Mordisqueando el mito


Artículo correspondiente al número 311 (21 de octubre al 3 de noviembre de 2011) REVISTA CAPITAL 
El hombre que democratizó la computación, que devolvió la importancia del diseño a las máquinas y que, básicamente, transformó el mundo forjó una leyenda difícil de descifrar. Complejo, insoportable, misterioso, pero siempre genio. Por Federico Willoughby Olivos.


1. Steve malo versus Steve bueno

El ex CEO de Apple no era un tipo fácil. Todo lo contrario. Si logró lo que logró fue porque su visión personal de cómo tenían que funcionar las cosas nunca respetó ni egos ni visiones paralelas. El periodista Alan Deutschman detalla en la biografía The second coming of Steve Jobs que había un Steve bueno y un Steve malo. “Cuando aparecía el Steve malo, éste no se preocupaba del severo daño que causaba en los egos y las emociones de sus empleados en la medida en que los presionaba por lograr la grandeza en las cosas que hacían. Es más, enfrentados a la terrible furia del Steve malo (muchas veces gatillada por el menor de los detalles), los cerebros de Apple trabajarían más allá de cualquier límite para encontrar la manera de cumplir con las específicas demandas de su jefe y así, volver a estar en gracia con él”. Sin ir más lejos, en The Atlantic relataron la anécdota de lo que fue el diseño del primer iPod. De acuerdo a la publicación, Jobs exigió mucho al equipo de ingenieros, en especial respecto al diseño. De hecho, la primera vez que le presentaron un prototipo terminado Jobs lo miró un rato, lo tocó, jugó con él para después, con una seria mirada, decirles que no, que no servía, “que era muy grande”. Los ingenieros, desesperados, le dijeron que era imposible hacerlo de un tamaño más pequeño, que ya lo habían tratado todo. El siguiente paso de Jobs fue acercarse a un acuario y tirar el iPod dentro. Apenas el aparato tocó fondo algunas burbujas de aire salieron a la superficie. “¿Ven esas burbujas? Significa que hay espacio. Háganlo más pequeño”, dijo en tono seco y se fue. Más tarde el primer iPod saldría a la venta y no sólo vendería millones sino que cambiaría la industria del entretenimiento para siempre.

2. La revolución alternativa

Jobs no enfrentó la vida pensando que ésta tenía un patrón definido. Por el contrario, se encargó de dudar de todo, sin tener miedo a probar. En 1972, después de dejar el Reed College, un importante centro de pensamiento liberal, empezó una profunda etapa de búsqueda y experimentación. Fue en esos años cuando probó el LSD, momento –que de acuerdo a lo que le confidenció años después a un periodista– estuvo entre las tres cosas más importantes que había hecho. “Hay cosas acerca de mí que la gente que no ha probado las drogas psicodélicas –incluida gente que me conoce muy bien, como mi mujer– nunca podrá entender”, explicó. Esa curiosidad y fe en los métodos alternativos fue lo que en 2003, cuando se le descubrió un raro pero operable tipo de tumor en el páncreas, lo llevó a decidir no operarse inmediatamente y optar por un cambio en su dieta pescetariana (que se trata sólo de comer carnes de mariscos y pescados), además de intentar con métodos de sanación orientales.

3. ¿Quién era Lisa?

Jobs siempre fue un tipo celoso de su intimidad. No sólo obligaba a que cada nuevo empleado de su compañía firmara complejos acuerdos de confidencialidad, sino que siempre se preocupó de que los detalles de su familia no fueran públicos. Y dentro de este esquema, quizás la persona que nos permite entender un poco más su figura es Lisa Brennan-Jobs. Ella es la hija que Steve tuvo en 1978 en el marco de de una larga e intermitente relación con la pintora Chris Ann Brennan. Lisa nació justo en el año en que Apple empezaba a tener considerables ganancias y para muchos, el modelo Apple Lisa era un homenaje a ella (algo que Jobs negó, señalando que significaba Local Integrated Software Architecture). Es más, durante muchos años no quiso confirmar su paternidad y, enfrentado a la corte dijo que era imposible que él fuera el padre ya que era “estéril e infértil” y por lo tanto no tenía “la capacidad física de procrear”. Eventualmente Jobs (que tiene 3 hijos más) reconoció a Lisa como su hija, vivieron juntos la adolescencia de ella y le pagó sus estudios en Harvard, donde cursó periodismo, actividad que hasta el día de hoy realiza para revistas como Vogue o The Oprah Magazine. Ocasionalmente escribe en su blog http://www.lisabrennanjobs.net/

4. Cuello de tortuga

En la vida de Jobs nada fue al azar, incluyendo su particular “uniforme”: jeans, zapatillas y polera negra con cuello de tortuga, con el que presentaba cada año nuevos productos. Era lo que vestía también en su rutina diaria y lo que, de paso, le permitió ser uno de los CEO más fácilmente reconocibles del planeta. De acuerdo a la biografía que Walter Isaacson publicará en un par de semanas, la vestimenta tiene que ver con un viaje que Jobs hizo a Japón a principios de los ochenta. Fue entonces cuando le preguntó al director de Sony, Akio Morita, por qué todos los empleados en las fábricas usaban uniforme. Morita le explicó que después de la segunda guerra mundial nadie tenía ropa y por eso Sony les había dado a sus trabajadores ropa para todos los días. Con el correr de los años, los uniformes se convirtieron en una manera de que los empleados se sintieran más identificados con la empresa. Jobs quería lo mismo para Apple y le pidió al diseñador de Sony, Issey Miyake, que creara un uniforme para la empresa. Al regresar a Palo Alto y mostrar algunas de las ideas de Miyake, los empleados le dijeron no estar dispuestos a usar esa ropa y el CEO tuvo que archivar la idea. Eso sí, antes le pidió a Miyake que le diseñara un uniforme para él y así fue como llegaron los famosos cuellos de tortuga negros.

5. Los mails de steve@apple.com
La obsesión de Jobs con los clientes era tal que el propio CEO respondía los mails que le mandaban los consumidores de Apple. Si bien con el deterioro de su salud se fue convirtiendo en una práctica cada vez menos habitual, en sus correos dejó una serie de frases que ejemplifican bastante bien qué tipo de persona era.

“Para la mayoría de la gente, el diseño es sólo la apariencia de algo. Es el tapiz de las cortinas o el color del sofá. Para mí, por el contrario, el diseño es el alma misma de las creaciones humanas, que termina expresándose en las diferentes capas del producto o servicio”.

“Estoy tan orgulloso de las cosas que no hacemos como de las cosas que hacemos”.

“Mi inspiración para los negocios son los Beatles: eran cuatro tipos que mantenían a raya las tendencias negativas de cada uno logrando un particular balance. Y el todo era mucho más grande que la suma de sus partes. Las grandes cosas en los negocios nunca las hace una sola persona, siempre es un grupo”.

“A Bill Gates le deseo lo mejor, en serio. Sólo que pienso que él y Microsoft son un poco estrechos. Hubiera sido mucho mejor si hubiera probado un ácido alguna vez o hubiera asistido a un ashram cuando joven”.

“La cura para Apple no está en recortar costos; la cura para Apple está en innovar de manera que pueda salir de su actual predicamento”.

“No tenemos la oportunidad de hacer muchas cosas, por eso cada una de las que hagamos debería ser excelente. La vida es breve, uno muere, ¿sabías? Y todos hemos decidido qué hacer con nuestras vidas, por eso ojalá hayas decidido bien, ojalá haya valido la pena”.

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