Esa pretensión de influir en la gente,
es lo que hace perder el foco a algunos críticos.
Ya pasaron los tiempos de las audiencias cautivas,
y en el que todos comentaban la opinión del crítico.
No es tan relevante el que hablen
bien o mal de un artista o escritor.
El modo en que se ejerce
el arte de la crítica es lo que vale.
Lo que importa es la calidad
de su análisis, las palabras
como vehículo del pensamiento
para transmitir sus impresiones
acerca de cualidades o falencias
del creador bajo la lupa.
Lo esencial es que aprendamos
algo de dicha reflexión, o al menos
podamos disfrutar de la calidad
de la pluma del crítico,
de su lucidez, rigor, indulgencia o ironía.
Alguien dijo por allí que
abundan los críticos
que no son escritores frustrados,
sino críticos frustrados.
Esa subespecie de la selva literaria
no es muy fecunda, es un híbrido
que confunde la descalificación
con la verdadera crítica
y se solaza en un difícilmente
defendible sentido de superioridad,
mientras al mismo tiempo
no es capaz de expresar en palabras
algo superior a la pluma, pincel o dedos
del sujeto objeto de desprecio.
Y pareciera ser que ese ejercicio inútil
sólo es capaz de generar lectores frustrados...
No es por criticar a los críticos, por siaca,
sólo es la levedad de una tristeza melancólica.
Ofrezco disculpas por este exabrupto...
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