Posibilidad

Posibilidad

por Lucas Sierra 

Diario El Mercurio, sábado 6 de agosto de 2011

Qué noticia más inoportuna. Ayer, cuando aún no se disipaban los gases del jueves, se informó que el proyecto para la inscripción automática en los registros electorales tuvo un "tropiezo", pues habría poca claridad sobre el domicilio de los nuevos votantes. En Chile, prácticamente toda la población está identificada y domiciliada en distintos formatos. Con los recursos necesarios, el Servicio Electoral es perfectamente capaz de formar su propio registro actualizado. Ojalá no sea más que una excusa para seguir atrasando esta reforma.

La mayor parte de quienes han venido protestando en el último tiempo son jóvenes, y un porcentaje abrumador de los jóvenes está fuera del juego electoral. No se han inscrito, no pueden votar.

En un sentido relevante están fuera de la democracia. Así, protestan como hubieran protestado hace 25 años, cuando no había democracia para nadie. Esta exclusión del juego democrático tiñe su protesta de un tono marginal, muy perturbador.

Es posible que aun estando inscritos, muchos tampoco votarían. Pero podrían hacerlo; no estarían afuera por secretaría. Esa sola posibilidad hace la diferencia.

He oído que hacerlo hoy, cuando los partidos y el sistema político se ven debilitados, sería un error. Es un punto interesante, pero no creo que de una gravedad tal como para dejar que el padrón electoral siga caminando inexorablemente al cementerio. Por dos razones.

Primero, porque la inscripción automática debe ir con voto voluntario. Así, no necesariamente votarán de golpe todos los recién llegados. El impacto inmediato de la reforma se relativiza. Segundo, porque la apertura del padrón debe ir acompañada de buenas reformas a la ley de partidos y al sistema político en general. De esta forma, las impredecibles fuerzas liberadas por la irrupción de estos millones de jóvenes podrán ser contenidas y protegidas del populismo.

Los partidos deben ser reforzados, que de esto no haya dudas. Hay que darles financiamiento público, porque, si funcionan, producen los invaluables bienes públicos asociados al buen gobierno. Pero, claro, hay que exigirles que funcionen, que sean probos con las platas que reciban y que tengan reglas razonables de democracia interna.

Esa democracia interna debería generarse en el eje central de cada partido, y no tanto por vías laterales, como las primarias. Si se genera en el eje central, se fortalece el partido como institución. Las primarias, en cambio, pueden debilitarlo. No se trata de prohibirlas, pero sí de no incentivarlas mucho.
Una forma de incentivarlas excesivamente es poniendo recursos fiscales para que los partidos designen mediante primarias hasta sus candidatos a alcalde, como lo dispone un proyecto en curso. Que se subsidien las primarias para los candidatos a Presidente, bien, pero no las demás, para no mantener la estructura interna del partido bajo una constante amenaza lateral.

Y al abrir el padrón electoral no hay que perder de vista otros aspectos del sistema político. Por ejemplo, la forma de gobierno, que es presidencialista. Yo la cambiaría ahora por una parlamentarista, pero mientras esto no ocurra, hay que conservar su lógica presidencialista, sin deformarla con incrustaciones parlamentaristas. Una de estas incrustaciones es la práctica de llevar parlamentarios al gobierno.

Ella no sólo deforma al presidencialismo, sino que ignora al electorado por el modo en que se reemplaza al parlamentario levantado, pues decide el partido.
El Gobierno ha propuesto mejorar esto por la vía de que los parlamentarios se elijan con suplentes. Mala idea, porque abarata la decisión de levantar parlamentarios. Esta debe ser una decisión muy cara, para que se tome lo menos posible. La mejor forma de encarecerla es llamando a elecciones para elegir al reemplazante. Así, todos lo piensan harto y se honra a los votantes.

En síntesis, inscripción automática ahora. Con voto voluntario y con buenas reformas a las instituciones de la política. Para que cada protestante potencial sea, también, un potencial votante.

Aunque no vote: sólo la posibilidad.

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