Ramuntcho Matta y el centenario de su padre

Ramuntcho Matta y el centenario de su padre
En el nombre de Matta
por Isabel Plant
Diario El Mercurio, Revista El Sábado, 8 de Octubre de 2011

El hijo músico del pintor surrealista revive la memoria del gran artista a 100 años de su nacimiento. Pero aquí no habla del genio. Habla de su padre.   

 -Yo no soy experto en arte y no soy un experto en psicología o historia, pero tengo memoria.
El que habla es el hijo de un padre monstruosamente grande. Ramuntcho Matta (50) está al teléfono desde París, hablando con su acento francecísimo, salpicado de italiano y estrujando el castellano. Ramuntcho, el hijo músico, habla sobre cuál es el mensaje a transmitir como heredero de Roberto Matta, el gigante del surrealismo, para la celebración de los 100 años de su nacimiento.

Ramuntcho lo ha estado reviviendo este año de varias maneras. Primero lanzó el libro Cartas a Ramuntcho, donde rescata la correspondencia, incluyendo dibujos y el puño y letra del pintor, que le mandaba este padre lo suficientemente viejo para ser su abuelo y lo suficientemente famoso para no estar siempre ahí. 

Vendrá a Chile, además, a dar una conferencia dentro del festival "Puerto de ideas", en Valparaíso, junto al amigo de su padre y propio, Eduardo Carrasco, donde revivirán la herencia de Matta. Y está el documental, Intimatta, al cual se le están dando los toques finales para ser exhibido en TVN. La cinta tiene filmaciones caseras que Ramuntcho hizo de su padre pintando, hablando, jugando con su nieta, paseando por el jardín de su casa en Tarquinia, Italia.
Ramuntcho Matta puede no ser experto en arte, ni psicólogo, ni historiador, pero es experto en ser hijo de Matta.

EL HIJO MÚSICO

Ramuntcho es el quinto de los seis hijos de Matta, nacidos de cinco matrimonios. Primero fue el matrimonio con Anne Clark, del cual nacieron los mellizos Gordon y Batam; el primero murió de cáncer en 1978 y el segundo se suicidó en 1976. Después nació Pablo Echaurren, hijo de la actriz Angela Faranda; y después vinieron Federica y Ramuntcho, hijos de Malitte Pope. La menor, Aliseé, es hija de la viuda y heredera de Matta, Germana Ferrari.

Ramuntcho era un niño que hablaba poco; su comunicación con el mundo comenzó con la música, cuando su tío Sergio Matta le regaló un órgano. Ramuntcho creció primero junto a Federica en el campo; pasó una temporada también solo con Matta, cuando su hermana se fue con su madre a París a estudiar. Cuando tenía nueve años sus padres se separaron; a los 14 lo mandaron a un internado y a los 15 partió en un colegio especial para hijos de artistas. Estaba presupuestado que pasara los veranos en la montaña junto a su padre, pero este muchas veces no llegaba, dejando al adolescente solo la mayor parte del tiempo, como recuerda en el libro 
Cartas a Ramuntcho.

-Al leer las cartas, pareciera que tu padre era muy amoroso contigo, pero no estaba presente.
-No sé si es importante estar físicamente juntos. Lo importante es ser honesto y no especular sobre lo que uno no es. Mi padre fue muy ausente, pero mucho más presente que la mayoría de los padres de mis amigos. Cuando hablábamos, lo hacíamos verdaderamente. Fue una mezcla de padre, tío y abuelo.

Eduardo Carrasco, quien solía visitar a Matta en su pequeño departamento de Saint Germain, en París, recuerda: "Lo que pasa es que Matta era muy especial como persona y estaba lleno de cosas, a nivel mundial. Llegaban periodistas, galeristas, mucha gente inventando proyectos, exposiciones, era una persona muy solicitada, y creo que eso hacía que su relación con sus hijos no fuera la normal. Aunque Matta intentaba lo más posible acercarse a sus hijos, y tenía un especial cariño por ellos, como yo pude constatar".

A los 17 años, cuando Ramuntcho llevaba un tiempo perfeccionándose en música -en el Conservatorio Rachmaninoff y luego en la Schola Cantorum de París-, comenzó su periplo de independencia, primero en Europa, luego en Nueva York.

-Esa época era un milagro poder viajar con la guitarra eléctrica -recuerda hoy-. En Nueva York podía tocar mi guitarra en un bar, ganar 100 dólares, y eso era la cuenta de mi habitación por un mes. Fue un gran éxito poder ser bienvenido en cada parte del mundo, una verdadera sensación de libertad.

Matta padre veía con aprobación la vocación de su hijo. Esta es una de sus cartas:

"Mi querido Mountcho.

Escucho tu música, tienes ideas formidables, pero te falta música y técnica y voz. Hay que trabajar mucho, pero mucho, tus poemas son muy bellos, ahí también hay mucho que limpiar.
Acláralos, ilumina todo, pero estoy muy orgulloso de tu talento, el que veo como un diamante enterrado.
Estás a caballo sobre un poeta auténtico".
-Puede ser que la relación con mi padre siempre fue buena - dice Ramuntcho- porque yo desde muy chico fui independiente, por la música.

