Viernes 18 de Mayo de 2012
La alta prioridad que han alcanzado los problemas de educación en nuestra sociedad, al menos en los debates públicos, ha atraído a amplios sectores a ocuparse de temas pedagógicos. Cada vez que una noticia ratifica la magnitud del desafío, surge toda clase de propuestas contradictorias, no siempre bien informadas, que tras un tiempo suelen caer en el olvido. Por cierto, cuando las noticias revelan un cambio positivo, como el avance en la capacidad lectora medido internacionalmente, que situó a Chile en el primer lugar de América Latina, no se escuchan comentarios de los observadores. Es natural, pues las deficiencias llaman a la acción, pero los avances ni siquiera se registran, con lo cual las malas noticias adquieren un cariz aún más grave.
La alta prioridad que han alcanzado los problemas de educación en nuestra sociedad, al menos en los debates públicos, ha atraído a amplios sectores a ocuparse de temas pedagógicos. Cada vez que una noticia ratifica la magnitud del desafío, surge toda clase de propuestas contradictorias, no siempre bien informadas, que tras un tiempo suelen caer en el olvido. Por cierto, cuando las noticias revelan un cambio positivo, como el avance en la capacidad lectora medido internacionalmente, que situó a Chile en el primer lugar de América Latina, no se escuchan comentarios de los observadores. Es natural, pues las deficiencias llaman a la acción, pero los avances ni siquiera se registran, con lo cual las malas noticias adquieren un cariz aún más grave.
Sin duda, el sistema educacional, aunque ha logrado gran cobertura, requiere cambios que aseguren cierto mínimo de calidad. En años recientes se ha buscado aplicar algunas medidas tendientes a ese objetivo, al punto de que una ley de 2006 creó un sistema nacional de aseguramiento de la calidad en la educación superior. Pero precisamente la última noticia que ha impactado a la opinión pública se refiere a la deficiente preparación que reciben los futuros maestros en la educación superior, según lo reveló la prueba Inicia. Las fallas en la formación de profesores de básica resultan doblemente inquietantes, porque se trata de carencias que afectan luego a los niños, y el ciclo comienza a repetirse en todo el proceso educacional. La dificultad de asegurar la calidad en este crucial ámbito prueba que no es simplemente un asunto de preocupación, buenas intenciones y propuestas drásticas y voluntaristas, como el cierre de todas las escuelas de pedagogía que no obtuvieron buen rendimiento en la última prueba Inicia.
Pero incluso algunos expertos en materias educacionales suelen plantear propuestas de fuerte carácter centralista, tal vez influidos por visiones nostálgicas del pasado en que el ministerio en Santiago parecía solucionar todos los problemas. Establecer normas en forma centralizada, por algunos expertos teóricos, que luego serían exigibles en todo el territorio nacional bajo pena de exclusión, no parece un modelo razonable, con la flexibilidad necesaria para encontrar soluciones. Por lo general, tales normativas terminan siendo elaboradas por toda clase de expertos y dirigentes políticos ajenos a la experiencia real de enseñar en las escuelas chilenas. Economistas, sociólogos, académicos y parlamentarios creen tener remedios eficaces, pero mientras menor es la participación de profesores y sostenedores cercanos a las salas de clases y conocedores de la gran variedad de circunstancias que se observan a lo largo de Chile, menores son las probabilidades de que esas correcciones logren sus objetivos.
Las medidas ya tomadas, como las becas a los mejores alumnos que deseen estudiar pedagogía o el apoyo económico a las facultades de educación con iniciativas para mejorar la formación de profesores, son razonables y debieran ir consiguiendo resultados con el tiempo. Por cierto, siempre es posible mejorarlas. Para orientarlas a los problemas más frecuentes, podrían favorecerse aquellas iniciativas que procuren corregir las deficiencias con que ingresan a la universidad los alumnos que han obtenido puntajes mediocres. Muchos de ellos tienen talento y ánimo de esforzarse, pero su mala preparación es a menudo responsabilidad de las escuelas y liceos donde cursaron su educación escolar. Buenos programas remediales podrían llevar a profesores bien formados, aun cuando sus puntajes de PSU hayan sido bajos.
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