La travesía de Puchi


Artículo correspondiente al número 312 (4 al 17 de noviembre de 2011) REVISTA CAPITAL

Durante tres días acompañamos al presidente de AquaChile en un recorrido por los canales de Chiloé. Compartimos los mates de la mañana, conocimos la isla donde construirá un hotel, hablamos de su decisión de disminuir su participación en la compañía, de su pelea con la banca e Hidroaysén, del gobierno, los indignados y el ISA. “Creo que una de las cosas positivas de la crisis es que nos aterrizó a todos”, asegura. Por Fernando Vega; Fotos, Elisa Bertelsen.

Víctor Hugo Puchi mira por una de las ventanas de la lancha Ona y apunta hacia una pequeña isla. “Ahí construiremos un hotel o un refugio”, anticipa. Está sentado a la cabecera de una mesa de mañío, mientras la embarcación navega despacio por los canales de Chiloé en una tarde inusualmente clara para esta época del año. Es el primero de los tres días de la travesía en que lo acompañaremos y el presidente de AquaChile, la mayor salmonera del país y una de las más grandes del mundo, habla de sus planes tras la salida a bolsa de la compañía, que le significó disminuir su participación a cambio de fortalecer financieramente a la empresa.

Se le nota aliviado y contento. En mayo de este año, AquaChile recaudó 373 millones de dólares en el mercado, consiguiendo su independencia financiera. Con ello ha podido dedicarse en un 100% a recuperar las enormes pérdidas que le produjo el virus ISA: la peste redujo la producción a la mitad, se perdieron los clientes y la banca la apretó hasta pedirle la quiebra.

Tiene las manos cruzadas sobre la mesa y mira fijo cuando habla con satisfacción de Añihué, la isla donde construirá su hotel. Cuenta que la descubrió gracias a los cultivos de AquaChile, que están repartidos por el mar chilote. Y que se enamoró de ella. De sus suaves lomajes y pendientes, de su vegetación y silencio. 

En el proyecto turístico participarán sus cuatros hijos, adelanta. Dos de ellos son arquitectos, una es pintora y la otra diseñadora. Ninguno trabaja con él en el negocio salmonero que creó en 1989 junto a sus hermanos y que actualmente controla junto a la también sureña familia Fisher. Pero eso a él no le importa.

Víctor Hugo Puchi dice con convicción de manifiesto que uno debe ser feliz haciendo lo que le más gusta. Y como si eso no bastara para empezar a calificarlo de empresario atípico, unas horas más tarde empieza a quejarse de la falta de regulaciones que hay en Chile y confidencia que apoyaría un alza –bien justificada, eso sí–, de impuestos.

Pasan las horas y, en medio de una noche fría y serena, se larga con una teoría para explicar lo de los indignados, reitera por qué no quiere que se construya HidroAysén y confidencia que jamás invertiría en casinos o en financieras. “Es terrible ver cómo la gente pierde su plata jugando o endeudándose por tener y tener cosas”, comenta.

El recorrido en el Ona es parte del programa de Travesía Sur, la empresa turística de la cual es socio junto a los diseñadores industriales Vicente Zegers y Natalia Assler, hija del conocido escultor Federico Assler.

La embarcación, de 17 metros de largo por 5 metros de ancho, es un verdadero lodge flotante con capacidad para atender a 12 personas. Esta vez zarpó desde Dalcahue hacia el norte, por los canales chilotes, para recalar en las mágicas y sorprendentes islas Butachauques.

La nave fue construida íntegramente en el archipiélago por artesanos locales y los Zegers-Assler, matrimonio que Puchi conoció en 2007 cuando les compró un libro sobre la historia de los fabricantes de barcos chilotes. “Nos entusiasmamos con el tema y con mi familia decidimos participar más allá del sentido económico, porque esto tiene relación con ciertos valores de uno. Yo vengo del campo, somos una familia amante de la naturaleza y, más allá de las platas y los negocios, vimos que también desde el punto de vista familiar podía ser un ejemplo para nuestros hijos que una pareja de 26 años salga a lugares remotos a realizar sus sueños”, explicita.

