Más Europa

Ernesto Ottone
Sábado 19 de Mayo de 2012



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Gracias a una estadía académica en París, he podido observar desde muy cerca el debate europeo actual. No soplan buenos vientos, más bien soplan tempestades.
La crisis de una economía financiera desregulada y sus efectos copan toda la agenda pública y generan una atmósfera social marcada por la incertidumbre y el enojo. Si bien los efectos de la crisis golpean con más fuerza en algunos países, notoriamente en Grecia, Portugal, España e Italia, el ambiente recesivo o casi, se extiende por todos los países de la Unión Europea.
Las causas de la actual situación arrancan de la crisis de 2008, pero tienen sus propias raíces en algunos países: burbuja inmobiliaria en España, horrible y desaprensivo manejo fiscal y económico en Grecia y en la Italia de Berlusconi.
Los gobiernos se quedaron a medio camino en la construcción europea, crearon una moneda única -el euro-, pero no establecieron una coordinación presupuestaria, quedaron así en medio del vado, llegando a la grave situación actual.
La mirada conservadora culpa como causante de todos los males al Estado de bienestar, cuyo gasto sería exagerado e insostenible y, en consecuencia, pregonan como solución un corte abrupto y destemplado del gasto social. Es una visión sesgada e interesada.
Sin duda, el Estado de bienestar debe adaptarse a las nuevas realidades de la economía global y generar nuevos pactos sociales, más atentos a la productividad y con mayor vocación de crecimiento. Por supuesto que se debe ser cuidadoso con la expansión del gasto y controlar los abusos y aprovechamientos.
Harina de otro costal es que abandone su objetivo de poner en el centro la dignidad humana, lo que ha permitido construir las formas de convivencia social más avanzadas del mundo moderno. Sería un error imperdonable y un retroceso para la humanidad.
Una política de puro ajuste, sólo de austeridad -como la que se está aplicando- en la cual la economía no crece, el desempleo alcanza niveles inéditos, las desigualdades se ahondan y el futuro de los jóvenes es sombrío, produce un enorme deterioro tanto en la cohesión social como en el sistema democrático.
En toda Europa -junto a la natural protesta juvenil "indignada" por su ausencia de futuro, que reclama una globalización diferente, en la que no prime la economía de casino- surgen fenómenos de otro signo a través de partidos y movimientos extremistas que recogen la rabia de aquellos sectores sociales más afectados por la crisis y los recortes presupuestarios.
Ellos se refugian en concepciones marcadas por el nacionalismo estrecho y odioso, culpan a los inmigrantes de todos sus males, rechazan como un todo a la política y a los políticos, ven en la construcción europea una amenaza y, en algunas partes, su acción es abiertamente xenófoba.
Por ahora son fuerzas minoritarias, pero podrían crecer si los partidos democráticos no se renuevan profundamente y no combaten las expresiones de corrupción y privilegio que los alejan de la gente, si no buscan soluciones audaces para salir de la actual situación.
Para ello es necesario combinar el rigor presupuestario con políticas destinadas al crecimiento, a la creación de empleos y a la protección de los sectores más afectados por la crisis. En la situación actual ningún país, ni siquiera Alemania, está libre de contaminación.
Más Europa, entonces, y no menos Europa, más coordinación, más soberanía en común. Algunos espíritus audaces han señalado incluso la necesidad de avanzar hacia formas de federalismo.
El triunfo de Hollande en Francia, un hombre sereno y de convicciones reformadoras, refuerza la esperanza de un nuevo equilibrio europeo que permita salir del creciente deterioro actual.
En Francia fue derrotado el presidente saliente, un hombre que perdió el aprecio de los franceses, incluso en el campo de sus votantes. Su ausencia de convicciones, su falta de densidad republicana en la función presidencial, su escasa sensibilidad hacia los problemas de la gente común y su irrefrenable amor a los símbolos del dinero, lo fueron haciendo poco creíble y poco querible.
Leyendo a la distancia la evaluación de nuestro Presidente en las ultimas encuestas, alguien podría evocar el dicho latino de te fabula narratur (es de ti de quien habla esta historia)...
Es conveniente, entonces, sacar lecciones del acontecer europeo, todas las lecciones.

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