Ex mujer y su hijo revelan la intimidad de la ermitaña vida del fotógrafo SERGIO LARRAIN


Ex mujer y su hijo revelan la intimidad de la ermitaña vida del fotógrafo SERGIO LARRAIN

Paz Huneeus y Juan José Larraín hablan por primera vez sobre cómo era vivir con el único chileno que formó parte de la prestigiosa agencia Magnum, que murió la semana pasada tras décadas de aislamiento en el pueblo Tulahuén.  

En el medio de la nada, a una hora de Ovalle, adentrándose a la cordillera por un camino angosto y sinuoso rodeado de áridos cerros, se encuentra un pueblo llamado Tulahuén.
Allí, en una callecita de tierra, hay una casa de adobe donde vivió las últimas cuatro décadas de su vida Sergio Larraín, el fotógrafo que murió la semana pasada de un ataque al corazón, a los 81 años de edad.
Fue el único chileno en ingresar a las filas de Magnum, la agencia de fotografías más importante del mundo. Entró tras impresionar al legendario Henri Cartier-Bresson (con quien mantuvo una correspondencia toda la vida) cuando en los 50 consiguió lo imposible: ganar la confianza del capo de la mafia italiana, Giuseppe Russo, y fotografiarlo de cerca.
Su impresionante legado fotográfico cuenta también con imágenes de fines de los 50 de un Valparaíso alejado del turismo, donde se concentra en las prostitutas, los marineros y la soledad de los cerros.
Entre tantos otros hitos, retrató el lado menos visto de Londres, la captura de los guerrilleros en Casbah, Argelia. Y el matrimonio del Sha de Irán con la emperatriz Farah Diba, en 1961. La imagen de ella probándose la corona fue entonces la portada de "Paris Match". Incluso una de sus fotos inspiró el cuento "La babas del diablo", de Julio Cortázar, que se convirtió en la película "Blow up", de Michelangelo Antonioni.
Pero en el peak de una carrera que ya contaba con unos 15 años, y en contra de todo pronóstico, Larraín lo abandonó todo: la vida europea, el prestigio, la fama, los viajes, las aventuras, el dinero. Para, después de vivir en Santiago, Viña y Arica, dedicarse a una vida mística de ermitaño en este recóndito y caluroso pueblo.
Abandonó la carrera y se fue a lavar platos por 60 dólares
El fallecido fotógrafo es hijo de Sergio Larraín García-Moreno, reconocido arquitecto, decano de la facultad de la Universidad Católica,  coleccionista de arte y tío  en segundo grado del Presidente Piñera. Estudió en el Saint George, pero pronto empezó a renegar del estilo de vida que vio en su casa.
"Mi abuelo tenía plata y se mandaba a pedir los BMW a Alemania. Se daba la súper vida. Mis abuelos iban a misa los domingos y hacían la vida de matrimonio, pero era de mentira, decía mi papá", recuerda su hijo Juan José (38) en el único bar de este pueblo formado por parcelas dispersas.? 
Cuando Sergio se enteró de esto, "se le desarmó el mundo" y le pidió a su papá que le pagara los estudios de ingeniería forestal en la Universidad de Berkley. Pero no se acomodó, abandonó la carrera y se fue a lavar platos por 60 dólares y a divagar por bares.
Al año, además, murió su hermano menor, lo que fue un terremoto para su familia: su mamá hizo voto de pobreza y nunca más usó joyas.
Por esa época, con su primer sueldo se compró una Leica y, de forma autodidacta aprendió y se enamoró de esa máquina con la que hizo historia.?  
Paz Huneeus: "No fuimos felices, siempre teníamos peleas"
En su mejor momento como fotógrafo, Larraín volvió a Chile y en 1968 se unió al grupo Arica, en el que el gurú boliviano Oscar Ichazo lo introdujo en el camino del misticismo, a través de ejercicios espirituales.
Allí Larraín conoció a la "condiscípula" Paz Huneeus. Fueron pareja por siete años y tuvieron a Juan José. Antes se había casado con la peruana-francesa Paquita Truel, con quien tuvo a su hija Gregoria (50). Ella se crió con su mamá en París. Hoy vive en Chile y es pintora.
"Cuando lo conocí tenía 38 años, era un hombre muy interesante, era regio, estupendo y como era un fotógrafo famoso era un plus. Pero era un hombre muy raro, muy especial. Lo de la pareja no iba con su manera de ser. No fuimos felices, siempre teníamos peleas. Muchas veces me echó de su casa y después me llamaba y me pedía perdón", confiesa Huneeus. Actualmente ella vive en Pirque, tras haber estado 22 años radicada en Estados Unidos, donde trabajó en la ONU. Sergio le escribía todos los días. 
"Estaba muy enamorada de él cuando era más joven y me habría encantado tener mi guagua y seguir con él para siempre, pero él no me permitió eso. Apenas nació la guagua quiso inmediatamente retirarme de la escena, que me fuera por mi cuenta y él quedarse con el hijo", relata.
Huneeus cuenta que Sergio "quiso ser cura de chico" y cree que eso afectó su relación con las mujeres. "Creo que no confiaba en mí ni en ninguna mujer, exigía demasiado, más allá de tus capacidades como ser humano. Una vez me insultó porque me estaba pintando para ir a Santiago, decía que yo era muy frívola".
En esa época, cuando entró al grupo Arica, "se dio cuenta de que te?  nía que haber un cambio fundamental y eso mucho más importante que la fama", apunta Huneeus.
Allí empezó su distanciamiento de la fotografía: privilegió su vida mística, se dedicó a practicar yoga y a llevar un mensaje filosófico a un grupo de discípulos.