Nicolás Ibáñez, los del Río y varios otros empresarios chilenos y extranjeros se cuentan entre los pasajeros que han viajado en el Ona, un bote que se caracteriza por mezclar diseño y artesanía.

Fuera del vino

Puchi nació hace 59 años en Coyhaique, la capital de Aysén, en la XI Región. Creció en Cochrane y vivió en un internado en Chile Chico. Recién vino a salir de esa Patagonia inmensa y profunda a los 17 años, cuando los curas de su colegio lo becaron para fuera a Estados Unidos.

Sin haber conocido antes otras ciudades chilenas vivió cerca de Nueva York durante un año, aprendió inglés y adquirió esa misma seguridad que le ha permitido encaramarse entre los empresarios más importantes de Chile. Sin achicarse ante nadie.

Ingeniero comercial de la Católica y con MBA en Chicago, trabajó en Hucke-McKay, Quiñenco e Iansa. En 1989, junto a sus hermanos Mario y Juan Carlos creó AquaChile que, tras 20 años de asociaciones, compras y mucho trabajo, pasó de ser una Pyme a una empresa valorada en cerca de 1.300 millones de dólares, con operaciones en Chile, Costa Rica y Panamá, donde produce tilapia fresca para el mercado estadounidense.

Pese a ello, Puchi conserva esa sencillez de los patagones. Es un buen conversador y contador de historias. Sorprende que sepa tanto de pájaros y plantas, que se haya demorado 20 años en buscar por todo Aysén una montura que era de su abuelo, para después mandarla a restaurar, y que no conciba una mañana sin tomarse un mate. Durante un recorrido a pie por la bella isla de Mechuque, durante el segundo día de la excursión, despotrica contra la ostentación y la estridencia de la sociedad actual. “Se han perdido los valores de la sobriedad, hoy día el mundo es más cosista, se guía por las vitrinas y sueños que obviamente en la mayoría de los casos son imposibles de realizar”, reflexiona mientras mira las tejuelas de alerce que cubren los muros de las casas del pueblo.

Por eso no extraña que siga por ahora fuera de la industria del vino. A su despacho han llegado varias ofertas de venta o asociaciones, algunas haciendo hincapié en el amplio conocimiento de los mercados externos que tiene AquaChile, puesto que exporta a más de 50 países. Pero luego de analizar las cifras duras las ha rechazado todas. “Sería bonito, pero no, no es un muy buen negocio”, aclara.

En lo que sí está dispuesto a invertir es en ideas nuevas. Junto a Juan y Luis Claro, los hermanos del Río, Rafael y Pablo Guilisasti, Bruno Philippi, Andrés Concha y Fernán Gazmuri, entre otros, es socio del fondo de inversiones Austral Capital. Cuenta orgulloso que a principios de octubre la entidad vendió la primera empresa que desarrolló: Atakama Labs a la japonesa DeNA en 6 millones de dólares.

El súper pescado

La importancia de la innovación es uno esos pocos discursos típicamente empresariales que Puchi se permite. Pero lo dice rápidamente y como preludio para hablar del verlasso, el super pescado con el que pretende revolucionar al mercado. El animal es un salmón común y corriente, pero que al ser alimentado con una levadura vegetal inventada por la multinacional DuPont permite reducir en un 75% las necesidades de harina y aceite de pescado para el crecimiento de la especie. “Por primer vez en la industria a nivel mundial estamos sacando un producto con marca, que va llegar al consumidor final con esa identidad y apelando a un atributo de armonía con el medioambiente”, explica, mientras termina de recorrer el pequeño pueblo.

Al final de la calle principal, se detiene en el Museo de Don Paulino, una vieja casona donde el ex comerciante y navegante Paulino Barrientos exhibe restos de embarcaciones, tocadiscos viejos, cartas y objetos antiguos recogidos y rescatados del olvido. Puchi va para allá a disculparse. Cuando lo visitó por primera vez hace algunos meses, junto con felicitarlo por la iniciativa, le dijo que él también era cachurero, desatando el enojo del dueño de casa, a quien no le gustó nada que un afuerino viniera a mirarle en menos su colección tan preciada.

