Movimiento Social -¿idea-fuerza de moda? por Gonzalo Rojas


Diario El Mercurio, Miércoles 27 de Junio de 2012 


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Los movimientos sociales o el movimiento social. En plural o en singular, da lo mismo: es el nuevo chiche de las izquierdas. Guido Girardi insiste en considerarlo fundamental en su propuesta. Lo describe como "todos de abajo para arriba, en red, colaborativos". Por su parte, y aunque en una óptica distinta, Francisco Vidal postula que una nueva mayoría electoral, social y cultural requerirá la unidad de la Concertación, de la oposición y, cómo no, del movimiento social.
Se instala así una nueva idea-fuerza en el escenario nacional.
¿Existe tal cosa, "el movimiento social"? No. No hay tal movimiento, porque lo que ha habido -y seguirá habiendo- son simplemente convulsiones periódicas. Varias, a veces muchas, pero sin la continuidad ni la articulación que permita hablar de una organización conjunta. Un día sí, 29 días no. Un mes sí, tres meses no. El 2011 sí, por ejemplo, en educación superior; el 2012, no en el mismo tema. Espasmos, borbotones... no un movimiento.
¿Y sobre su carácter social? Análoga respuesta. Una que otra causa por aquí (represas, homosexualismo, indigenismo, gratuidad educativa), una que otra región molesta por allá (Aysén, Calama), y uno que otro mal olor rechazado (Pelequén, Freirina, Vicuña Mackenna) no constituyen una auténtica sociedad movilizada.
Las instituciones cívicas en Chile son decenas de miles: clubes deportivos, juntas de vecinos, compañías de bomberos, grupos musicales, centros de padres y apoderados, colegios profesionales, sindicatos, centros culturales, movimientos de fe, centros de alumnos, colonias de inmigrantes, pequeños emprendimientos comerciales, etcétera. La inmensa mayoría vive su vida pacíficamente. No están disponibles para ser instrumentalizadas. Son la auténtica sociedad chilena, la verdadera vida social.
Mientras tanto, otros alimentan el ficticio movimiento social. Son las ONG dedicadas al indigenismo, al sexualismo, al ecologismo, a la educación ideologizada. Tienen mucha plata, buscan coordinar muy bien sus acciones, lograr un efecto mediático importante, instalar un concepto. Cuando el rector de la Universidad Alberto Hurtado se refiere a ciertos grupos en el ámbito estudiantil y los califica como "bastante organizados y teledirigidos", difícilmente puede pensarse que la denuncia carece de fundamentos. No existe la realidad de un movimiento social, pero sí la pretensión de configurarlo como referente y mito.
Girardi y Vidal les hacen eco a esas iniciativas. Y, para sorpresa de muchos, el ministro Harald Beyer también. El mismo día que declaraba que le gustaría un sistema electoral distinto, pero que eso lo afirmaba como ciudadano y no como ministro, Beyer acudía por segundo año consecutivo a la Marcha de Igualdad, pero esta vez -lo dejaba muy en claro- lo hacía como autoridad, "muy comprometida con la aceptación de la diversidad".
Curiosa disociación. El ministro sabe que es delicado pronunciarse sobre el sistema electoral, ya que tensiona a su gobierno y a la Coalición; pero el ministro olvida que dentro de su gobierno y de los partidos que lo apoyan, la discusión sobre las discriminaciones y las igualdades ha sido incluso más intensa y tensionante.
Es como si el ministro de Vivienda acudiera a un acto en apoyo de los deudores hipotecarios; o el de Interior se hiciera presente en una manifestación regional para respaldar sus reivindicaciones; o el de Transportes manejara junto a los choferes algunos buses del Transantiago en protesta por sus recorridos. Un despropósito total. ¿Qué le pasó? Simplemente sucumbió a los atractivos del "movimiento social". Es una víctima más de la idea-fuerza de moda.

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