El código Cambridge
Artículo correspondiente al número 309 (23 de septiembre al 6 de octubre de 2011)
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Para algunos es la mejor universidad del mundo. Para otros, si no la mejor, una de las top. Ubicado a 45 minutos de Londres, este lugar conserva una tradición que transporta al siglo pasado, pero que en materia de investigación y conocimiento está a años luz. Por Carla Sánchez M.
El chiste cuenta que John Harvard, ex alumno de la Universidad de Cambridge, volvió a su natal Boston a crear la casa de estudios que lleva su nombre. Y, según comentan los ingleses, copió todo: desde los edificios hasta el sistema educativo. Pero algo no funcionaba. Se trajo entonces a profesores de Cambridge. Aun así, no era el lugar en el que había cursado su carrera. Entonces convenció a los alumnos ingleses para que estudiaran allá. Tampoco resultó. Hasta que se dio cuenta de que el problema era uno: Harvard no tenía el mismo pasto que Cambridge. Con su clásico pragmatismo, John Harvard se preguntó: ¿cómo lo hacemos para tener el mismo que Cambridge? Y entre bromas alguien le dijo: tienes que plantarlo y regarlo por 600 años.
La rivalidad entre Cambrige –la segunda universidad más antigua de Inglaterra, después de Oxford– y Harvard ha existido siempre. Cada año pelean los primeros puestos de los rankings mundiales. Pero esta vez, Cambridge se consagró como la mejor en el QS World University Ranking, que evalúa a más de 700 instituciones en el mundo a partir de una encuesta realizada a estudiantes, académicos y empleadores.
Fundada en 1209, la Universidad de Cambridge se ha caracterizado por ser semillero de los mejores científicos, matemáticos y pensadores del mundo. De hecho, según cuenta Marcial Echenique, hay más premios Nobel en Cambridge que en cualquier otra universidad. Después de estudiar arquitectura en la Universidad Católica, Echenique se doctoró en España y luego realizó su post doctorado en modelos matemáticos en Cambridge. “Vivía en el college de Charles Darwin, ex alumno de este lugar”, cuenta el ex decano de la facultad de Arquitectura de esta universidad inglesa y hoy catedrático de la misma.
Emplazada a 45 minutos en tren desde Londres, estar en Cambridge es como retroceder al siglo pasado. La literatura de Harry Potter recoge muchas de las tradiciones de este lugar que gira en torno a la universidad. Edificios medievales, profesores andando en bicicleta con capas y, de fondo, el mágico río Cam, en el cual nadan patos y cisnes entre los cientos de barcazas que avanzan movidas por un palo. Esa es la clásica postal de Cambridge. Y se habla de town (pueblo) y gown (capa) para hacer la diferencia entre aquellos que no van a la universidad y los que sí.
Cambridge funciona en base a un sistema colegiado. Existen más de 30 colleges, donde almuerzan, duermen y comen los estudiantes. Son instituciones privadas autónomas que tienen sus propios fondos de inversiones, manejados por los fellows, que también viven ahí. “Hasta el siglo 19 los fellows no se podían casar. El origen de los colleges es monástico y los fellows eran los monjes que enseñaban a los alumnos. Pero como no podían tener profesores de todas las materias en cada college, se crearon las facultades”, explica Echenique a quien, como fellow del Churchill College, le toca manejar las finanzas y todo lo relativo a la edificación de su establecimiento.
Los profesores que viven en los colleges, agrega Echenique, están 100% dedicados a los estudios. “Almuerzan y duermen en el college, les limpian la ropa, entonces no tienen que preocuparse de detalles. En cambio, en Chile, tú ves a los profesores que asisten por una hora a hacer clases y luego se van porque la gran mayoría trabaja en otras cosas”, enfatiza.
“Al principio lo encontraba todo muy pintoresco y llevaba a mis amigos a comer al college donde los fellows se sientan en la high table con sus capas largas, mientras que los estudiantes usan capas cortas. Pero con los años me di cuenta de que estas tradiciones y rituales hacen que los profesores sean mucho más serios”, agrega Echenique, a quien muchas veces le tocó almorzar en el centro de graduados con el físico Stephen Hawking, quien hasta el 2009 –año en que se jubiló– enseñó en la facultad de Matemáticas: “Llegaba en su silla de ruedas con todos sus alumnos. En ese tiempo (década de los 80) no tenía el aparato para hablar, pero ellos se las ingeniaban para tomar nota de todo lo que decía”.
Pensar, no memorizar
Denis Kennedy -de pie el segundo de izquierda a derecha- es probablemente el único chileno que ha cursado su pregrado en esta universidad. |
Entrar a Cambridge es más difícil de lo que se piensa, incluso para los mismos ingleses. Claire Rason, agregada comercial senior de la embajada Británica en Chile, lo confirma. Tuvo que pasar los exigentes A Levels y una entrevista personal. Siempre con la intención de protegerla, su papá le preguntó un día si estaba segura de querer ir a Cambridge. Claire había estudiado en un colegio municipalizado y su padre temía que ello podría jugarle en contra. “Lo que quieren los profesores no es que te sepas la respuesta, porque para eso están ellos, lo importante es tener un pensamiento analítico, que puedas resolver un conflicto y llegar a una explicación”, anota.
El sistema multidisciplinario de Cambridge es, quizás, el responsable del éxito de esta universidad. “Aquí prima el conocimiento por el conocimiento más que por la profesión, que se hace después, cuando te especializas. La universidad anglosajona es academia pura. El estudiante parte con un bachelor en el que puedes estudiar un año medicina, otro literatura, otro música, y después te especializas en la materia que más te interesa”, agrega Echenique. Y los colleges, al albergar a estudiantes de las distintas facultades, se transforman en verdaderos centros de discusiones que ayudan a aumentar el saber.
Esas mismas controversias muchas veces se resuelven fuera de los colleges, tomando un pint de cerveza en algún pub donde probablemente alguna vez tocó Pink Floyd, ya que varios integrantes de la banda estudiaron aquí.
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