Los árboles aparecieron en el planeta
hace más de 380 millones de años.
Han cambiado la faz de los continentes.
De la roca árida hicieron
las tierras fértiles que conocemos.
Sin moverse, el árbol se nutre
de lo que encuentra en su hábitat.
Para vivir y crecer
absorbe el carbono del aire,
el agua, ciertos minerales del suelo
que le sirven de nutrientes
y capta la energía de la luz.
Saca literalmente su materia del cielo
y con ella fabrica hojas, ramas y troncos.
Desprende también en abundancia
lo que permitió el desarrollo
de la diversidad de la vida: el oxígeno.
Los bosques cubren una tercera parte
de la superficie terrestre del planeta.
Son hogar de más de la mitad
de las especies terrestres
y de cientos de millones de seres humanos.
Los bosques forman parte del sustento
de al menos una de cada cuatro personas.
Para los cerca de 7 mil millones de personas
que habitamos la Tierra, la vegetación
directa o indirectamente constituye
la fuente de alimentos que comemos,
el agua que bebemos, el aire que respiramos,
los medicamentos que utilizamos.
A pesar de ello, existe
una gran falta de conocimiento
y aprecio en torno a estos.
Y lo que es aún más importante,
los bosques se encuentran
en una situación de peligro.
Cada año descubrimos
insectos, plantas, genes desconocidos.
Una vida cuya existencia no sospechábamos.
Nuestra alimentación, nuestras medicinas,
nuestra investigación científica y tecnológica
dependen de esa biodiversidad.
Desde siempre el hombre
se sirve de los bosques para vivir,
los transforma, los destruye.
Desde los inicios de la agricultura
hemos destruido la mitad
de nuestros bosques originales.
Nuestro modelo es, cuanto más, mejor.
Desde1950, la población mundial
se multiplicó casi por tres.
El consumo de carne por más de cinco
y el consumo de papel por seis.
Nuestras herramientas cambiaron de escala.
Cortamos millones de árboles,
para despejar el terreno para praderas y cultivos;
para producir, por ejemplo,
millones de toneladas de carne y de soya;
sustituimos los bosques por plantaciones
de pino radiata o eucalipto,
más rentable para la industria papelera
y por palmeras de aceite,
más rentables para la industria agroalimentaria.
Los manglares, aquellos bosques litorales
han perdido ya en 30 años el 20% de su superficie.
La crianza de gambas y de pescado
es una de las principales causas.
Pero también se deforesta para sobrevivir.
Dos mil millones de personas roturan
(es decir aran por primera vez las tierras eriales
o los montes descuajados, para ponerlos en cultivo)
para producir carbón de leña y para dar de comer
a sus familias al cultivar sobre chamicera
(monte con la leña a medio quemar).
En sesenta años
hemos degradado el planeta
más rápido que durante
toda la historia de la humanidad.
Cuando desaparecen los bosques,
los animales no son los únicos amenazados.
Lo esencial se destruye para producir lo superfluo.
Pero no es una fatalidad.
Los bosques ocupan todavía
casi una tercera parte
de la superficie total
de la tierra emergida.
En el mundo entero,
hombres y mujeres
luchan para salvarlos.
Lugareños, científicos, asociaciones, gobiernos,
nos alertan y proponen alternativas.
Porque otras opciones son posibles.
Porque al comprender esto;
al informar y educar de ello,
descubrimos que los bosques
pueden seguir manteniéndonos con vida
si los miramos de otra manera.
El árbol es un ser vivo
que aprendemos
a conocer cada vez mejor.
La mitad de nuestros medicamentos
provienen de lo vegetal.
Si estas plantas nos proporcionan
los remedios que nos curan
es porque nuestro cuerpo
sabe reconocerlos.
Nuestras células
hablan el mismo lenguaje.
Somos de la misma familia.
Los vegetales se alertan
de la presencia de los parásitos
y de los depredadores.
Debajo de la tierra,
las raíces forman tanta materia
como podemos ver en la superficie.
Crean redes.
Intercambian señales eléctricas,
químicas, organizan cooperaciones.
Nos queda mucho por descubrir
acerca de la inteligencia de lo vegetal.
¿Acaso sabemos que los bosques
y el agua forman una pareja inseparable?
Los bosques filtran los contaminantes.
Los almacenan o los digieren.
Son como esponjas que absorben
el agua durante las inundaciones
y las restituyen en período de sequía.
Los bosques (y los mares)
son las madres de las lluvias.
Los árboles transpiran
y el agua absorbida por sus raíces
se desprende en forma de vapor de agua.
Producen además sustancias
que dan lugar o facilitan
la formación de nubes
y el vapor se transforma
por condensación en lluvias;
en agua que corre y abreva.
Lo vegetal enlaza el agua, la tierra y el sol.
Es la piedra angular de todo el sistema vivo
del cual dependemos todos hoy en día.
Los bosques son los guardianes del clima.
Almacenan más carbono
que todo el contenido
de toda la atmósfera terrestre.
300 millones de personas
viven en los bosques del mundo.
1,6 mil millones,
o sea uno de cada cuatro
dependen directamente de ellos
para sobrevivir en su vida cotidiana
y siete mil millones, o sea todos nosotros,
la población del mundo, por el conjunto
de servicios que los bosques nos entregan.
Ellos fabrican los alimentos que comemos,
el agua que bebemos, el aire que respiramos,
los medicamentos que nos curan.
Miremos a los bosques, somos indisociables.
Desde siempre los hemos necesitado.
Pero hoy son ellos los que nos necesitan.
Ojalá vivamos de pie como un gran árbol
y fraternalmente como los bosques.
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