¡Pobres carabineros!



por Joaquín García-Huidobro 

Diario El  Mercurio, Domingo 23 de Octubre de 2011
http://diario.elmercurio.com/2011/10/23/reportajes/opinion/noticias/27C72E9D-3E9F-44ED-ABCD-753849D8A366.htm?id={27C72E9D-3E9F-44ED-ABCD-753849D8A366}

El teniente Durán está preocupado. No se trata simplemente de estar en cama en el Hospital de Carabineros con una pierna quebrada por unos vándalos. Sucede que pasar tres meses inmovilizado precisamente en este momento, cuando su comisaría más lo necesita, lo hace sentir incómodo. Él no ingresó a Carabineros para estar tendido en una cama.

La suya no es la peor entre las lesiones que han sufrido 903 carabineros en los últimos meses, con las llamadas protestas estudiantiles. A él no le han disparado un escopetazo en la cara ni corre peligro de muerte, como otros colegas suyos, incluidas varias carabineras.

El teniente Durán está preocupado porque ve que su gente está agotada. Si la vida habitual de un policía es dura, en los últimos meses ha sido demoledora. A su trabajo normal ha debido sumar el que deriva de la emergencia. No se trata simplemente de estudiantes que reclaman, sino de grupos que parecen tener la perfección de un reloj, que atacan con la coordinación de una guerrilla, donde más pueden molestar. Es como esas torturas donde a la víctima se la priva del sueño, y cada vez que quiere descansar hay alguien que le impide hacerlo.

Mientras tanto, los otros delincuentes, los que roban cajeros automáticos, los que asaltan a la gente en la calle, los que violan, están felices. El gran obstáculo, la presencia disuasiva del carabinero, está distraído por estos nuevos malhechores. Parecen caídos del cielo, o quizá aparecidos de las profundidades de la tierra, de las zonas más oscuras, donde habitan criaturas que tapan sus rostros apenas salen a la luz del día, porque no resisten la presencia benéfica del sol.

El teniente Durán tiene pena por Chile. No se trata simplemente de que la fuerza pública haya bajado un 11,7 % en la aprobación popular en la encuesta ICSO-UDP. Él sabe que el prestigio de los carabineros se basa, entre otras cosas, en que no trabajan para las encuestas ni se preocupan de quedar bien con nadie, como no sea con su deber. Pero esa baja en las encuestas indica que algo grave está pasando, y no precisamente en nuestra policía. Algo anda mal en Chile.

Mientras los carabineros van de un lado para otro, multiplicando sus esfuerzos, teniendo apenas tiempo para comer y dormir, sin poder ver a sus familias, son otros los que hablan. Otros dan su visión de los hechos, y atraen las cámaras con sus caras bonitas y sus palabras seductoras. Son los maestros del relato, los pintores que colorean las cosas del modo que prefieren. Acusan a los carabineros de violencia excesiva: curiosa violencia esa, cuando el que la ejerce termina en el hospital y los agredidos siguen tan campantes.

Los carabineros, mientras tanto, callan. Su silencio no significa que carezcan de algo que decir: simplemente no tienen tiempo ni oficio para ir a los foros televisivos o viajar por el mundo contando cómo unos estudiantes se transformaron en los "invencibles".

Las encuestas podrán subir o bajar como quieran, caprichosas. Los carabineros tienen que estar en Peñalolén, en los pasos fronterizos, reemplazando a un semáforo que falló, atendiendo un parto, recogiendo a los niños de la calle, o intentando, a altas horas de la madrugada, que la embriaguez de un adolescente no se transforme en un accidente fatal.

Los carabineros son la fuerza que tiene un carácter público, la fuerza legítima. Forman parte, en palabras de Hölderlin, de este muro que protege al jardín. Mientras tanto, nosotros, adentro, jugamos. Es bueno que juguemos, es bueno que leamos, conversemos y nos riamos tranquilos. Podemos hacerlo porque hay un muro que nos protege, una fuerza pública que, con su uniforme, su placa y su rostro descubierto, nos indica que es el brazo que está puesto por la ley para protegernos. También cuando, de modo excepcional, debe cubrir su cabeza con un casco, porque la ley es más débil de lo que parece.

Es bueno que opinemos y teoricemos, gracias a que hay otros que no pueden hablar ni tienen tiempo para teorías. Todo eso es bueno. Lo que no es bueno es que seamos unos ingratos. No es bueno que nos crucemos con una pareja de carabineros sin que, alguna vez en la vida, les dirijamos un saludo. No es bueno que olvidemos darles las gracias, al menos interiormente. No es bueno que nosotros, los que tenemos tiempo para comentar y discutir, seamos incapaces de advertir que alguien nos está engañando. Porque mientras el teniente Durán y otros como él están mudos, los reyes de la palabra y la imagen nos están contando sobre ellos una historia que no existe.

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