Diario El Mercurio, Sábado 23 de Junio de 2012
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2012/06/23/la-ironia-dificil.asp
Es usual considerarla tan sólo desde el ángulo de su agresividad y afán crítico. Es lo más patente. Sin embargo, en sus innumerables variantes lo humorístico envuelve, además, un desafío intelectual: un chiste, por ejemplo, se "entiende" o no se "entiende" y, aunque ese "entender" no abarque tan sólo las funciones cognitivas más abstractas, sino también factores culturales y emocionales, la ceguera absoluta hacia ciertas variantes del humor, en particular y precisamente, hacia la ironía y la paradoja, es una especie no menor de tontera. No en vano se habla del "tonto grave".
Quien sólo puede captar la gracia de las bromas más visibles, en las que aquel cruce inesperado o incongruencia que desajusta es directo y fácil de interpretar, y, en cambio, no logra percibir el humor presente en otros ingenios más complejos, que exigen asociaciones mentales más amplias, distantes y a veces múltiples, revela una estructura mental con limitaciones severas, con una conformación más bien roma, que deja escapar, por ende, dimensiones importantes de la realidad.
En inglés y en alemán se habla de personas "mortalmente serias", las cuales, como sentencia Peter Berger, si son de nacimiento, no cabe sino compadecerlas y, en cambio, si han cultivado ese temperamento, reprocharlas.
Al no entender los humores intelectualmente más ingeniosos, un sujeto inseguro que teme pasar por poco avispado reacciona o bien agresivamente o bien finge que los entiende (y simula reír o sonreír), siempre asustado, además, de que se estén riendo de él en sus narices.
Pero el mayor escollo humorístico es el texto irónico. En la escritura la ironía -ese sutil desplazamiento del significado visible y superficial del texto hacia otro que significa lo opuesto o algo sustancialmente distinto- no deja marcas en la superficie del texto, a diferencia de otras figuras de la retórica. No existen señales que proporcionen certeza acerca de la existencia de ese otro texto fantasmagórico, ni de cuál es su contenido. La ironía es algo que acaece, pues, en el momento de la interpretación: es el lector quien debe poseer las antenas para atraparla en una complicidad invisible con el autor. El hallazgo de esa sintonía puede llegar a ser uno de los momentos más plenos y secretos de una buena lectura.
Pero en un sentido más amplio, el texto irónico busca patentizar también una incongruencia o disconformidad entre lo que una persona cree que es o la manera que comprende la situación en que se halla, de un lado, y lo que ella es en realidad o es la situación real, del otro. Esta ironía, la ironía dramática, sugerida oblicuamente por variados recursos en el texto, puede pasar también inadvertida para el lector sin el suficiente espíritu de fineza. No es éste el caso, desde luego.
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