Comidos por las termitas por Antonio Gil



Diario Las Últimas Noticias
Jueves 31 de Mayo de 2012

Por misteriosas razones, 
y desde hace ya largo rato,
el acontecer de nuestro país
funciona a tirones,
como un mecanismo mal lubricado.

Las noticias suaves, 
amables, tranquilizadoras, 
¿las recuerdan?, ésas que fluyen 
sin perturbar mayormente a nadie,
esas que sonaban como música de ascensor,
han desaparecido definitivamente de la cartelera
para ser sustituidas por una descarburada secuencia 
de hediondeces en Pelequén, tomas de carreteras, 
pestilencias de cerdos en Freirina,
declaraciones del ex presidente Patricio Aylwin,
más tomas de carreteras, traslado de los mentados 
cerdos a un lugar no especificado de nuestra geografía,
todo rematado por un temporal que hace de las suyas
y se lleva a su paso el incomprensible "Renca la lleva"
inscrito en letras blancas en la loma de un cerro
[¿como un remedo del cartel de un Hollywood 
tercermundista inexistente de cuarta clase?]

Y así nos vamos, de salto en salto.

Los brincos suman y siguen 
con un ministro del Interior
que traga saliva para dar explicaciones
por supuestos montajes en el caso bombas
en los tribunales, ante unos muy poco
condescendientes inquisidores.

Otro tirón: las acusaciones 
contra la ex presidenta Bachelet,
apoyadas como prueba indesmentible
en un video más trasnochado
que un futbolista de la Roja.

En fin, vamos "avanzando" golpe a golpe,
con la misma gracia que el trote
de esos incomprensibles chanchos 
del norte, para no ir a parte alguna.

El país parece estar atado a una noria
donde gira y gira, aupado por los inefables,
infumables políticos de siempre, los mismos 
que insisten en poner como noticia de último minuto
los acontecimientos del 73.

¿Por qué no los de la guerra civil de 1891,
o las diferencias entre o'higginistas y carrerinos?

Esto por no mencionar los contingentes sucesos
que rodearon la caída de Carlos Ibáñez del Campo.

La pacotilla, apreciado lector, 
es como las termitas:
lenta pero incansablemente 
va devorando la dignidad
de los países hasta volverlos 
parte de una rancia sustancia,
un polvillo, imagen con lo que 
luego se deben presentar
a los ojos del mundo.

Afortunadamente contamos
con una eficiente y organizada
fundación preocupada
por la imagen de Chile,
institución que de seguro,
con bomberil presteza
y con su diligente director
Blas Tomic en el timón,
ya habrá tomado
las providencias del caso
(qué alivio más grande),
con el fin de evitar 
que el mundo entero nos vea,
equivocadamente,
como una lamentable
bolsa de gatos tiñosos.

"Me da vergüenza ser chileno",
declaró no hace mucho nuestro
desdentado y deslenguado poeta
Armando Uribe, para horror
de los patrioteros de todas
las cataduras imaginables.

Le dijeron de todo al vate,
quien por fortuna no habrá oído nada
en su perpetua reclusión voluntaria
a orillas del Parque Forestal.

El problema es que ese sentimiento
de vergüenza, si las cosas siguen 
el curso de colisión que llevan,
bien puede volverse una epidemia
generalizada que ni el buenazo
del ministro Mañalich podrá frenar
con sus planes de contigencia
y sus vacunaciones masivas.

Esa peste, por desgracia,
no tiene cura si insistimos
en mirar hacia el futuro
por el espejo retrovisor
de este cacharro que,
como diría un mecánico,
tiene serios problemas
con el chicler de baja.

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