¿Y cuándo empezamos a hablar de educación?‏


¿Y cuándo empezamos a hablar de educación?
por Sergio Melnick
Diario La Segunda 
Jueves 04 de Agosto de 2011

Llevamos varios meses 
con un conflicto en educación 
y aún no entramos al tema. 

En el campo del desarrollo, la vida y los negocios, 
hay una especie de ley que es clave para el éxito. 

Esta es simple pero no trivial: 
primero uno dice dónde quiere ir, 
y luego diseña una estrategia para lograrlo. 

En Chile somos justo al revés. 

Siempre decimos 
«organicémonos para saber 
dónde queremos ir», 
y ahí está el germen 
de la mediocridad, 
ya que la organización creada 
empezará a defenderse a sí misma 
como el objetivo propiamente tal. 

Es lo que pasa con varias 
de nuestras universidades públicas. 

No están orientadas a resultados, 
sino a su existencia en sí. 

Igual pasa con el gremio de profesores 
o con otras entidades públicas y privadas.

Lo que hacemos entonces 
es colocar la carreta delante del buey. 

La izquierda lucha contra el lucro 
más que a favor del fin educativo. 

Cree que, si la educación es pública, 
es intrínsecamente mejor a si es privada, 
como por arte de magia. 

Es decir, lucha contra la propiedad privada 
más que a favor de objetivos educacionales. 

Por eso terminan armando cosas como el Transantiago.

Cuando definamos nuestros objetivos educacionales, 
la estrategia señalará la mejor manera de lograrlos. 

Si es con entidades públicas, bienvenidas sean. 
O también al contrario. O quizás mixtas. 

El gran problema del Estado 
como administrador 
es que pasa a ser juez y parte. 

Entonces no hay control que funcione. 

Por eso Enap pudo perder 
mil millones de dólares y no pasó nada. 

La Polar ha perdido lo mismo, 
y todos vemos lo que ha pasado 
porque hay contraparte.

Revisando las nuevas 
propuestas “transversales” de educación, 
constatamos lo ya expuesto. 

Los acuerdos pasan por más financiamiento 
para las universidades estatales, 
financiamiento estudiantil, nueva acreditación, 
desmunicipalización, 
mejores remuneraciones a los profesores, 
más regulación a los subvencionados, 
más financiamiento a los técnico-profesionales, 
democratización estudiantil y pase escolar por más días. 

Nada, ¡pero nada! 
sobre el desafío educacional del siglo 21, 
el verdadero eje del problema. 

¡Hasta se habla 
de garantizar con la Constitución 
la calidad de la educación! 

Una gran falacia.

Para mí hay al menos 
nueve grandes desafíos 
que debemos encarar 
de manera urgente. 

Primero, 
en la sociedad del conocimiento, 
necesitamos doblar 
la cantidad de alumnos 
en educación post-secundaria. 

Eso significa nuevas universidades, 
quizás unas 10 más, 
y centros tecnológicos y técnicos, unos 20 más. 
¿Cómo? 

Segundo, es absurdo 
especializar a los jóvenes a los 17 años, 
forzándolos a elegir carreras profesionales. 

El primer grado universitario 
debe ser académico y de 4 años, 
y la especialización en maestrías, 
de uno o dos años en promedio. 
¿Cómo? 

Tercero, debemos dar un salto cuántico 
en capacidad de investigación propia. 
¿Cómo? 

Cuarto, debemos cambiar 
el sistema de acceso a las universidades, 
hoy un monopolio socialmente regresivo, 
que castra la capacidad educativa 
de la Enseñanza Media 
¿Cómo? 

Quinto, debemos tener un sistema 
que permita acoger 
a los estudiantes de 500 puntos, 
que es donde está 
el cambio social que buscamos. 
¿Cómo? 

Sexto, estamos en una sociedad 
donde el conocimiento 
se duplica cada 4 ó 5 años. 

El desafío es ahora 
la gestión del conocimiento 
y el nuevo metalenguaje post-simbólico. 
¿O vamos a seguir enseñándoles a los niños 
a memorizar la tabla periódica de elementos? 

Para ello debemos reciclar 
el 80% de nuestros profesores. 
¿Cómo? 

Séptimo, en la sociedad moderna 
los colegios y universidades 
son sólo una parte 
de la capacidad de educación. 

En el siglo 21 se construye 
una nueva mente tecnológica colectiva 
que tiene mayor capacidad educativa 
que todas nuestras instituciones. 
¿Cómo la vamos a utilizar? 

Octavo, los sistemas educativos 
son cerrados en sus propias instituciones 
y debemos abrirlos a la colaboración 
entre ellos y con el mundo. 
¿Cómo? 

Noveno, una gran cantidad de padres 
son abiertamente irresponsables 
y delegan toda la responsabilidad 
educativa a los colegios. 
¿Cómo cambiamos eso?

En el siglo 21 
cambian las categorías de educación, 
entrenamiento y capacitación. 

En Chile seguimos con escuelas 
hijas de la imprenta, 
y enorme cantidad de profesores 
que son el principal obstáculo al cambio. 
¿Cómo cambiamos eso? 

Es interesante que el proyecto Chile 2020 
sea el único que habla realmente de educación 
y el menos escuchado. 

Entonces, seguimos 
tratando de arreglar el tema 
de la educación sin hablar de ésta, 
y nos vamos a llenar 
de más entidades burocráticas estatales 
que no saben qué controlar, 
y que deberán inventar 
su razón de ser y de gastar. 

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