“Los ‘Chicagos’ en Chile se convirtieron en más economicistas que los propios marxistas”


“Los ‘Chicagos’ en Chile se convirtieron en más economicistas que los propios marxistas”

































El viernes 16 de diciembre, fue publicada en el Diario Financiero una entrevista a Eugenio Tironi, en la cual cuenta acerca de su último libro, el que fue lanzado el lunes 12 de este mes.
Aún se siente parte de la Concertación, pero cree que el bloque está recurriendo a Michelle Bachelet en “un ritual sin contenido” y que en el encuentro de la ex presidenta y los partidos “van a volar plumas”.
Por Patricia Arancibia Clavel
. Eugenio Tironi Barrios (60) nos vuelve a sorprender con la publicación de un nuevo libro: “Abierta: Gestión de controversias y justificaciones”. Agudo, punzante, irónico, no usa anestesia a la hora de ocupar el bisturí para hacer la disección del momento que vive Chile. Analista de fuste de nuestra realidad socio-política, su pensamiento y reflexiones no dejan indiferente ni a la clase política ni empresarial que lo sigue, pese a su permanente posición crítica. Bien dispuesto al diálogo, conversamos en torno a un café, sin prisa pero también sin pausa.
- Este ha sido un año productivo: ¿esperas tanta controversia con el nuevo libro como con “¿Por qué no me quieren?”?
- Ojalá. Este último lo vengo trabajando hace un par de años y es un rediseño de mis propias bases conceptuales y de lo que hacemos en la empresa que dirijo. Si bien puede parecer un libro técnico, es muy personal e integra muchas facetas y experiencias de mi vida emocional, profesional, valórica. No sé todavía cómo será clasificado en las librerías: si en política, sicología, empresa, autoayuda o sociología.

- ¿Cuál es la tesis de fondo?
- Que -con pavor de algunos- ya no podemos comprender nuestro mundo a partir ni de las leyes divinas ni de las leyes de la ciencia, que fueron -durante siglos- los referentes de las certidumbres que necesitamos y buscamos obsesivamente como seres humanos. Que debemos construir certidumbres aceptando que siempre serán provisorias y que éstas se construyen colectivamente.

- ¿Cómo aterrizas este planteamiento a la realidad actual chilena?
- Como sociedad, hemos construido mitos y modelos que hemos revestido de una jerga, autoridad y metodología que las convierten en verdades absolutas. Por ejemplo, en estas últimas décadas hemos creído a pie juntillas en la “ley del mercado” pero hoy ésta no es capaz de dar cuenta de sus desbordes. Los mitos se derrumban, y con ello, nuestras justificaciones y narrativas. Es necesario revisar y aceptar que las “verdades absolutas” y hasta las “leyes naturales” están siempre imbricadas con las creencias.

- ¿Cuál es el principal mito que se está derrumbando hoy en Chile?
- Que las cosas ocurren de acuerdo a las leyes de la economía y que incluso el amor y la felicidad se pueden llevar a una métrica costo/beneficio. Los “Chicagos” en Chile se convirtieron en más economicistas que los propios marxistas, dándole a su creencia en el modelo económico un marco interpretativo que les permitía una justificación satisfactoria y cómoda de sus actos pues se basaba en leyes naturales. Llevamos más de 30 años renunciando a la política a favor de los expertos en políticas públicas y economistas, pues la creencia en la “razón económica” permeó también a todos los gobiernos de la Concertación.

- ¿Incluso el de Michelle Bachelet?
- Por supuesto. Prueba de ello es que cuando la gente le pedía alguna medida específica, ella respondía que lo haría encantada, pero que su ministro de Hacienda no se lo permitía. A su vez, el ministro decía que también lo haría encantado, pero que no podía porque no sabía cómo reaccionarían los mercados. Es la abdicación de la voluntad o el deseo -que es lo propio de la política- ante las así llamadas leyes económicas. Y a los políticos les fue muy cómodo aceptarlo porque se apelaba a “lo sagrado”. Esa misma creencia condujo a que el primer gobierno de Piñera, el del “pendrive”, desplazara a los políticos por técnicos. Ellos, se pensó, solucionarían todos los males del país…

- ¿Por qué hablas del primer gobierno de Piñera, hay acaso un segundo?
- Sin duda. Este gobierno ha tenido un giro copernicano desde que Chadwick y Longueira entraron al gabinete. La UDI se tomó La Moneda y Hinzpeter sólo queda como “niño símbolo”. Nadie ha derrumbado más el mito del valor de las leyes económicas que este segundo gobierno. Éste acabó con la dimensión sagrada y mitológica del mal llamado “modelo”, al cual por años nos sometimos todos. Por ejemplo, profanó el dogma que el alza de impuestos conduce a menor inversión, crecimiento y a mayor desempleo. O que el gasto público tiene que estar focalizado en los más pobres: todas sus iniciativas sociales están focalizadas a la clase media: post-natal, 7%, los cambios en la universidad. O con Barrancones, que las decisiones ambientales son técnicas. O que el Estado tenía que retirarse de la minería… y suma y sigue.

