Otro Chile, ¿el mismo?


Hace un par de días, Nicolás Waissbluth, que está terminando su segundo año de Ingeniería civil en la UC, me mandó el siguiente mail:
“Señor Wilson, 
Como trabajo final para un electivo me vi en la obligación de escribir un ensayo que responda a la pregunta ¿cómo es mi Chile ideal? Tengo el agrado de enviarle una copia.”
El ensayo fue evaluado con una merecida nota 7 y creo que es una de las buenas  Columnas Amarillas® que hemos publicado. Léela y, si te gusta, compártela. 
Creemos ser país y la verdad es que somos apenas paisaje.
Nicanor Parra
Mi Chile ideal son sus habitantes. Es un Chile donde todos tienen más presentes sus deberes que sus derechos. Donde el respeto viene antes que la libertad. Donde la ética es tan importante que la justicia se da naturalmente. La diversidad es realmente vista como una virtud y no algo con lo que se tiene que lidiar. La riqueza no se mide con respecto a la riqueza del vecino. La felicidad menos. Es un país en paz. Nadie mira para el lado cuando ve un problema, para dejárselo al siguiente que se lo encuentre. El sentido común prima por sobre la ideología y la sociedad está realmente orientada a un bien común, con énfasis en “común” antes que en “bien”.
Su gente
En mi Chile ideal todos entienden que su libertad se acaba tan rápido como empieza la libertad de cada uno de los demás seres humanos del mundo. Todos respetan a los demás, pero este respeto no pasa solo por dejar al otro vivir en paz y tolerarlo. Es mucho más que tolerancia, no se basa en que el otro es igual a uno y por lo tanto tiene derecho a ser respetado, sino en lo contrario. El respeto surge precisamente de la comprensión de que los demás son profundamente distintos y por lo tanto nos podemos y debemos enriquecer de ellos. Así, surge del deseo y la necesidad de la comunicación y la convivencia. Es un Chile donde no es casualidad que haya muchos más oídos que bocas.
En este mundo perfecto los prejuicios raciales, sexuales, sociales, religiosos y de cualquier otro tipo son impensables. Nadie es capaz de emitir ningún tipo de juicio sobre otra persona solo al saber su apellido, ver su fotografía, saber su comuna de origen, su orientación sexual o su credo. No existe la discriminación, de aquella que hoy está comenzando a ser considerada un problema y hasta en algunos casos un delito. Pero no solo eso, tampoco existe la discriminación que sí está permitida y no es ni debe ser condenada. La discriminación al momento de elegir amigos, pareja, invitar a alguien a un evento. Esta discriminación es producto de una falta de comprensión del mundo y no es un problema en sí mismo, sino un síntoma de algo mucho más profundo. Es por esto que, si bien es legítima, en el Chile ideal ya no existe. Los ciudadanos de este país comprenden que las personas no son definidas por su origen y todos establecen sus relaciones personales en base a lo que realmente son los demás y no en base a sus prejuicios, absolutamente carentes de sentido y valor. Así, este país carece de todo tipo de segregación social.
Su política
Los habitantes de este Chile ideal comprenden el significado de la política y por lo tanto no la desprecian. Comprenden que la política no surge de la codicia de unos pocos, del deseo de tener poder sobre muchos. La política es es la mejor herramienta para mejorar una sociedad. No existe, entonces, el “analfabeto político” de Bertold Brecht:
El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.
En este mundo ideal todos valoran tanto el deber de pagar impuestos como el derecho a voto. Es tan importante el derecho a la libre expresión y manifestación como el deber de cumplir la ley. Deberes y derechos van de la mano, pero los derechos no son simples eslóganes. No es necesario reinventar la rueda, ya que tantos de estos derechos están claramente especificados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Gran parte de este Chile se haría realidad con la adhesión real a esta declaración. Tal vez en el papel pueda parecer que todos estos derechos están garantizados universalmente, pero al notar que existen otros tipos de esclavitud que la del siglo XIX, matices importantes en lo que se refiere a educación gratuita y diferentes niveles de bienestar que pueden ser considerados mínimos y dignos, hay mucho por avanzar. Si esta declaración de principios fuera adoptada completamente y con su espíritu, me parece que estaríamos mucho más cerca de un país ideal.