Pero esta vez, tras un breve relato sobre las nuevas piezas que Barrientos piensa incorporar, Puchi le recuerda el incidente, se disculpa y don Paulino le responde que no se acuerda de nada, pero que de seguro andaba “de malas” ese día.

Lejos de SalmonChile

El tercer día está dedicado a visitar los cultivos de salmón de AquaChile. La idea es conocer in situ la nueva disciplina con que opera la industria tras la crisis del ISA, que llevó a Puchi a renunciar a su histórica participación en SalmonChile, la asociación gremial de los salmoneros, debido a fuertes diferencias con otros industriales.
Antes de entrar al cultivo hay que vestirse como para pabellón quirúrgico y desinfectarse manos y botas. La balsa-granja se balancea con las olas. Entretanto Puchi va explicando que ahora la industria opera vigilada y con menos riesgos. “En Chile cuesta mucho convencer a las autoridades económicas de que a veces es necesaria una regulación, porque cuando hay externalidades de este tipo es imposible que la autorregulación funcione”, sostiene.


-¿Quedó conforme con el nuevo marco sanitario de la industria? Algunos industriales se quejan de que es demasiado restrictivo…
-Sí. El cambio principal es que con la nueva ley, Sernapesca tiene hoy las facultades de controlar adecuadamente los brotes de enfermedades contagiosas y cortar tempranamente el efecto de éstas cuando existen. Si Sernapesca hubiera tenido esas atribuciones en julio de 2007 y hubiera ordenado matar los peces enfermos de Marine Harvest, seguramente el efecto del virus ISA hubiera sido muy limitado.


-¿Va volver a SalmonChile?
-Yo, la verdad, sobre el tema gremial prefiero no opinar. Estamos centrados en nuestro negocio, contribuyendo con la autoridad en todo lo que sea mejorar el modelo sanitario que rige a la industria y ese ha sido el foco, de colaboración profesional.

“Sabíamos que el chaparrón era muy fuerte”

-¿Fue muy duro para usted vender parte de sus acciones, diluirse en la propiedad?
-Mi sentimiento es que tuvimos la visión y también una dosis de suerte de haber buscado una solución financiera a la compañía que nos pone en una buena posición para enfrentar los desafíos de inversión y crecimiento. Y nos deja en condición de poner todos nuestros esfuerzos en la operación del negocio, en rescatar los empleos perdidos, en despreocuparnos del tema de financiamiento, que por un par de años fue muy complicado.


-¿Esperaban que la compañía alcanzara una valorización de 1.300 millones de dólares?
-Es una satisfacción, porque uno siente que hay un valor detrás, un equipo, una trayectoria que hizo posible que pudiéramos levantar el capital que obtuvimos después de una crisis tan profunda. Haber sido capaces de reencantar al mundo inversionista, contarle lo que el país estaba haciendo para cambiar los riesgos que generaron la crisis y ganar la confianza, mostrando que esta empresa es competente, con buenos costos, muchos activos por explotar y capaz de recuperar su posición a nivel mundial, es una satisfacción.
Cuando tomamos la decisión de abrirnos lo hicimos para que cambiara radicalmente la fortaleza financiera de la compañía y lo hicimos casi por un tercio de la propiedad, conscientes de que al incorporar nuevos accionistas teníamos que convertirnos en una compañía que entregara información oportunamente y ser muy cuidadosa en cómo operamos. Afortunadamente habíamos empezado varios años antes a fortalecer la administración con profesionales independientes y estamos dotados con un equipo de personas muy capaces, que le dan confianza al mundo inversionista.
A la mitad cayó la producción de AquaChile tras la crisis del ISA. Hoy, los cultivos comienzan a recuperarse


-Usted dijo uno de estos días que en un momento se les “vino la noche”. ¿Temió realmente lo peor?