- ¿Longueira desplazó a Hinzpeter?
- Si yo quiero saber para donde va el gobierno escucho a Longueira. Todo lo que él dijo cuando entró como ministro se ha venido cumpliendo. Creo que desde (Pedro) Vuskovic que no había un ministro de Economía tan poderoso como Longueira. En la historia post-90, ésta es la administración que tiene más políticos en ejercicio dentro del gabinete.

- Y ¿cómo evalúas este cambio?
- Como extraordinariamente positivo. Nos ha hecho una sociedad con menos tabúes, menos dogmas, menos “modelos”, y por lo mismo más reflexiva y creativa. Si el presidente desahució Barrancones y se salta la Corema, ¿por qué la gente en las calles no puede suspender HidroAysén? Si el gobierno subió los impuestos el 2010 y no pasó nada con las empresas, ¿porqué no subir otros? Si Codelco recurrió a Raimundo Espinoza, el demonizado dirigente de los trabajadores del cobre, para avalar su postura frente a Los Bronces, ¿por qué no reforzamos la legislación pro-sindical? No eran tan malos los sindicatos entonces y tampoco es tan malo que el Estado tenga la principal minera del cobre… Lo que digo es que este gobierno ha corrido la frontera de lo posible, nos ha vuelto más adultos. No sé si era esto lo que pretendía, pero este ha sido el resultado.

- No deja de ser paradójico que el gobierno haya privilegiado a los políticos sobre los técnicos, cuando la clase política en general está tan desprestigiada…
- Los cambios de los que hablamos aquí se han realizado a pesar de los políticos, no a partir de los políticos. Hay un gran retraso en la clase política. Ésta no se ha sentado a reflexionar sobre todo esto que está pasando. Mucho más sensible a estos cambios ha sido el mundo de la empresa.

- ¿Cuáles son tus argumentos para esa afirmación?
- Veamos el recambio generacional: basta analizar el promedio de edad de los ejecutivos de las empresa con el promedio de edad de los parlamentarios; el número de mujeres; el grado de reflexibilidad; la disposición a recoger información, interpretarla, conversarla y dejarse transformar por ella. Eso es algo que se vive todos los días en el mundo de la empresa y no en el mundo de la política.

- Pero los empresarios han sido poco dados a comunicar lo que hacen y no han expresado con claridad su adecuación a los nuevos tiempos…
- Hay una especie de disociación entre lo que es el mundo de las empresas, que posee estas características mucho más innovadoras y dinámicas que el mundo de la política, con los empresarios como grupo social. Cuando se corporativizan y hablan como tales, usan todavía el mismo lenguaje y la misma justificación de los tiempos de la Guerra Fría, polarizando Estado vs. Mercado, capitalismo tipo EEUU vs. el europeo, al que ven como una amenaza monstruosa.

- ¿Cómo enfrentas tu “doble militancia”? Por un lado, trabajando codo a codo con los empresarios y por otro, haciéndoles fuertes y ácidas críticas…
- No hay doble militancia. Yo soy un empresario. De hecho, en torno a mí trabajan más de 100 personas. Lo que “vendemos” son dispositivos para aumentar la capacidad reflexiva de las empresas. Esto implica mantener e incentivar el espíritu crítico sin el cual no hay innovación, creatividad ni adaptación. Este es mi negocio, para usar la jerga económica. O mi vocación, si se prefiere. Si yo les llevara el amén mi labor no tendría sentido. Para eso que contraten a un bufón.

- ¿Ha mejorado la relación empresa/política?
- Me encanta ver a un Longueira, un Allamand o una Matthei tener que gobernar en democracia y conocer los límites que ello implica. Me encanta ver cómo se han venido enamorando del Estado, al igual como la Concertación lo hizo del mercado cuando le tocó gobernar. Esto está produciendo más cercanía entre las dos élites, como también entre el mundo empresarial y el político. Ya no es algo abstracto, son experiencias comunes. Antes, la división era fuerte y estaban en una especie de guerra civil permanente.