Además, en este Chile perfecto, la democracia es una forma de gobierno que realmente funciona y representa. Todos los actores del sistema político cumplen sus roles, incluyendo especialmente a una ciudadanía involucrada, interesada y con voz. Así, con actores comprometidos, no existe la corrupción y no se puede sino avanzar hacia el desarrollo. No me refiero con esto al Primer Mundo como lo conocemos hoy, sin desconocer que el Índice de Desarrollo Humano es una buena métrica de desarrollo mínimo, sino que avanzar progresivamente a un mejor país como se expone en este texto y en todos los sentidos posibles de la palabra desarrollo.
Sus preocupaciones
En mi Chile ideal no es necesario que salgan miles de personas a protestar a la calle para que se plantee la posibilidad de que algo anda mal con el sistema educativo. No tiene que haber un terremoto para que se revisen los protocolos de alerta y evacuación costera. No hace falta una serie de escándalos públicos para que se cuestionen las normas de los créditos de consumo y los derechos de sus consumidores. No hay que esperar a un niño muera para hacerse cargo de la seguridad ciudadana.
En este Chile somos todos más previsores y suficientemente sabios como para preocuparnos hoy de los problemas de mañana. Se hacen las cosas y se hacen bien. No vivimos todos, entonces, en un mundo donde creemos que todo está bien por el solo hecho de que nada se ve mal, no esperamos a que las cosas se pudran para sentir su olor a descompuesto. No estamos todos estancados en nuestro día a día, esperando a que los problemas sean ineludibles para enfrentarlos. Esto se aplica a un sinfín de ámbitos, desde la vida personal de cada uno hasta materias de interés nacional. En mi Chile ideal, sin embargo, como los intereses colectivos están al menos al mismo nivel que los intereses personales de cada uno, nadie tiene siquiera los músculos necesarios para mirar para el lado cuando sabe que está frente a una bomba de tiempo. Como dijo alguna vez Pau Casals: “La vida es peligrosa, no por la gente que hace el mal sino por aquellos que se quedan viendo a ver qué pasa”. En este lugar no existe la indiferencia.
En mi Chile ideal todos tienen conciencia social, medioambiental y política. La empatía es mucho más poderosa que el individualismo y por lo tanto no hay cabida para la apatía frente a lo público. La felicidad ajena es causa de la propia, no de envidia y odio. Todos somos capaces de avanzar por el mismo camino, y en el mismo sentido; no hay gente remando hacia atrás.
Su estructura social
Todo lo anterior no lleva sino a un Chile más equitativo. Una sociedad donde realmente todos tienen oportunidades, donde existe realmente la movilidad social y la meritocracia. Es Chile con justicia social, equidad económica y bienestar. No existe resentimiento por heridas del pasado y no existe tampoco la envidia por las diferencias del presente. Sí existe, en cambio, un verdadero deseo de progreso personal y colectivo por parte de todos sus habitantes. Y en el Chile ideal es más importante la calidad de este progreso que su cantidad, como lo ilustra Nicanor Parra: “Hay dos panes. Usted se come dos. Yo ninguno. Consumo promedio: un pan por persona.”
¿Será mucho?
Tal vez no todo esto sea posible. Tal vez el Chile de hoy es el Chile ideal de alguien del pasado. Podría seguir por siempre listando y explicando las características de mi país ideal, podría intentarlo con un mundo ideal también quizás, pero nunca lograría describir uno perfecto. Si se cumplieran todas y cada una de las características mencionadas, probablemente aún no estaría conforme. Me parece que así tiene que ser y la actitud correcta es apreciar lo que tenemos, pero por ningún motivo conformarnos. El día que este Chile se haga realidad, habrán aún más cosas que mejorar. ¿Será mucho pedir?

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