Cicuta antidisturbios


Cicuta antidisturbios
por Antonio Gil
Diario Las Últimas Noticias,
Jueves 8 de Septiembre de 2011

Aproximadamente en el año 399 antes de Cristo,
tres ciudadanos acusaron a Sócrates del delito
de corromper a la juventud con sus enseñanzas.

A consecuencia de esto, como sabemos,
el inmortal pensador fue condenado
a mandarse al seco la rebosante copa
de ponzoñosa cicuta que le quitó la vida.

Siglos más tarde, sin saberse aún
qué diablos se habrá empinado
(aunque sospechamos que estaba 
medio cabezoncito el brebaje),
el presidente de la CUT,  
Arturo Martínez,
intempestivamente declaró:
«Hay profesores de filosofía
detrás de toda esta cuestión violenta
que está institucionalizándose en el país».

Y agregó: 
«A los cabros les llenan la cabeza de porquerías, 
para que salgan a tirar piedras y hacer desórdenes».

Sí, don Arturo, estamos de acuerdo con usted,
son una peste todos esos desubicados profesorzuelos
que imparten el ramo de filosofía, una plaga funesta,
una influencia insana para los cabros chilenos,
por una razón muy simple: les enseñan a pensar.

Por fortuna todo indica 
que usted se mantuvo siempre
al resguardo de esas perniciosas influencias,
prefiriendo llenarse la guatita
con canapés de lengua de canario
y centolla a la Chateaubriand,
empujadas con esos repulsivos
tres tiritones del valle de Apalta,
de cien lucas la botella, antes de aceptar 
que le llenaran la cabeza de porquerías.

Muy sabio de su parte, don Arturo.

Además, qué buena pista nos ha entregado
para terminar de una bendita vez
con los actos violentos en Chile.

Es cosa de realizar un cónclave
con estos chascones profesores
y agasajarlos con un 
buen ponche a la romana
o un navegado 
aderezado, por cierto,
con una infusión de cicuta,
y asunto arreglado.:
se acaba así el vandalismo,
los peñascazos,
los semáforos arrancados de cuajo
por los filosóficos encapuchados de siempre.

Cómo no se nos había ocurrido antes.

Basta.

Entendemos que sea 
un hombre de extracción popular,
un esforzado dirigente que no ha tenido
mayor oportunidad de ilustrarse,
y lo respetamos sinceramente por ello,
pero no le podemos dejar pasar
que se tome la libertad
de champurrear algo 
que parece más 
un fricasé de criadillas
que el pensamiento
de un hombre público
que representa
a los trabajadores chilenos.

Esas expresiones
son una vergüenza que salpica,
no por cierto a los «terroríficos» 
profesores de filosofía,
sino a la clase trabajadora
que usted imagina encabezar.

Es indigno ese comentario,
más propio de un bolsas de humo
que de un avezado dirigente obrero.

Como se consigna en la historia clásica,
los amigos de Sócrates planearon
su huida de la prisión,
pero éste prefirió acatar la ley,
compartió sus últimos días
entre sus leales amigos y seguidores,
según lo señala Platón,
y durante la noche
cumplió su sentencia
bebiendo la dichosa copa de veneno,
siguiendo el protocolo común
de ejecución en Atenas.

Cicuta, don Arturo, recuérdelo.

Pero no se angustie.

Por tratarse de usted, proponemos,
magnánimamente, que se castigue
con un Clavo Oxidado
o incluso con un Chivas,
tranquilito, en algún cerro porteño,
a condición de que no vuelva a cometer
el impúdico despropósito de perpetrar
otro humillante ataque de verborragia.

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