De Ripley...‏



El día en que se inauguró el Mundial del '62,
después de los discursos de Sir Stanley Rous
y el Presidente Alessandri, se produjo 
una circunstancia insólita poco antes
de comenzar el partido entre Chile y Suiza,
hecho que, en cierto sentido, refleja aspectos
que han formado a formar parte 
sustancial de  nuestra idiosincracia.

Mientras los capitanes intercambian banderines
-Sergio Navarro en representación de Chile-
y el locutor del estadio entregaba las formaciones,
-o sea cuando estaba a punto de comenzar el duelo- 
los organizadores se dieron cuenta de un gran ausente: la pelota. 

Don Aquiles Cáceres 
había sido el encargado de cuidar el balón
y se lo 'tomó tan a pecho' 
que se la había llevado para la casa 
y el día del partido se le quedó. 

Una patrulla policial la fue a buscar 
con sirenas y a toda velocidad
al hogar de su olvidadizo dueño,
pero, por supuesto no alcanzaban
los carabineros ir y volver antes
de la iniciación de la brega, 
por lo que el partido tuvo que
disputarse en el primer tiempo
con una pelota suplente.

La pelota oficial pudo ser recién estrenada
en el segundo tiempo. Jaime Ramírez
y Leonel Sánchez, con sendos goles
en los minutos 51 y 55, se encargaron
que la pelota fuese rescatada del olvido
para pasar a la historia del balompié nacional.

El temor de que se robaran la pelota
con nuestros inveterados olvidos,
nos identifican como chilenos:
amigos de lo ajeno y mala memoria.

Ah, dos rasgos que recuerdan
largos pasajes del fútbol nuestro:
desde las pichangas a los torneos profesionales:
eso de creerse el dueño de la pelota
y llevársela para la casa; y lo otro,
en medio de un partido,
cuando no damos pie en bola,
y perdemos el control del balón:
se nos pierde la pelota
por largos minutos...
_____
Postscript

Tal vez alguien no asimiló
el término técnico 
en la jerga futbolístico
inventado por técnicos adelantados
a su época que enseñaban 
a «jugar sin pelota»,  
arrastrando marca,
confundiendo la lectura del adversario
acerca del esquema táctico aplicado por el rival.

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