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MALLS CON FINES DE LUCRO



por Juan Guillermo Tejeda
Diario Las Últimas Noticias
Miércoles 20 de junio de 2012

¿Está bien que los malls
cobren por estacionar el auto?

Los dirigentes 
de las asociaciones 
de consumidores y usuarios 
han protestado.

Sin embargo, 
yo, modestamente
y como una rata, 
voy al mall cuando 
tengo ganas de gastar,
para sentirme parte 
del capitalismo global
y estar en algo que sea 
trending, o cool, o top.

Cuando estoy débil o confuso,
me encanta que me cobren cosas,
y cada vez que me regalan algo,
un combo, una promoción,
sé que al poco rato
estaré pagando aún más.

Si uno no puede pagar
por falta de fondos
siempre hay tarjetas
y créditos instantáneos.

Es así como se mueve
la economía global,
que si se ralentiza
deja a los países hecho huaipe.

Nada más entrar 
a los malls y supermercados
tenemos la dinámica certeza
de estar alimentando
a la bestia feliz que nos consume.

Han logrado esos dirigentes 
tan eficientes que los primeros
29 minutos de estacionamiento
sean gratis, y están trabajando duro
para que ir al baño también sea gratis,
supone uno que al menos
el primer chorrito o mojoncillo.

Tratar de que el mall 
sea un espacio público,
con derechos ciudadanos,
es un contrasentido,
porque los malls 
son justamente
la usurpación triunfante
del espacio público
por parte de los privados.

Uno entra allí
y ya no hay carabineros,
sólo guardias de seguridad,
y cámaras de vigilancia
operadas por empresas privadas.

Los ciudadanos nos hemos convertido
en consumidores, y sabemos que
a más tamaño de la billetera, más derechos.

En los malls quienes mandan
son los holdings misteriosos,
y uno va allí a deslumbrarse,
a obedecer, a que lo vean,
a pagar y a hacer zumbar la plata
que aún no gana.

Como el agua en el planeta,
el dinero fluye, 
se evapora, se condensa, 
cae en forma de lluvia
y va a dar finalmente 
a las grandes 
represas o empresas
que son de unos pocos
y nos iluminan desde el cielo 
con sus leds.

No sé qué porcentaje de sus ingresos
lo consumen los primeros 29 minutos
de estacionamiento a los automovilistas
que acuden a los centros comerciales
en sus máquinas voladoras,
pero debe ser insignificante
comparado con la inmensidad
del mercado universal.

La promesa global 
es precisamente ir a un sitio,
el mall, donde hay de todo
pero nada es gratis
y donde cada gasto
conduce dulcemente,
coloridamente,
a la mentira, 
a la inconsciencia,
a la delicia abundante,
falsa y absurda.

Delicia que arrastra
y va convirtiendo 
también en centros comerciales
a las universidades, a las clínicas,
a los barrios, a la política,
a la existencia misma.

La vida es un mall
donde por ahora
podemos estacionar gratis
los primeros 29 minutos,
si tenemos auto.

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