Sembrar en el desierto

Opinión

por Nicolás Luco Rojas
Diario El Mercurio, Lunes 20 de Febrero de 2012
http://blogs.elmercurio.com/cienciaytecnologia/2012/02/20/sembrar-en-el-desierto.asp

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Afuera del Centro de convenciones de Vancouver, Canadá, aterrizan y despegan hidroaviones en la bahía.
Adentro, la presidenta de todo esto -la reunión anual por el fomento de la ciencia americana- la doctora Nina V. Fedoroff, genetista molecular, conversa con la prensa. Buenamoza, es un encanto. Es de las mujeres que no amedrentan con su inteligencia. Se tiñe el pelo, seguramente. No he podido averiguar si es casada; tiene mi edad.
Si es casada debe tener dificultades domésticas porque, fuera de enseñar en la Universidad de Pensilvania, debe viajar de continuo a Arabia Saudita donde está desarrollando el Centro de agricultura en el desierto. Así es que de cocinar en casa, difícil. En su último libro "Mendel en la cocina" ella expone las investigaciones sobre alimentos transgénicos y rebate a quienes asustan con ellos, como mi sobrino Pedro.
"Si se suma la cantidad de dinero que se invierte en atacar los alimentos genéticamente modificados, ese monto es muchísimo mayor que el que se invierte en investigación sobre el tema", se queja. Bueno, ahora con Arabia Saudita desarrollando la agricultura en el desierto, capaz que la cosa cambie.
Nina fijó el tema para esta gran conferencia anual: "Aplanando el mundo, construyendo la sociedad global del conocimiento".
Hay diferencias gigantescas de niveles educacionales y también en los criterios de lo que es ciencia y lo que no lo es. Hay que borrar esas diferencias. El intercambio es la ruta. Cuenta su experiencia en Arabia Saudita donde la población crece y los líderes tienen claro que la energía que necesitan para el aire acondicionado, para la desalinización del agua o para movilizar sus vehículos no podrá provenir del petróleo. "Les quedan unos diez, o unos quince años".
Los grandes problemas son mundiales: el clima, el agua, la energía, la alimentación. "Nuestra única opción es adelantarnos". Y advierte a quienes creen que el calentamiento global es cosa de exagerados: "Uno podrá tener sus propias opiniones, pero no puede tener sus propios datos".
Bebe el concho de su taza de café, ha abierto la puerta a temas que tratarán investigadores venidos de todo el mundo (no veo chilenos). Quedo indeciso, ¿a cuáles conferencias asistir?
Las dos primeras sesiones abren el apetito. En una, dos canadienses y un estadounidense explican cómo en los últimos 10 años la tecnología para observar la biodiversidad en los océanos ha dado un salto gigantesco. "Ahora tenemos que pasar de la observación a la experimentación" dice el Dr. David Welsh. Es hora de investigar, por ejemplo, cómo las pisciculturas afectan a la población que vive en libertad.
La sesión que sigue aturde. Dos arqueólogos investigan los lugares del pasado con la "arqueoacústica". Buscan la utilidad acústica de sitios arqueológicos. Incluso uno afirma que el diseño de Stonehenge podría provenir de imágenes mentales que se producen si uno cierra los ojos en ciertos lugares. A éste no le creo nada.
Capaz que Nina me rete y me diga "eres un prejuiciado, ¡tienes que combatir los datos con los datos!". Pero en realidad, cuando le hablé a ella, le hice otra pregunta.

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