El mundo perdido

El mundo perdido
por Marcelo Simonetti,
Diario La Tercera, 19 de septiembre del 2011
http://blog.latercera.com/blog/msimonetti/entry/el_mundo_perdido

Cada vez que la televisión nos trae una velada internacional (a
propósito de la victoria de Floyd Mayweather sobre Víctor Ortiz
antenoche) no evitamos acordarnos, como quien se acuerda de una
civilización extinta, como quien trae el presente las andanzas de un
bisabuelo muerto en una salitrera o en una ciudad remota, del boxeo
que alguna vez fue nuestro, casi como el pan de cada día. No hablo de
las noches en que nos prendíamos al televisor para ver la pelea entre
Mohammed Ali y George Foreman o cuando Sugar Ray Leonard medía fuerzas
con "Mano de Piedra" Durán. Todos algunas vez quisimos ser como Alí,
todos alguna vez quisimos ser como Sugar Ray.

Pero no estoy hablando de ese boxeo, sino del otro, el nuestro.

Cómo olvidar aquella historia que crecimos escuchando de oídas, el
mítico combate entre Arturo Godoy y Joe Louis por el título mundial de
los pesos pesados. Nadie le había durado los 15 asaltos en pie al gran
Joe Louis. Godoy fue el primero. Y aunque nos costara hacernos a la
idea de que había peleado agachado en todos los rounds, el que no
besara la lona, como dicen los cursis del deporte de los puños, ya era
evidencia suficiente de que aquel había sido un peleón. Un peleón que
alcanzaba tintes épicos cuando nuestros padres nos contaban que uno de
los tres jueces había dado como ganador al chileno.

Y antes de Godoy había estado el "Tani" Loaiza, que también estuvo a
punto de ser campeón mundial de los medianos. El pisotón involuntario
del árbitro lo lesionó y hasta ahí nomás llegó su ambición de noquear
a Jimmy Goodrich.

Tuvimos una tradición larga de buenos boxeadores. Algunos finos y
técnicos, como Godfrey Stevens. Nunca lo vi pelear, pero me bastó ver
una portada que le dedicó la revista Estadio para saber de qué era
capaz. Viajó hasta Tokio en busca de la corona mundial de los plumas,
pero no pudo con el campeón Syozo Saijo. Perdió por puntos.

Ni hablar de Martín Vargas, que disputó cuatro veces el título del
mundo. Y a pesar de que perdió, a nadie le quedaron dudas de que, de
haber metido bien una mano, su historia pudo ser muy distinta. El
propio Martín se jactaba de que los auspiciadores debían invertir en
publicidad en la suela de los botines de sus rivales. Así, cada vez
que tumbaba a uno, lo que pasaba a menudo, la publicidad asomaba por
los pies del abatido púgil.

En medio de esos grandes nombres criollos hubo otros que fueron
construyendo el mundo del boxeo chileno. Pienso en "Maravilla"
Prieto, en Víctor Nilo, en "Motorcito" Miranda, en Allí Gálvez (a
quien le decían "Maquillador", porque sus golpes, lejos de ser unos
mazazos, eran verdaderos afeites para el rival), en "Foreman" Cea (que
una vez resistió, estoico, una pateadura que le dio un ejército de
iquiqueños en el ring), en Juvenal Ordenes, en Benedicto Villablanca
(quien debe ostentar el récord Guinness al campéon de boxeo más
efímero del mundo: duró apenas 10 días y luego le quitaron la corona),
Cardenio Ulloa o Pedro "Ray" Miranda (hacía el bolo punch igual que
Leonard, de ahí su apodo. Pero era lo único. ¿Del resto? Mucho corazón
y poco más), por nombrar a algunos.

Sin embargo, de eso no queda nada. Sólo historias o el hallazgo de
restos fósiles diseminados en algunas páginas de diarios amarillentos.
Con todos los bemoles que puede tener el boxeo, en Chile se ha perdido
parte de un patrimonio intangible, riquísimo, en el mundo del deporte.
Algunos lo agradecerán; los que le tocó vivir la época dorada seguirán
de duelo.

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