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Tolerancia 1.000


Tolerancia 1.000

No existe manifestación de opinión que sea condenable porque eso atenta contra la libertad de expresión. Me remito a Voltaire, cuando decía que no estaba de acuerdo con las ideas de alguien, pero estaba dispuesto a dar la vida para que ese alguien ejerciera su derecho a expresarlas.

El caso de Inés Pérez, la vecina de Chicureo que fue virtualmente linchada en las redes sociales por haber opinado a través de Chilevisión que era impensable que las nanas y los maestros de la construcción caminaran por las mismas calles que sus hijos, da para una reflexión profunda, especialmente después de la “rehabilitación” que vivió gracias a la filtración de la entrevista completa.
En primer lugar, se puede concluir que nuestra sociedad está enferma. No existe manifestación de opinión que sea condenable porque eso atenta contra la libertad de expresión. Me remito a Voltaire, cuando decía que no estaba de acuerdo con las ideas de alguien, pero estaba dispuesto a dar la vida para que ese alguien ejerciera su derecho a expresarlas. Puede ser reprochable el contenido de lo que se diga, pero no puedo prohibir que se diga ni menos atacar en su dignidad o sus derechos a quien lo diga.
En cada sociedad hay quienes no saben expresarse o lo hacen ofendiendo, pero eso no los hace merecedores del paredón. Cuando más de una querella. El que cree en la democracia (el que cree de verdad), no puede dejar el camino de la tolerancia y eso implica manifestar el rechazo por canales formales e institucionales, no por la violencia física o verbal.
Por más que moleste el clasismo (morigerado en alguna forma de paternalismo, como en el caso descrito en Chicureo), su expresión no puede ser generador de odio. Por lo demás, es tan clasista el que no quiere que sus hijos se mezclen con “rotos”, como el que replica tratando a los demás de “cuicos” (con apellido), como si esa condición fuera maldita y fruto de pura maldad.
El principal síntoma de enfermedad social es que ante cualquier declaración (por más sin sentido que sea) la reacción sea desmedida y virulenta. No defiendo a unos sobre otros. El respeto ha de ser mutuo, pero si alguien rompe la cadena, debe haber otros dispuestos a no continuar con los tratamientos indignos. Lo contrario es permitir espirales de odio y resentimiento. En definitiva, es admitir que en cada sociedad hay quienes no saben expresarse o lo hacen ofendiendo, pero eso no los hace merecedores del paredón. Cuando más de una querella. El que cree en la democracia (el que cree de verdad), no puede dejar el camino de la tolerancia y eso implica manifestar el rechazo por canales formales e institucionales, no por la violencia física o verbal.
Pero hay otro síntoma preocupante y es la actitud de un medio de comunicación que corta la entrevista, sesgando el sentido general de las palabras de la entrevistada. A ver: Inés Pérez dijo lo que dijo y su sentido general puede ser reprochable, pero la edición (un acto intencional de seleccionar una parte del contenido) le dio tal acidez a sus palabras que la convertía en un receptáculo de odios. El medio no puede exponer así a un ciudadano por el simple hecho de manifestar una opinión. Revela prejuicio en la edición y la intención de dañar a una persona.
Es imperativo que se genere un espíritu distinto, en que se entienda que el respeto parte por la tolerancia, y que ese espíritu permee las redes sociales y los medios de comunicación, hoy por hoy, convertidos en una selva verbal.

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