Lo decepcionó el hecho de no conseguir un cambio en el mundo a través de su arte. Retrató a los niños pobres de Santiago, bañándose en el Mapocho, en una serie conmovedora que se ha convertido en una de sus más elogiadas. Fue una experiencia que lo marcó: "Venía de una familia con mucha plata, y ver la injusticia lo descompaginaba", reflexiona su hijo.
A su juicio, también influyó el cansancio tras tanto deambular. "Siempre me decía «viví en tantas partes del mundo sin vivir en el lugar, porque no era mi casa». Al final sólo quería un lugar donde decir «esta es mi casa y de aquí no me muevo». Y así lo hizo".
La edad también era una preocupación para él: "Dijo «yo ya no soy joven. A un joven le aceptan todo, en cambio a un viejo le van a decir qué me estás mirando»".
Para encontrar esta casa en Tulahuén buscó por dos años en todo el país, y estuvo a punto de instalarse en Chiloé. A mediados de los 70 optó por este lugar por el buen clima y por lo apartado. "Cuando recién llegó a vivir a Viña muchos fotógrafos llegaban a buscarlo, por eso también se vino para acá".
"Pasaba meditando la noche entera"
En Tulahuén se entregó completamente a la meditación, practicar yoga y escribir.
"Siempre estaba trabajando intelectualmente, pasaba meditando la noche entera, dormía de a poquito, pero generalmente la pasaba en vela", recuerda Paz.
Tenía un grupo de discípulos a los que enseñaba todas las semanas y a los que regalaba los libros que escribía con los temas que le quitaban el sueño. Lo veneran como maestro y la semana pasada lo despidieron en una emotiva ceremonia, en la única iglesia del pueblo.
A Sergio las noticias lo ponían pesimista. Le preocupaba el deterioro del ecosistema, estaba en contra del sistema político convencional y postulaba a favor del control de la natalidad. "Le echaba la culpa de la explosión demográfica a mi abuelo. Le decía «les das pega a los obreros durante seis meses, se sienten seguros y tienen hijos, pero después quedan botados»", señala Juan José.
Por otro lado, recalca Paz, "lo más importante para él era la unión con Dios, vivir el presente y salirse del ego". Recuerda que repetía constantemente: "El presente es el instante eterno ahora".
Sergio concluyó que con la fotografía no podía transmitir sus mensajes. Pero su hijo siempre le contestaba: "El que más beneficio puede provocar con la fama que tiene es usted, ¿por qué no la aprovecha? El me dijo «es que no quiero que lleguen a la casa. Quiero mi tranquilidad»".
"Era un hombre riquísimo... tenía royalties de Magnum"
Por la ventana de la casa de Sergio en Tulahuén (tenía otra en ese pueblo y una más en Ovalle, las tres muy sencillas) se ve una cocina mínima, con una refrigerador pequeño, una hornilla y un cuadro hecho por Sergio. Es un terreno de dos hectáreas y media donde cosechaba algunas hortalizas, pero no tocaba los árboles y la vegetación es silvestre.
Nunca tuvo televisor ni celular, no hacía nada de vida social y pasaba todo el tiempo posible solo en silencio en su casa. Comía por necesidad, lo mínimo. Vestía camisas blancas (nunca con diseños), pantalones caqui o de cotelé (nunca jeans), suéteres tejidos a mano y alpargatas.
"Era un hombre riquísimo", es la paradoja que revela Paz. "Sus padres eran gente muy rica...y él tenía royalties de Magnum. Hasta el final le rogaban exposiciones y él se negaba. No quería ser famoso como fotógrafo. Le interesaba que la gente se despertara, que se uniera a Dios".
Recibió la herencia de sus padres en 1996 y con eso, el gusto que se dio fue publicar sus 15 libros con pensamientos filosóficos.
Absorto en sus reflexiones, convivir con él era un desafío: "No le gustaba que lo desconcentraran en sus estados meditativos", relata Juan José.
"Cumplí los 18 y me fui. Estaba demasiado oprimido por mi papá. No quería que tuviera televisión en la casa y yo lo único que quería era ver tele. Pasaba metido en casa de mis amigos. Los papás de mis amigos me daban una imagen más normal de la cual sacaba el ejemplo para mi manera de actuar con la gente".
"No lo dejaba salir, sino a las 5 de la tarde y lo hacía meditar a la fuerza", revela Paz.
Lo que sí disfrutaba Juan José de la relación con su padre era cuando se animaba a contarle sus aventuras en los años de fotógrafo y cuando le enseñaba a tomar fotos sin luz o a revelar imágenes.
-Al final de su vida, ¿cree que Sergio consiguió lo que buscaba?
P:- No. Porque me dijo "voy a estar bien cuando la gente entre en satori (iluminación)" y se nos fue de un momento para otro. Quería dar en forma masiva un taller de eso, era su gran meta.
-¿Piensan que fue una persona feliz?
P: -No era una persona radiante, feliz. A veces estaba ido, enojado, pero también en ocasiones era divertido, reía a gritos como niño chico recordando tonteras. De repente se deprimía mucho por la dormidera general... Se sentía muy solo en esta lucha por el despertar, se le hacía un poco pesado el día a día.
J: -Estoy convencido de que era un poco bipolar porque de repente estaba muy feliz y de repente por allá abajo (...) Cuando me iba a ver a Santiago a veces me decía «me siento tan solo». Y yo le decía «usted se lo buscó». El día antes de que falleciera estaba contento porque mi hermana había estado con él. Yo también estuve con él, estaba preocupado porque se había pegado un golpe y no se podía mover.

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