- Usted hoy tiene cuatro hijos. ¿Qué patrones se sorprende repitiendo de su padre, y cuáles ha evitado?

-Yo creo que estamos siempre mejor que nuestros padres, porque queremos ser mejor. Los padres son difíciles, el mío ciertamente no fue ideal, pero fue intenso y necesario en mi educación. Yo no creo ser un padre perfecto, pero creo ser lo más honesto posible.

-¿La honestidad es algo que sí rescata de Matta como padre?

-Claro, porque la honestidad es algo bueno. Las cosas malas, la megalomanía, el egoísmo, eso no lo soy, porque mi prioridad es escuchar las señales que me mandan mis hijos.  

En Nueva York Ramuntcho tuvo grandes maestros, como Don Cherry y John Cage. De vuelta en Francia, durante los años 80, se convirtió en un productor y músico de gran éxito, lo que significó, al mismo tiempo, ver menos a su familia.

-Esa es la historia del éxito: es una ilusión que te hace creer que cosas importantes llegan a tu vida. Yo tenía un éxito increíble porque hice un par de canciones a las que les fue muy bien, gané mucha plata, llené conciertos. Fue muy interesante, pero no sé si importante, porque por tres años estuve fuera y mi hijo creció sin mí. ¿El éxito de tocar frente a 200 mil personas, o de estar frente a tus hijos de dos años y verlo aprender música? Fue la vida, un periodo de experiencia, y después en los 90 comencé a transmitir lo aprendido.

Durante los años 90 Ramuntcho, quien amplió sus incursiones artísticas a la pintura y otras disciplinas, fue ganando terreno como productor musical; ha grabado más de veinte discos. Y también tomó en cuenta el legado de su padre: pescó una cámara y lo registró en sus últimos años de vida. Había que transmitir antes de que se fuera.

Aunque entremedio, Ramuntcho pensó que se iba él también.

LA MUERTE  Y LA PARÁLISIS

Fue hace diez años cuando pasó. De repente, no se pudo mover más. Estaba paralizado, brazos, piernas, manos, por el síndrome Guillain Barré que atacó su espina dorsal. Los médicos le daban seis meses de vida.

-Por fortuna encontré un doctor chino que me dijo: mira, tu situación la conocemos bien, es cuando la vida no está en adecuación con su destino. Ahí me empezó a hacer masajes, acupuntura, plantas, hierbas. Y por seis meses pude sentir un poco mi mano. Fue un trabajo muy difícil, pero fascinante. Volví a caminar tres años después.

-¿Y por qué su vida no estaba en adecuación con su destino?

-Estaba en un momento de grandes dudas no exprimidas. Puede ser que trabajas mucho, tienes éxito, tienes plata, tienes todo lo que tú piensas que quieres, pero tu cuerpo puede ser como una antena, y decirte, mira, toma un poco de tiempo para ver la situación.

-¿Le pasó desde entonces que vive distinto?

-No, eso empezó cuando el primero de mis hermanos se suicidó, porque eso te da la sensación de que necesitamos intensidad. Te puedes ir de vacaciones, puedes hacer bromas, pero si tienes dudas debes hacérselas a tus amigos, en los encuentros. La intensidad no es necesariamente latera.

Lo que sí ha cambiado es que hoy Ramuntcho tiene un gran proyecto, asociado a la experiencia que vivió: Lizieres. Es un castillo que compró a las afueras de París, y que está transformando en una especie de centro de cultura, de sanación, de encuentro, desde clases de Tai Chi a exposiciones de arte, todo pensado en restaurar y recuperar cabezas.

-Cuando estaba paralizado tenía sólo mi cabeza, y durante todo ese tiempo de rehabilitación descubrí que no existe un lugar bueno para eso. ¿Si te divorcias, por ejemplo, dónde vas? ¿Te vas a beber whisky y piña colada? Este es un lugar para aceptar a la dificultad como una oportunidad de buscar una parte de ser nueva.

El gran trabajo de armar Lizieres se suma a sus varios proyectos hoy, que van desde la música, diseñar logos para empresas, pinturas, y claro, terminar Intimatta, la película sobre su padre.

Ramuntcho contaba con cerca de 50 horas de grabación, que ha tenido que resumir en una, con ayuda del productor Rodrigo Jorquiera, junto a quien ganó un fondo del CNTV para armar el proyecto. Jorquiera ve que el artista ha sabido sobrellevar bien el ser hijo de Matta y armar su propia vida. Y que la película, de alguna manera, es muestra de ello: "Esta película no sé si es la forma de cerrar un libro o abrirlo, pero sí es una graduación del padre".

La película es, de seguro, su manera de responder a la gran pregunta que le harán hasta el día que Ramuntcho muera.

-Si uno tiene la pregunta de "cómo fue tu papá" -resume Ramuntcho Matta-, ahora le puedo decir: mira el filme.  

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