El impredecible curso de la vida...esta vez intervenida masivamente...‏



Comentario posteado en el blog correspondiente a la columna de opinión de Nicolás Luco, en la sección Ciencia y Tecnología de la edición del diario El Mercurio de Santiago del lunes 26 de diciembre de 2011.

Una cosa es que
estemos continuamente,
modificando el patrimonio genético global;
el sexo lo hace todo el tiempo,
y así ha ocurrido también
con modificaciones dirigidas
en el rubro de los alimentos,
los animales domésticos, etc.
Sin embargo estos cambios
en general han sido
más bien paulatinos
y no a gran escala.
La naturaleza evolutiva
está permanentemente probando;
la contigencia pone a prueba estos cambios,
lo que va determinando la deriva evolutiva
en la que participan infinidad de actores
que intervienen a nivel molecular.
Una cosa es poseer
la capacidad biotecnológica
para alterar masivamente
el patrimonio genético de la biosfera,
y otra muy distinta
es preveer lo que ocurrirá
una vez que la vida
y sus interacciones
sigan su curso imprevisible.
¿Controlaremos todo
por sintonía fina?
La ciencia no avanza
basada en el prestigio de muchos
o de los más connotados científicos,
porque la mayoría de esos
descubrimientos hechos
por esos grandes nombres
ya forman parte
de la historia de la ciencia.
Además, no existe
una única visión científica.
La ciencia es un mosaico
de puntos de vista parciales
y contradictorios.
Todo en ciencia
es permanentemente cuestionado,
y los relativos consensos son temporales
hasta el surgimiento de nueva evidencia.
Cada argumento es ardorosa
y exhaustivamente discutido,
prolijamente cotejado
y minuciosamente validado
en su debido contexto.
Si los avances científicos fuesen predecibles,
los más experimentados académicos,
los que han obtenido logros significativos
en el pasado, los eméritos profesores,
los laureados, serían los únicos
que continuarían cosechando éxitos,
sin espacio para los
más inexpertos, los más audaces,
los que no tienen un prestigio que cautelar.
Es cosa de ver cuánto se equivocan
los científicos, tecnólogos y futurólogos
en sus predicciones, porque nadie
puede saber lo que ocurrirá
en un futuro no inminente,
debido a que nadie puede
predecir el resultado
de la maraña de acontecimientos
por ocurrir, cuya realización
depende de factores no sólo científicos
(Freeman Dyson define a los científicos
como especialistas en lo impredecible),
sino sociales, económicos y culturales.
No se trata de caer en la paranoia,
pero el tema amerita cautela.
El problema es que cautela
en el mundo científico contemporáneo,
significa quedarse atrás,
o sea fuera de la ciencia de frontera.
Y ante ese dilema,
los ambiciosos científicos
no están dispuestos
a hacerse cargo de las consecuencias.
La posibilidad de fondos concursables,
la satisfacción de estar alimentando
a la humanidad y curando sus enfermedades
(aparte de la posibilidad de un premio
notable como el Nobel) no les permite
tomar conciencia de la eventualidad
de estar abriendo una caja de pandora...

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