- ¿Cuánto de esta nueva arquitectura conceptual del gobierno de Piñera se basa en los gobiernos concertacionistas?
- Casi todo. De hecho está usando el método Bachelet. Prueba de ello es que tiene funcionando más comisiones que Bachelet, tirando a la basura la idea que este sería un gobierno de decisiones y no de comisiones. Ahora está hablando de reforma tributaria, que es tan importante como cambiar la Constitución, proponiendo a un grupo transversal para que la estudie, que supongo no será de puros economistas, pues toda estructura tributaria descansa en supuestos morales, y es sobre ello que hay que discutir y concordar antes de llamar a los técnicos. El gobierno está aprendiendo a dialogar, lo que es excelente. Diría que hay una especie de conversión de este gobierno al bacheletismo.

- Y en este nuevo escenario, ¿en qué pie está la Concertación?
- Ufff! La Concertación nunca entendió lo que fue el gobierno de Bachelet, el cual inició la ruptura con el reinado de los expertos. Recordemos cuando en relación al Transantiago, ella dijo que se arrepentía de haberle hecho caso a su intuición. Era una reivindicación tácita de la política, que consiste justamente en dejarse llevar por la intuición. En esto consiste en realidad el liderazgo y la innovación. El empresario exitoso es el que sigue su intuición: el que la reprime es un administrador. La Concertación no entendió lo que nació con Bachelet, y por eso nombró a Frei de candidato. Creo que todavía no lo entiende. Se ha resistido a realizar una renovación de su arquitectura, de su matriz conceptual.

- Pero ahora la Concertación está volcada a Bachelet, como su tabla de salvación…
- Claro, es como comulgar pero sin haber hecho el proceso previo de constricción, que pasa por la confesión donde se reconocen las culpas anteriores. En mi libro “Radiografía de una derrota”, busqué explicar por qué la Concertación llegó a ese estado patético. Porque seamos claros: aquí no ganó Piñera; perdió la Concertación. Nunca he recibido críticas tan duras. Se tomó como un sacrilegio. El senador Frei dijo que no lo iba a leer. Altos dirigentes políticos me acusaron de traición, deslealtad. Y todo lo que estaba diciendo es que la Concertación -de la que me siento parte- no había entendido el fenómeno Bachelet, y por eso perdió. Ella produjo un cambio profundo en la sociedad que la Concertación, en vez de proyectarlo, buscó clausurar.

- ¿La ves como candidata presidencial?
- Creo que hoy la Concertación recurre a ella en un ritual sin contenido. Pero Bachelet, sin embargo, tiene el sartén por el mango. Por lo que le he leído, ella ha venido conceptualizando su propio fenómeno. Es indicativo que su fundación tenga el nombre de Dialoga. Veremos ahora qué pasa cuando se produzca su encuentro con los dirigentes concertacionistas. Van a volar plumas. Si yo estuviera en su posición, pondría condiciones realmente drásticas para ser candidata. Exigiría un cambio total de arquitectura, de base conceptual, de nombre, de personas, de estilo. Para que tenga sentido su candidatura tiene que reposarse en una nueva coalición cultural y generacional. De lo contrario su regreso será una pantomima, no una gesta épica.

“Quien entró al gobierno con Piñera fue la nueva élite empresarial”
- Se critica a Piñera por creer que dirigir un gobierno es como dirigir una empresa…
- No soy de los que ven al mundo empresarial, o al de la política, en el campo del pecado. Soy partidario de introducir la política en las empresas y las empresas en la política. De romper ese “muro de Berlín” en que por un lado están los santos y en el otro los pecadores. Me gusta que las personas que vienen de la empresa se metan en el Estado, busquen utilizar sus metodologías, e introduzcan sus mejores prácticas. En lo que discrepo es que unos u otros lleguen al otro campo con la mentalidad de los cruzados frente a los herejes. Ese fue el error del primer gobierno de Piñera. Llegó con la idea mesiánica de que como conocían las leyes económicas y habían tenido éxito en los negocios, en un dos por tres iban a cambiar la gestión del Estado, recibiendo el aplauso de la ciudadanía. No ha sido así.
- ¿El error fue llegar con muchos técnicos?
- Quien entró al gobierno con Piñera no fue la derecha, fue la nueva élite empresarial post-90 que hizo fortuna con la Concertación. Ese grupo fue el que hizo la OPA sobre La Moneda, dejando de lado a las familias con más prosapia, a los políticos y a la UDI, cuyos dirigentes habían hecho el servicio militar en el régimen de Pinochet. A todos ellos los mandó para la casa. Que ese grupo tomara el gobierno ha sido bueno para el país, si se piensa en el largo plazo. El hecho que la elite empresarial haya tenido acceso a esa experiencia, de pasearse por La Moneda, de sentirla propia, y darse cuenta de la magnitud inmensa de los problemas que enfrenta un gobierno, fue algo positivo. Conocieron la frustración de no ser comprendidos y a su vez, la satisfacción de alcanzar pequeños logros, pero que benefician a millones. Aprendieron lo que son las retribuciones no económicas.

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