El ineludible azar‏..... por SD




En el último par de días, 
dos comentaristas de la plaza,
de ámbitos distintos, 
aunque escriben en el mismo 
medio periodístico: 
el diario El Mercurio,
se han referido a algo 
que posee un denominador común
y que se adivina ya, a partir 
del título de sus respectivas columnas:
'¿Lotería?' una, la otra 'Elogio al azar'.

El primero, 
escrito por Alejandro Schmauk,
relata lo que está ocurriendo 
en la actual temporada
de la Fórmula Uno, 
en el que al parecer
cada carrera disputada 
ha tenido un ganador diferente.

Algunos pilotos 
así como dueños de escuderías
estarían manifestando su inquietud
de que el resultado de un Gran Premio
esté pasando en gran medida
por un tema lindante con el azar,
en este caso, con el que acierta
en anticipar el comportamiento
de los neumáticos, según
la temperatura ambiente
y las características propias del circuito.

Y, al parecer, hay un cierto fundamento
en dicha postura debido a que efectivamente
nadie ha logrado comprender con certeza
el comportamiento de los compuestos,
los que se mueven en una banda
demasiado estrecha en función de la temperatura
desembocando en resultados inesperados
y dominios efímeros que duran un día.

Según Schmauk el tema no pasa 
precisamente por un asunto de azar,
sino más bien al hecho
de que la realidad no ha podido
ser modelada computacionalmente
ni responde a análisis conocidos,
algo a lo que estaban acostumbrados
los ingenieros de la F-1 que
establecieron una hegemonía
que permitió en un pasado no muy lejano
la seguidilla de campeonatos
a pilotos como Schumacher,
por dar un solo ejemplo.
De allí su desconcierto.

Schmauk concluye que es probable
que quienes sean los primeros
en encontrarle la vuelta al problema,
y ese momento llegará 
más temprano que tarde, 
dispongan de una ventaja importante.

Para el columnista, 
al menos en la Fórmula Uno,
de lotería hay poco,
lo que va a primar a final
de cuentas es 
la pura y compleja tecnología.

Como dijo alguien por ahí:
el futuro es el del que lo ve primero.

Tal vez esto ocurre en un ámbito
acotado, en que las variables
se puedan controlar,
pero, ¿qué pasa en la esfera
más compleja e impredecible
de los fenómenos sociales?

En términos generales,
el azar se entiende 
como una casualidad
presente en diversos fenómenos
simplemente accidentales
o cuyas causas tienen
un sustrato complejo y no lineal
lo que lo haría impredecible,
o ampliaría su margen de incerteza.

Según Eugenio Tironi,
basado en sus lecturas del libro
«Thinking Fast and Slow»
del premio Nobel de Economía,
Daniel Kahneman, concluye que
la realidad es que nadie sabe exactamente
por qué ocurren los eventos sociales,
ni cómo ocurrirán y ni siquiera
cómo reaccionará la gente
ante un determinado estímulo.
Por eso mismo nadie puede prever nada.

A la pregunta, ¿no hay acaso incontables 
ejemplos de científicos, planificadores,
políticos y empresarios que sí han logrado
adelantar lo que vendrá, y obtener
a partir de esto, prestigio y/o dinero?

Según el Nobel de Economía, 
esto también es falso: lo que 
se nos presenta como un acierto
en la anticipación e interpretación
del futuro no es más que un relato
fabricado cuando ese futuro ya es pasado.

Son narrativas destinadas, de una parte,
a mantener la ilusión de predictibildad,
y de la otra, a sostener la posición
de los expertos como seres que están
fuera del alcance de la comprensión
y evaluación de los seres ordinarios.

El problema de los humanos 
-dice Khaneman-
es que tenemos excesiva confianza
en lo que creemos que sabemos.

Esto nos conduce a no reconocer
toda la extensión de nuestra ignorancia
y de la incertidumbre del mundo en que vivimos.

La base de todo esto estaría en
la ilusión de que uno ha entendido el pasado,
de donde se alimentaría la ilusión siguiente
de que uno puede predecir y controlar el futuro.

Pero el futuro no es igual al pasado
-la historia se repite de una forma
en que no la podemos predecir-
del pasado no se pueden extraer 'leyes' 
para controlar lo que vendrá.

Los humanos requerimos reducir
la ansiedad que experimentaríamos
si nos diéramos permiso para reconocer
totalmente las incertidumbres de la existencia.

Esto nos conduce inevitablemente
a sobreestimar nuestra comprensión del mundo
y nuestra capacidad o habilidad para predecir,
subestimando el papel de lo que llamamos azar.

Esto lo reforzamos construyendo narrativas
acerca del pasado, a las que rendimos reverencia
como si se tratara de textos sagrados.

Ellos otorgan coherencia a lo que era caos,
vuelve predecible lo imprevisto,
transforma en certeza lo que eran dudas,
convierte las prevenciones en defección
y por sobre todo crean la ilusión de inevitabilidad,
endiosando de paso a los expertos.

Esto no significa, como concluye Tironi
que no existan responsabilidades
o cierto margen de previsibilidad
en toda planificación. Algo supongo,
aprendemos por ensayo y error.
Alguna lección aprendida quedará
de las catástrofes del pasado.

Hay mucho de cierto, eso sí,
en lo que plantea Khaneman,
pero de las conclusiones 
que de la lectura de él extrae Tironi, 
hay que distinguir el azar, de la chapucería.  
La soberbia planificadora que, 
por razones políticas o de otro orden,
ignora sistemáticamente la evidencia existente
y comete errores que la práctica aceptada
reconoce como algo perfectamente previsible.

Pero, es verdad, no podemos controlar
las consecuencias de un vastísimo ámbito
de la realidad humana y, es bueno que así sea.

Lo que sí puede servir, es prepararse 
como el sabio marino que sabe
esperar en medio de la calma,
el viento o la corriente
que se revelará favorable.

Es así como mentes preparadas
descubrieron en su momento
lo que al final resultó un avance
científico o tecnológico
a partir de un evento serendípico.

Y esto ocurre hasta para lo 
que llamamos 'inspiración'
en diversos ámbitos como en el arte.
Por algo Picasso decía:
'cuando llegue la inspiración
que me encuentre trabajando'.

El notable poeta francés del siglo XIX, 
Stéphane Mallarmé ya se había referido 
a la esencia del factor suerte,
distinguiéndolo del azar, diciendo 
que ningún lanzamiento de dados
logrará abolir el ineludible azar.

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Es curioso que, 
uno de los fundamentos
de nuestra comprensión del mundo:
la mecánica cuántica, que tiene
a la incerteza como algo intrínseco,
más allá de la aleatoriedad clásica,
sea la teoría que haya brindado
la mayor exactitud en toda
la ciencia y tecnología.

La electrodinámica cuántica 
predice una relación entre 
el momento magnético sin dimensiones
del electrón y la llamada constante
de estructura fina, obteniendo
un resultado para esta última
en que la concordancia
entre la teoría y los experimentos
es de nueve dígitos después de la coma,
una precisión de 0,70 partes por mil millones...

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