-Nunca llegué a pensar que la empresa o la industria estaban en juego. Creo que más que miedo era la sorpresa, la sensación de incomprensión por parte de la banca de no haber entendido este proceso como un accidente básicamente sistémico que tiene que ver con los riesgos sanitarios y que nos pilló por sorpresa a todos. Aquí no hay culpas individuales. Simplemente, la industria creció en un ambiente donde la regulación que operaba era absolutamente insuficiente. Entonces, después de haber hecho un esfuerzo de crecimiento, de progreso, de haber dado trabajo a las regiones, uno sentía que no nos ayudaban, que no querían seguir creyendo en nosotros. Y cuando uno está en el hoyo esa sensación de incomprensión es fuerte y por eso en su momento nos defendimos y tratamos de explicar. 

-Pero la banca no los quiso ni escuchar…. el Bice les pidió la quiebra.
-Nos dolió sobremanera que habiendo sido una empresa ampliamente valorada y muy respaldada por los bancos, de la noche a la mañana nos consideraran como no confiable. Y no merecíamos eso. Esa es la sensación. Creo que esto es parte de un aprendizaje, también. Llevábamos 23 años en el negocio habiendo hecho las cosas bien, con un buen prestigio, con un equipo valioso y nos resultaba chocante ver cómo en este proceso de crisis llegaban asesores, opinólogos y futuristas que sólo veían nubes. Los que sabíamos del negocio sabíamos que era un chaparrón muy fuerte, pero que íbamos a salir adelante.

-¿Cómo están hoy las relaciones con la banca?
-Muy buenas. Al final todos volvemos a tener una mirada más tranquila, menos apresurada. Uno aprende que este es un negocio que tiene un ciclo, una exposición a los riesgos de precios, sanitarios, etc. y uno tiene que descansar más en financiamiento basado en capital y no tanta deuda. 


HidroAysén: "ojalá nunca se haga"

- HidroAysén marcha casi sin contratiempos. Pronto anunciarán el trazado de la línea de transmisión y se podría decir que está prácticamente aprobado. ¿Aun así usted sigue en contra del proyecto?
-Yo sigo pensando y trabajando para que ojalá el proyecto nunca se haga. Los costos han cambiado, la dificultad del tendido, los riesgos geológicos, la opinión en contra de la mayoría de la gente lo han transformado en un proyecto riesgoso, más costoso. Ha habido cada vez más una mayor toma de conciencia de que es un proyecto que le haría mal a la imagen país. En países desarrollados no se ejecutan este tipo de centrales. Tenemos que ser capaces de encontrar otras alternativas.

-¿Pero y el apagón, don Víctor Hugo?
-Creo que desde el año 2005, cuando se anunció la puesta en marcha de este proyecto, hubo numerosas y sucesivas amenazas de que si no se hacía, el país se quedaría a oscuras. Hoy sigue un poco ese ambiente y la realidad ha demostrado desde entonces que habiéndose corregido los niveles de precios de la energía se activaron muchos otros proyectos que fueron incorporándose a la oferta de energía de Chile y el fantasma del black out y de que el país se detenía fue extinguiéndose. Creo que el tema que debería preocuparnos es tener un sistema mucho más competitivo, no controlado por dos o tres empresas que hacen que el costo de la energía en Chile sea alto.

-Se supone que con HidroAysén el costo de la energía debería bajar…
-En foros internacionales se dice que Chile, por ser un país muy largo y tener los centros de consumo de energía muy concentrados, siempre va a tener un costo de energía más alto porque el costo de transporte es muy alto. He visto presentaciones de modelos matemáticos que dicen que Chile siempre va tener precios más altos, y eso es parte de nuestra estructura. Se ha usado el costo de la energía para decir que los precios van a bajar; y cuando se hacen los análisis por expertos, el sistema no garantiza que las rebajas de costos van a llegar a los consumidores finales.

