No sabemos el día ni la hora

Comentario religioso
Domingo XXXII

por Pbro. Patricio Astorquiza Fabry
Capellán del Colegio Nocedal
pastor@esfera.cl


San Mateo nos presenta este domingo la conocida parábola de las cinco
vírgenes necias y las cinco sensatas. Esperando al esposo se agota el
aceite de las necias, y mientras van a comprarlo llega el esposo, se
cierran las puertas, y quedan fuera de la fiesta de bodas. El consejo
de Jesús es: "Velad, porque no sabéis el día ni la hora".

En el cercano contexto de las pasadas fiestas de Todos los Santos y de
Todos los Difuntos, se nos invita a la gran sensatez de medir nuestra
existencia terrena en el contexto de la inmortalidad. El Reino de los
Cielos que predica Jesús no es una quimera intramundana de buen
comportamiento, sino una proyección hacia otro mundo, que es el
definitivo. Todo lo demás palidece, por comparación. La visión
completa de la vida personal incluye el pasado, el presente y todo su
futuro, proyectado hacia la eternidad. Éste es el plato fuerte del
mensaje y misión de la Iglesia, que la protege del reduccionismo
puramente humanitario. Todo el resto son los medios para llegar a esta
meta gloriosa.

En la parábola, al tardar el esposo, "les entró el sueño a todas y se
durmieron". La distinción entre mejores y peores no consiste en que
unas se duermen y otras no. Se asume la debilidad humana, como en
otras escenas de los evangelios: Getsemaní, la siembra de cizaña, el
ladrón en la noche. La debilidad de las necias consiste, en primera
instancia, en no haber previsto la posible tardanza del esposo. No son
malas, son improvidentes. La consecuencia final de toda la narración
será la de velar, pero antes que nada hay que contar con las fallas
humanas: la del esposo que se atrasa, y la del sueño que acecha al ser
humano en su cuerpo y en su espíritu. Es una invitación a ser
previsores en el seguimiento de Cristo, a no confiarnos fácilmente de
nuestras fuerzas o de las ajenas, a no extrañarnos de la debilidad que
nos rodea personal y colectivamente. Y a tomar las medidas del caso
para no caer en la tentación.

La actitud del esposo, cuando llegan estas vírgenes con su aceite, nos
parece muy dura: "Les aseguro que no las conozco". Se les cerró la
puerta del banquete de manera definitiva. Quiere Jesús acentuar ese
carácter definitorio que conlleva la muerte, para alertarnos cuando
todavía es tiempo de rectificar el rumbo. El cristiano debe estar
siempre alerta, no por temor sino por amor, esperando la llegada de su
Señor.

Comenzamos dentro de poco el Mes de María. A ella le pedimos "que nos
colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida, y de
esperanza para el porvenir".

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