Unos son más iguales que otros



por Jaime Bellolio
Diario El Mercurio, Sábado 21 de Enero de 2012
http://blogs.elmercurio.com/reportajes/2012/01/21/unos-son-mas-iguales-que-otros.asp
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Hoy se conmemora un nuevo aniversario de la muerte de George Orwell, aquel brillante periodista y escritor inglés que luchó contra los totalitarismos nazistas y comunistas. Coincidentemente, esta misma semana Camila Vallejo nos recordó uno de los objetivos del Partido Comunista, al decir en un medio extranjero que "nosotros nunca hemos descartado la posibilidad de la vía armada, siempre y cuando estén las condiciones". Por si fuera poco, el presidente de la colectividad -el diputado Guillermo Teillier- corroboró sus dichos agregando que esto era correcto, puesto que "está en la línea histórica del partido".
Pero a diferencia del poco talento con que ambos nos recordaron sus intenciones, Orwell lo hizo desnudándolos, primero en su novela 1984, y ridiculizándolos después en su libro Rebelión en la Granja. En el primero, describía a ese "Gran Hermano" que lo controlaba y observaba todo para que nadie fuera a pensar distinto a lo que el "Ministerio de la Verdad" indicaba; mientras que en el segundo, nos mostraba cómo el cerdo Napoleón luego de tomar el poder total, comienza a ajustar las reglas a su beneficio, de forma que ya no todos los animales eran iguales, sino que unos "más iguales que otros".
Esto mismo se aplica a lo dicho por la dirigenta comunista y su presidente. Su mensaje de que hoy no se justificaría la violencia, es puramente táctico o instrumental, pero jamás de principios. Es decir, que sólo querrán defender la dignidad de las personas cuando a ellos les parezca que "están las condiciones" o cuando les sea conveniente. O sea, al igual que lo realizado por el cerdo Napoleón del libro de Orwell, cuando se den las condiciones necesarias para el uso de la violencia, ellos dirán pertenecer al bando de los demócratas y cambiarán las reglas a su antojo y beneficio.
Nada más falso y peligroso. O se defiende la dignidad de las personas y se rechaza por principio la apelación a la violencia en política, o se está en contra de los seres humanos. Pero la postura maniquea de pretender defender los derechos humanos sólo para unos es inaceptable en una sociedad democrática.
Por lo mismo, resulta preocupante que la Concertación haya estado más preocupada de que Vallejo echara pie atrás en su declaración de no apoyar a Bachelet, que de condenar las intenciones violentistas. Como era de esperar, no hubo funas ni marchas en su contra. Menos hubo exigencias al diputado Aguiló -quien hace dos semanas invitara al asesino de Carol Urzúa al Congreso y justificara su crimen- y al diputado comunista Hugo Gutiérrez, a que evaluaran éticamente su continuidad en la comisión de Derechos Humanos de la Cámara. Porque o se defienden estos derechos, o se está por la lucha armada y la violencia, pero ambas cosas son incompatibles.
Tanto "1984" como "Rebelión en la Granja" son libros de ficción, con base en hechos reales, donde el final no es precisamente muy feliz. En el primero, el protagonista es dejado libre luego de haber sido torturado sistemáticamente, delatado a sus amigos y negado el amor a su mujer. En el segundo, el cerdo Napoleón que había liderado la revolución contra los hombres, termina comportándose y siendo igual que ellos, de forma que los demás animales no podían distinguir quién era quién.
Si no somos capaces de identificar y separar lo bueno de lo malo, y el uno del otro, entonces corremos el serio riesgo de que esos mínimos fundamentales -la dignidad de la cual emanan esos derechos humanos- dejen de ser percibidos como tales, y pasemos a evaluarlos en cuanto a su utilidad o conveniencia. Si eso pasara, difícilmente podríamos llamarlo progreso, puesto que habríamos ratificado que hasta en la dignidad, siempre habrá "unos más iguales que otros".

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