-¿Es verdad que anduvo en algunas de las marchas contra el proyecto que se hicieron en Santiago?
-No. Participé hace algunos años en la cabalgata desde Cochrane hasta Coyhaique y he ayudado a financiar la defensa legal, a educar a los campesinos, que inicialmente fueron pasados a llevar por su ignorancia o su incapacidad económica. Yo, con mis hermanos, asumí un rol como aisenino, como hombre de Cochrane.


Alza de impuestos

-¿Apoyaría un alza de impuestos?
-Si pagar más impuestos hace que como sociedad mejoremos, bienvenido. Uno debiera estar dispuesto como empresario, como consumidor, como trabajador, a contribuir, a generar más recursos para canalizarlos a los más débiles. Pero lo primero que reclamo es que no haya malgasto. Que no se despilfarren los recursos públicos destinados a los más pobres. En nuestro sistema, los problemas de corrupción –que puede que no sean tantos como los de nuestros vecinos– se van olvidando y vamos conviviendo con un problema que debiera cortarse por una razón de justicia social. Entonces, por qué no propiciamos que en Chile el robo de los recursos para los pobres tenga una pena realmente severa.

-Cómo empresario, ¿cómo evalúa el gobierno de Piñera?
-Creo que el gobierno ha hecho un serio esfuerzo por hacer eficiencias en el uso de los recursos públicos, ha hecho también un esfuerzo para que los recursos lleguen a donde más se necesitan. Seguramente hubo sobrepromesas que generaron sobre expectativas y que no han podido ser cumplidas completamente. Y a lo mejor también se subestimó lo difícil que debe ser lidiar con el sector público, lo que seguramente debe ser un obstáculo para cumplir las promesas en un ambiente donde uno percibe como ciudadano más normal que hay una complacencia por parte de la oposición con que al gobierno le sea difícil.

-¿Cómo se enfrenta usted a la crítica que le hacen sus pares de que está en contra de proyectos que suponen desarrollo, que está a favor de más regulaciones, de que es tan diferente…?
-Yo reacciono como persona, más que como empresario.

“El potrero del vecino”

- ¿Y qué opina de los indignados?
-Vivimos en tiempos revueltos. Creo que el tema de los indignados responde también a la creación de sobreexpectativas. Hoy tenemos un creciente número de personas que enciende su televisor y ve una vitrina que crea expectativas, sueños que obviamente son en la mayoría de los casos imposibles de realizar. Creo que hay que aprender a vivir de lo que uno hace, gozar lo que uno tiene y no mirar tanto al potrero del vecino. Esta tendencia a compararse, a mirar para el lado, nos destruye un poco el nivel de felicidad que tenemos... y eso es lo que está ocurriendo.
Además de salmones en el país, AquaChile produce tilapia en Centroamérica

-La gente está bien empoderada, en todo caso…
-Sí. Lo que uno echa de menos es la terrible ausencia de responsabilidades individuales. Es cierto que una buena parte de lo que una sociedad logra depende del ambiente que dan el sistema, las oportunidades, la educación, pero nadie habla del premio al esfuerzo del que se levanta más temprano, del que trabaja sábado y domingo, del que se abstiene de consumir e invierte, del que se arriesga. Y eso no tiene atractivo político. Nadie levanta esa bandera. La sociedad no se puede sustentar en que los problemas los arreglen terceros.

-¿Cree que, tras la recuperación del ISA, los salmoneros se harán cargo de la falta de legitimidad social de la industria?
-Espero que sí, y como empresa individual vamos a trabajar fuerte en ese ámbito. De parte del sector, la autoridad y los trabajadores, se tomó más conciencia del valor de la industria como fuente de empleo y progreso. Aquí el modelo del cluster del salmón funcionó, pero nosotros como salmoneros aparecimos con una imagen de éxito desproporcionado, y eso nos hizo mal y no fuimos capaces de cambiar el discurso, de ser más modestos y reconocer que también teníamos limitaciones y problemas para, de esa manera, poder conquistar más el corazón de la gente. Creo que una de las cosas positivas de la crisis es que a todos nos aterrizó.

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