nefasta tendencia implantada por la Concertación y continuada en el presente: estira la mano, que te daremos lo que pides.
No tienen un candidato que enfrente todas las pobrezas: la droga, la violencia, la vulgaridad, y que al mismo tiempo postule una educación desde la autoridad, la exigencia y con libertad de enseñanza.
No tienen candidato. No votarán por éste ni por aquél, aunque parezcan el mal menor, aunque las encuestas digan que tal o cual incluso pueden llegar a ganar.
Pero, ¿dónde está la persona que pudiera concretar los legítimos anhelos del realismo? No sabemos. ¿Existe? Por cierto. ¿Podrá concretarse una candidatura encabezada por alguien de esas características? Es imprescindible, debe lograrse.
Los partidos intuyen que no tienen todo controlado. Pero saben también que es difícil que surja una alternativa que los complique. Para evitarla, argumentarán así: ¿No es acaso absurdo votar por alguien que sólo lograría dividir las preferencias de quienes son contrarios al retorno de Bachelet?
Después de la experiencia actual, es fácil contestar también con otra pregunta: ¿Tiene sentido volver a votar por alguien que al ejercer el poder va a contradecir buena parte de tus más fundamentales convicciones?

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